Capítulo 41

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La cena del 15 de marzo fue espléndida. Claro que Fabio no se podía enterar de aquello, nos llamaría crueles e inhumanos; pero ni David y yo éramos humanos. Supongo que nunca lo entendería. El Sr. Fox aceptaba que nos alimentáramos, pero ya no se trataba solo de eso. Esa noche soltamos a mis dos presas, una para cada uno. Dylan era mío. El chico corrió y gritó como un cerdo, asustado por mis apariciones en medio la oscuridad cuando no se lo esperaba, mis susurros en su oído que lograban erizar su piel, el aire frío que pasaba a su alrededor cuando caminaba a su lado; el dolor de las pequeñas heridas que hacía una sobre la otra. Torturarlo en la casita abandonada era divertido, pero darle caza era como ser un niño viviendo en un parque de diversiones. Cuando su pulso se detuvo, tomé la sangre y lo dejé tirado dentro de un contenedor. Algún humano tendría pesadillas cuando fuera a sacar a basura. Reí ante esa escena.

— ¿Los cambios físicos luego de una transformación completa son graciosos, Hope? — pregunta el Sr. Fox arqueando una ceja — ¿O quizás te causan gracia las debilidades vampíricas?

— No, señor. — niego con la cabeza y vuelvo a prestar atención al libro de "Anatomía vampírica".

Luego de unas horas leyendo sobre la falta de melanina en la sangre de los vampiros que causa la palidez en la piel y el aclaramiento de los ojos y el cabello; que la magia, el fuego y la mutilación son las únicas formas de asesinar a mi especie y acerca del porqué de aquellos puntos débiles que había experimentado hace un tiempo; el Sr. Fox dejó que tomará el resto del día libre y dijo que mañana me haría un examen. Sí, era como una escuela privada. "Conocer tus fortalezas y debilidades y las de tus enemigos es la solo el comienzo de una victoria" explicó el día que me quejé por la cantidad de libros que leía.

— ¿Sr. Fox? — lo llamo antes de salir de su oficina.

— ¿Alguna inquietud, Hope? — pregunta al levantar la vista y deshacerse de sus lentes.

— Si Evan está buscando a las Capas Rojas junto a los rebeldes y El Pentágono cree que solo intenta detenerlos, entonces los únicos que podemos hacer algo somos nosotros.

— Sí, Hope. — afirma — Pero no haremos nada hasta que sea el momento adecuado.

— ¿Y cuándo será eso?

— El 22 de marzo. — la respuesta tan directa y exacta me cayó como un balde de agua fría... bueno en mi caso de agua caliente ¿no?

— Pero la entrada a Mynia es un día antes, señor. — replico.

— Exacto, Hope. — sonríe — Hasta ese día solo debemos entretenerlo y desviar su camino. No permitir que llegue a las Capas Rojas. Luego del equinoccio, estará frustrado, alterado, no podrá pensar y su ejército de rebeldes no tendrá un objetivo claro. Se dispersará y si logro obtener las pruebas que necesito, El Pentágono o al menos la mayoría, estará en su contra. Con ese apoyo, quizás Evan Anderson sea capturado y eliminado luego de un juicio. — anonadada por la estrategia no pude evitar repetir varias veces en mi mente "Es un genio".

— ¿Qué clase de pruebas, señor?

— Cualquiera que pruebe que Evan hace un doble papel.

— Señor, el plan es muy arriesgado. Propongo que hasta el 22 de marzo protejamos a las Capas Rojas, deberíamos estar con ellos y no aquí sin hacer nada. — digo con firmeza. La propuesta era egoísta en cierto modo, no me interesaba el destino de la humanidad y menos un grupo de rebeldes sumisos. Solo quería dos cosas: la cabeza de Evan y largarme de una vez a Mynia. Sin embargo, no dejaría que las Capas Azules solas contra Evan y si podía hacer algo para ayudar, lo haría. — Señor ¿dónde están las Capas Rojas? — solté la pregunta que llevaba atascada en mi garganta desde que llegué a esta casa. Ni David, ni Anna me respondieron y tampoco tenía esperanzas de que Fabio Fox lo hiciera.

— Cualquiera podría seguirnos y mantener un bajo perfil. — niega varias veces con la cabeza. No iba a responder mi pregunta.

— Señor, David y yo... — protesto, pero me interrumpe con determinación.

— David y tu son vampiros, sus sentidos son muy desarrollados, pero... — hace una pausa y sostiene mi mirada. — ¿Acaso has olvidado tus lecciones? — me quedo algo confundida — La magia sí afecta a los vampiros y créeme cuando te digo que hay hechizos que no quieres experimentar.

— Lo siento... — me disculpo con voz baja y doy un suspiro a modo de bandera blanca. — No me gusta estar sin hacer nada...

— Estas aprendiendo, Hope. — sonríe — Ahora... toma este libro. — dice. Apoya su codo izquierdo sobre la mesa y abre la mano dejando ver un diminuto libro de carátula violeta muy oscuro. El libro se levanta en el aire y vuela hacia mí. Lo tomo cuando llega a unos diez centímetros de distancia de mi cuerpo. — Solo hay dos ejemplares, el tercero fue destruido por su autor, Claus Ryadh, antes de morir. El otro lo tengo yo. — agita uno igual con su mano derecha — Hechizos, pociones y hierbas, todo en ese diminuto libro de 3000 páginas. — abrí los ojos como platos y miré el ejemplar detenidamente. Sí, era ancho, pero básicamente tenía el tamaño de la palma de mi mano. Antes de seguir procesando aquel hecho, me detuve en otro aún más curioso.

— Un libro que todo mago quisiera tener... ¿De qué me sirve si no soy uno de ellos?

— Quizás en el camino encuentres su utilidad. — asiento y me giro para salir de allí mientras aprecio el símbolo que se había sido tallado en la carátula. Y entonces surgieron un montón de preguntas, era la tercera vez que veía ese símbolo.

Irracional I: La Búsqueda. (Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora