Si yo quería ser diferente, si no estaba dispuesta a vivir en este mundo, entonces era un momento decisivo; aunque tampoco se me dio la oportunidad de elegir.
Después de mi brutal accidente, en vez de sentir mi cuerpo pesado por los dolores, estaba ligera, completamente relajada como acostada sobre algodón. Podía escuchar voces a mi alrededor, también las entendía a la perfección, pero cuando ya no quise oír, mi mente las descartó y reinó el silencio. Estaba llena de energía, con necesidad de agotarla, pero podría haberme quedado quieta un largo tiempo. Pensé que estaría en un hospital, con médicos y conectada a múltiples aparatos. No encontraba la razón para sentirme así, supuse que estaba sedada. Ya era hora de despertar. Abrí mis ojos y me llevé una sorpresa al ver el cielo, tanto o más oscuro que como lo recordaba. Agudicé mis oídos de nuevo.
—¿Hope estás bien? — preguntó una voz varonil que reconocí al momento.
Sky me miraba atento. Me llamó la atención como mi vista regulaba la lejanía de su cuerpo, era parecido a usar una cámara profesional. Al notar esto por fin se estableció la distancia correcta. Entonces el olor a chocolate de su pelo extremadamente negro comenzó a invadir mis vías respiratorias. Se mezcló con otros olores provenientes de un hombre que me miraba preocupado. Podía ver el sudor en su frente, sentir la sangre recorriendo sus venas, olerla me produjo una quemadura en la garganta. Pronto dejé el suelo y me abalancé sobre él. Mis dientes se aferraron a su antebrazo. El sonido de su corazón alterado dejó de sentirse en apenas dos segundos. Mi boca se llenó del líquido más sabroso que había probado. Más energía se acumulaba. Aparté mi rostro del desconocido. Pude ver el desastre que había hecho. En la calle aún quedaba sangre esparcida alrededor de pálido cuerpo que yacía
frente a mí. Algunas gotas caían de la comisura de mis labios. Sin pensarlo las tomé con la lengua y volví a saborearla. Ya estaba mucho más calmada. No oí casi ningún ruido, solo algún gato que merodeaba por ahí. Tampoco escuché el corazón de Sky que seguía atónito a mi lado, ni el mío que debía estar latiendo con más fuerza que nunca. Me toqué el pecho, entonces me di cuenta de que se había detenido. Llevaba casi tres minutos sin respirar desde mi repentino ataque y aún no me ahogaba. Mi piel era demasiado pálida, mucho más que antes y fría. No sentí la sangre fluir por mis venas. Debía estar muerta, pero no lo estaba, sino ¿qué haría Sky aquí? Me puse de pie. No había ni un haz de luz en la calle, sin embargo, veía perfectamente.
— Hope.... — cuando habló su voz era tranquilizadora.
De repente sentí miedo por él. Había matado ya a una persona y tenía a otra al frente. No sabía qué estaba ocurriéndome. ¿Por qué me comportaba así? ¿Qué era ese fuego en mi garganta? ¿Cuándo volvería matar por instinto? Observé todo lo que me rodeaba. Solo éramos Sky y yo porque Laura no estaba viva. Su sangre también cubría el suelo poco a poco. No podía seguir allí, así que hui. Mis piernas seguían sin dolerme después de media hora. Incluso corría a una velocidad inhumana, pero divisaba los obstáculos con facilidad, lo que evitaba que tropezara o chocara con algo. Necesitaba sentarme, no a descansar. No estaba en lo absoluto cansada. Solo quería pensar, pensar y pensar hasta hallar una explicación razonable, carcomerme la cabeza o despertar de una pesadilla.
Llegué a la pequeña casita que antes llamaba hogar. Por un momento se me ocurrió llamar a la puerta, pero no heriría mi orgullo, así que me acerqué a la ventana de mi habitación. Como siempre la dejaba abierta para salir en las noches, pude entrar sin ningún esfuerzo. No encendí la luz, no era necesario. Tampoco me cambié de ropa, no tenía sueño. Solo posé mis ojos en el espejo del armario. La chica que veía era diferente. Mis manos se tornaban más blancas y frías pues el color se iba perdiendo de los pies a la cabeza; lo mismo pasaba con el descenso de la temperatura. Mis uñas habían crecido un poco y estaban cubiertas de sangre. En general el cuerpo era el mismo, pero parecía más duro y sólido. Alcé la vista para detenerme en mi rostro. Labios rojo vino, la piel todavía no palidecía, los oscuros agujeros alrededor de mis ojos (de los cuales siempre me quejaba) desaparecían poco a poco hasta el nivel de mis pómulos; sin embargo, conservaba el color azul en los ojos, que brillaba más que nunca. Mi cabello perdía las ondas que comenzaban en la raíz, sustituidas por un color blanco que se extendía irregularmente y con mucha lentitud, pero se detuvo tras avanzar unos cinco centímetros. El cuello comenzó arder, como si me estuvieran estrangulando. Pensé que esa sería mi muerte, por supuesto que esto no era real. Sin embargo, otra vez me equivocaba. Tras unos minutos en el suelo tirada, logré levantarme. Una marca apareció en el costado izquierdo de mi cuello. Dos triángulos sin fondo que se entrelazan por la punta formando un rombo en el centro.
Después de una hora decidí que era real; que podía ver, correr, oír y sentir más que cualquier ser humano. La escena de anoche había sembrado pánico en mi mente. No quería hacer daño a otras personas, tenía que alejarme, irme de la ciudad. Comencé a hacer las maletas, ¡Pero que tonta! ¿Para qué la ropa? Volví a vaciarla. Solo me llevé en una mochila los libros, muchas hojas en blanco empaquetadas, lápices, colores, pinturas, todo lo que tuviera que ver con el dibujo, la laptop, el cargador del móvil y los ahorros. Me enganché mis audífonos y dejé que la música me invadiera los sentidos.
ESTÁS LEYENDO
Irracional I: La Búsqueda. (Finalizada)
FantasyLIBRO I COMPLETO EN EDICIÓN Una chica como yo quizás nunca debió ser humana y antes de conocer el mundo en que vivo, sabía que no pertenecía a ellos. Es irónico tener que abandonar a quienes quiero por un típico accidente de tránsito cuando jamás fu...