Capítulo 17

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Y allí estaba de nuevo, caminando sin prestar atención a nada. Incluso cerré los ojos y me dejé llevar por mis sentidos. Concentrada en lo que me rodeaba: el viento rugía, la lluvia volvía a caer, los autos eran demasiado ruidosos para mi gusto. Una guitarra mece sus cuerdas con una triste melodía en algún lugar. Poco después fui a un largo puente a escuchar el mar, una mujer lloraba a mi lado y sus lágrimas caían en el agua mezcladas con las del cielo. "Llora mucho, por ti y por mi" pensé. Sentí los pasos indecisos de un borracho y su horrible canto de amor. Parece que hoy no soy la única que no está completa. Los motores fueron disminuyendo a medida que avanzaba, el olor a campo impregnado en el aire y el movimiento de las hojas de los árboles me indicaron que ya estaba fuera de la ciudad. Entonces, después de quince minutos intentando no tropezar con las gruesas raíces en el suelo, abrí los ojos.

Una iglesia abandonada. ¡Qué bonito lugar para quedarse un clan de vampiros! Me dije con sarcasmo. Las paredes blancas estaban muy sucias y la cruz llena de telarañas. Empujé la puerta de madera y los primero que veo son dos hileras de bancos con plagas por todas partes. A un lado de la entrada había una pequeña caseta negra, supuse que era para las confesiones. Cerca del altar solo había ratas y al final del pasillo otra puerta. El techo era alto y se sujetaba mediante vigas. El olor a animal muerto me provocó arcadas. Esto es horrible ¿por qué Evan no buscó algo mejor?

De repente, sentí a alguien saltar sobre mí, caigo al suelo y bloqueo con el antebrazo una daga precipitada hacia mi cuello. La atacante era una vampiresa rubia de ojos muy oscuros e impenetrables. Apretaba sus dientes con fuerza, pero por más que empujaba, la hoja ni me rozaba. Me sorprendí al notar la fuerza con la que la aparté en un solo empujón. La chica vestía de negro completo, llevaba un jean, botas viejas y una camisa de color entero que se había roto cuando la enfrenté.

— No deberías estar aquí, niña. — dijo algo alterada.

— Estoy buscando a Evan. ¿Dónde está? — pregunto con firmeza.

— No te importa. — contesta en tono amenazador mientras se abalanza de nuevo hacia mí. Esta vez soy mucho más rápida que ella giro mi cuerpo, pero en vez de apartarme (como pretendía), golpeo su rostro con mi pierna derecha. La chica despedaza uno de los bancos, choca su espalda contra la pared y cae al suelo asustando a un grupo de ratas.

— Te vas a enterar, maldita... — dijo entre dientes antes de que una figura masculina irrumpiera en la estancia.

— ¡Basta! — exclama un chico de unos 30 años (físicamente), hecho de puro músculo, de casi dos metros de altura, nariz en forma de L, ojos amarillentos, labios carnosos y pelo corto y lacio. Hubiera resultado atractivo si no tuviera esa expresión amenazadora y enojada que parecía llevar siempre. La chica lo miró con el ceño fruncido.

— ¡¿Qué haces, idiota?! — le grita cuando él se sienta en banco y comienza a tomar agua de una botella — ¡Esta niña se cuela aquí ¿y tú no haces nada?!

— ¿Cómo te llamas? — me pregunta. Lo miro con desconfianza, pero contesto.

— Hope Foster.

— Bien, Hope. Evan llegará pronto.

Me senté muy lejos de ellos, concentrada en la pequeña cajita que me había regalado Sky. ¿Qué será? No pensaba abrirla frente a esta gente, sentía como si fueran a robarse lo que esté dentro. No era algo material, ese simple gesto de darme un regalo era mío y no quería compartirlo con nadie. No pude evitar levantar la vista y arquear las cejas cuando me di cuenta de que la chica había clavado la mirada en mí.

— Comenzaba dudar de tu confianza, Hope. — dijo aquella voz fría y aguda. — Llegas tarde.

— Tú llegaste tarde. — le contesté sin apartar los ojos de la caja. — Todavía son las 11:00pm.

— Da igual, lo importante es que estás aquí. — comentó Evan acercándose a mí y tendiendo su mano para tomarla. Sin embargo, hice caso omiso a su falsa galantería y me puse de pie sola.

— Ella es Rachel Cooper y él, Kevin Clark. — los presentó, pero ninguno me dirigió la palabra. — Hope forma parte de nuestro clan a partir de ahora.

— Hasta que encuentres Mynia, Evan. — le recuerdo con severidad. — Espero que no tardemos mucho. — murmuro.

— ¡Qué bien! Una chica impaciente. Pues mañana tendrás que ir a buscar a Cassandra, esa vieja sabe más de lo que dice.

— ¿Por qué no va usted? — pregunta con demasiada cortesía Rachel, lo que me pareció extraño.

— ¿Recuerdas a la mujer de circo que le sacamos los ojos y le obligamos a comérselos? Murió asesinada por unas pirañas en el Acuario. — indagó, la chica asintió — Pues era su hija, no sé ni su nombre. Cassandra no abrirá el pico con ninguno de nosotros. — de repente me señaló — Ella es la indicada. — hizo una pausa, nadie volvió a protestar. — Hope, siéntete como en casa. — me dedicó esa sonrisa macabra y desapareció por la puerta de entrada.

— En casa... — bufo y fijo la vista en el otro armazón de madera a un lado del altar. Decidí que, si tenía que vivir allí, sería fuera de la mirada de los tres. Caminé hacia allá y me encerré en el pequeño vestíbulo. La cama con una sábana blanca empolvada quedaba en una esquina de las cuatro paredes, tiré el diminuto maletín y el regalo encima. Me asomé por la ventana rota que quedaba al otro lado cuando un gato negro de ojos azules saltó encima de mis pies y tomó una rata entre sus dientes. Volví a mirar el campo, el lugar estaba más intrincado de lo que me imaginaba. El gato negro hizo un maullido al subirse encima de la cama y oler el regalo de Sky. Fue entonces cuando lo abrí. La pequeña grabadora negra contaba con una pantallita rectangular, varios orificios por donde salía el sonido, tres botones blancos circulares alineados (anterior, pausa/reproducir, siguiente) y el botón blanco rectangular que decía en rojo "GRABAR". En el costado encontré como ajustar el volumen y la cubierta de las baterías. Si mi corazón aún funcionara se hubiera detenido unos segundos cuando giré la grabadora y encontré la caligrafía de Sky. En la esquina izquierda había escrito en blanco con pincel "H&S". Lo peor es que sus detalles no se detenían ahí pues una grabación del 30 de noviembre apareció en la pantalla. Bajé mucho el volumen, para que nadie oyera, coloqué las bocinas cerca de mi oído y comencé a reproducir.

Una voz aguda, sensual y melodiosa me cantaba alguna canción que conocía. Pronto descubrí quién era el dueño de la voz. "Así que.... Por lo menos puedo oírte cantar con una grabadora". Sonreí, mientras buscaba el significado de aquellas palabras, que, aunque era otro idioma que no entendía; Sky ya me la había traducido antes.

"El cielo se torna oscuro

No veo la luz, no veo tu luz.

Si no estás, ¿en quién puedo confiar para que me guíe?

Ese es mi miedo, tú eres mi miedo.

Así que no te alejes,

solo camina a mi lado"

Irracional I: La Búsqueda. (Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora