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Capítulo treinta y cinco. "Reina"
Anteriormente me había separado del resto debido a que sería más fácil entrar al Palacio si no íbamos en grupo. Tragué saliva en cuanto ví a un ángel pasar.
-¡Ey, ustedes de ahí!-Uno de los soldados se acercó hacia sus compañeros-. ¿Acaso están ciegos? Vengan a ayudar, ¡debemos derrotar a esas bestias!
Ví como tomaron sus armas de inmediato, listos para el combate. Cerré mis ojos con fuerza tratando de idear un plan, odiaba mi suerte. Al no pertenecer completamente al cielo era la única que no tendría ningún problema si se presentaba frente al rey. Apreté mis puños y negué suavemente la cabeza, no podía aparecer y decirle todo, debía ser cuidadosa si no quería que me culparan de haber difamado a los Altos Mandos.
Una vez vi cómo los guardias se fueron, rápidamente me escondí tras los arbustos.
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No pude evitar soltar un pequeño suspiro de alivio, había podido entrar. Lo único que había hecho era rodar de un lado a otro, huyendo. Tras varios minutos lo había logrado. Sonreí ligeramente un poco asustada, el pasillo era tan silencioso que me hizo consciente hasta del sonido de mi respiración.
Hace un tiempo no me hubiera atrevido a poner un pie dónde no debía, mucho menos en un lugar como este. Me quité los zapatos un momento para descansar.
De repente, escuché un grito realmente desgarrador. Levanté la cabeza del susto e instantáneamente corrí hacia las escaleras. No sabía cuántos pisos había subido hasta que llegue a uno que parecía mi destino. Todo era muy extravagante, especialmente la puerta de oro a medio abrir frente a mí.
Paré en seco, había tardado mucho tiempo en darme cuenta. ¿No era demasiado sospechoso? En lo poco que había estado aquí no había escuchado nada, tampoco pude ver a alguien. Mis latidos se aceleraron y comencé a temblar, en un pasillo tan lujoso como este debería haber gente que lo protegiera.
La puerta frente a mí se abrió completamente y mi cuerpo se paralizó. Un ángel comenzó a caer. Traté de auxiliarlo y me arrodillé para eso, sin embargo, apenas tocó el suelo y todo se tiñó de un color rojizo, incluidas mis manos y mi ropa. Seguido de eso, alguien más salió.
-No pensé que hubieran testigos-En cuánto reconocí la voz no supe que hacer-. Es una suerte que hayas sido tú-Sonrió.
La persona de cabello azul, quiero decir, el anterior sucesor al trono demoníaco estaba frente a mí.
-Ponte de pie-Ordenó.
No tenía otra opción, me levanté.
-Eres la persona que quería ver-Dijo-, aunque no estaba en mis planes que alguien más estuviera presente justo ahora.
