Capítulo 27

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El caserón era inmenso, la puerta de caoba se imponía en todo su tamaño frente a mí

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El caserón era inmenso, la puerta de caoba se imponía en todo su tamaño frente a mí. Un cerco de hierro negro la rodeaba, el jardín no llamaba la atención, sin flores, solo arbustos y un estrecho sendero hacia la entrada. La aldaba era una pieza de oro macizo adornada por una cabeza de león que enseñaba sus colmillos y parecía vivo con su amenazante mirada. Evan abrió con una llave de bronce y entró sin prestar atención a los demás. Todos estábamos impactados por el monumento en el que viviríamos. Comenzó a quitar las sábanas empolvadas de los muebles, apartó las cortinas púrpuras de las ventanas y se sentó en una butaca a fumar un cigarrillo.

— ¿Qué esperan? ¿Una carta de bienvenida? — dijo después de soltar el humo.

Entré antes que todos y me detuve a su lado. Kevin subió directo por la escalera de roble que daba al segundo piso en busca de su habitación. Rachel se adentró por los pasillos hasta el fondo de la casona y Laura entró con timidez y se metió en la cocina. Me quedé mirando el exterior, no conocía el lugar, pero habíamos vuelto a la ciudad donde comenzó todo. Me paré frente a él bloqueando su visión, crucé los brazos y esperé a que me prestara atención.

— Perdón si te digo que no me place tu presencia en este instante.

— Discúlpame si me da igual. — le contesto con falsa cortesía. — ¿Por qué estamos aquí?

— Nos mudamos.

— ¿Por qué nos mudamos? — pregunto

— Porque yo quise. — torcí una sonrisa.

— ¿Por qué Evan Anderson querría volver a esta ciudad? — insistí

— Haces muchas preguntas.... — murmura — Las Capas Rojas se instalaron en algún lugar de esta ciudad recientemente. Aunque sus constantes hacen quiera matar a alguien, así que quita del medio.

— Evan, ¿qué es el Pentágono exactamente?

— Es la sede del Departamento de Defensa de Estados Unidos. — dijo y sonrió con malicia. Respiré tratando de calmarme.

— Te estás pasando con los chistecitos.

— Es . — contestó y se levantó de su asiento quedando frente a mí. Bajó la mirada para darme a los ojos, un mechón de cabello rojo le cayó encima de sien. — Se encargan de llevar a cabo la Próxima Puerta a Mynia.

— ¿Cómo un portal?

— Llámalo como quieras. — me da la espalda y se apoya en el umbral de la puerta, aun abierta.

— ¿Po...?

— Última pregunta, última respuesta. — camino hacia él.

— ¿Qué es lo que buscas en Mynia? — después de un rato, logré formular mi pregunta.

— Poder.

Subí al segundo piso y entré la única habitación que no estaba ocupada. Tomé el diario, lo abrí encima de la cama y busqué entre las palabras. Dos horas después el gato negro subió de un salto y se aferró a las sábanas. De algún modo había logrado seguirnos a través del bosque, a pesar de nuestra velocidad inhumana. Su mirada viajaba perdida en las letras sin entender, pasé la última página. Froto mis sienes con los dedos, cansada y aburrida de leer estupideces de un anciano. El gato maulló y se escondió bajo una almohada cuando los pasos de Laura se oyeron más fuerte a acercarse a mi puerta. No tocó, entró como si fueran sus aposentos, con firmeza y una sonrisa maliciosa en el rostro.

— ¿Qué quieres? Me interrumpes. — le digo sin mirar el libro, rezando para que no le llamara la atención.

— Estás sentada en la cama sin hacer nada. — dirigió su mirada al diario. Me centré lo suficiente para captar sus emociones, pero solo encontré alegría... una alegría oscura. "¿Por qué tengo la sensación de que Laura no veía el libro? Si lo hubiera hecho, Evan ya estaría aquí." — Solo venía a comunicarte que Sky me llamó, quiere verme. — torció de nuevo aquella sonrisa inquietante.

— ¿Y yo qué con eso?

— Te lo dije. Él me quiere a mí, aléjate de nosotros. Nos iremos y tendremos una hermosa vida juntos, como una familia. — soltó acercando su rostro al mío — Y la pobre Hope... ¿Qué será de ella? Vas a morir, perra. Nadie podrá salvarte, vienen por ti. — se alejó por el pasillo, cerrando mi puerta tras sí.

No hago caso de sus vanas amenazas y tiro el maldito diario al suelo. El gato salió de abajo de la cama y se acercó con cautela a los papeles rotos, arrugados y dispersos en el suelo. Se detuvo frente a ellos y maulló de nuevo. "Espera... Kevin no vio el diario, Laura tampoco... ¿Por qué un gato sí?" Camino hacia él y me agacho cuando estoy a su lado.

— ¿Qué miras? — pregunté y no obtuve respuesta. Desvíe los ojos del animalito y los posé en la contraportada. Tardé unos segundos en darme cuenta del símbolo casi invisible que estaba trazado en el cuero de la cubierta. Parecía una moneda, tenía un rostro extraño en el centro. Mantengo el ceño fruncido al darme cuenta de que eran cuatro caras bien fusionadas entre ellas, solo logro definir con exactitud un ojo, la mitad de la nariz y el cabello de uno de ellos. Era la única mujer entre los cuatro, otro tenía una larga barba y en los dos restantes los rasgos estaban chamuscados. En el borde de la La Moneda leí una escritura. 

Irracional I: La Búsqueda. (Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora