Capítulo tres

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Un año y tres meses habían corrido con rapidez. En un abrir y cerrar de ojos, estaba a un escalón de cumplir el sueño que tanto anhelaba desde que se cruzó por mi mente.

Era el día en el que recibiría mi pasaporte con la visa de Corea del Sur, plasmada en una de las páginas de la identificación.

Sentada en una elegante sala de espera, permanecía en la embajada de Corea del Sur, que se ubica en la capital de mi país de origen. Los dedos de mis dos manos se entrelazaban entre ellos para unir mis extremidades, abrazando suavemente mis rodillas.

Las puntas de mis pies golpeaban en compás el azulejo brillante que cubría el piso del lugar, en lo que mis talones se plantaban fuertemente para mantenerse en esa posición.

Esperaba tranquilamente escuchar mi nombre.

— ¿Victoria Solari? — cuestionó una amable mujer asiática de mediana edad a las personas que estábamos esperando.

Sujeté la correa del bolso que yacía sobre mi hombro izquierdo para que ésta no se recorriera mientras me ponía de pie.

— Soy yo — respondí al llamado.

— Pase, por favor— una señal imperativa acompañó el acceso que me otorgó la señora.

Comencé a caminar por un iluminado pasillo. El sonido del tacón de mis botas generaba un eco sobre las paredes del corredor.

Accedí a que mis pasos fueran guiados por aquella mujer. Ésta me dirigió a una oficina particularmente rústica. De pie a un costado de la puerta, me otorgó la oportunidad de ingresar al área. Me ofreció tomar asiento, mientras el sonido de la puerta indicaba que estaba por cerrarse.

Analicé mi alrededor segundos antes de que la señora se sentara frente a mí.

— Buenas tardes. Dígame, ¿En qué puedo ayudarle? — la mujer comenzó a hablar.

— Buenas tardes — respondí. — Hace un mes vine para entregar y verificar mi documentación para la beca de pregrado. Me dieron cita para asistir el día de hoy.

— Ah, sí. Hoy debemos entregarle su pasaporte con la visa, ¿Cierto? — una nueva afirmación, seguida de una pregunta, se formuló en el vocabulario de aquella señora.

— Así es.

— Excelente.

Su mano cayó en el teléfono de su oficina. Levantó el aparato, lo colocó en su oreja, y presionó sus dedos para digitar cuatro números.

Transcurrieron algunos segundos hasta que otra tenue voz se escuchó del otro lado. — Hola... ¿Podrías por favor traer un sobre de la oficina consular? — hizo una pequeña pausa —... Solari, Victoria — la mujer levantó su mirada para encontrarse con la mía y regalarme una sonrisa al mencionar mi nombre — ...Gracias.

El teléfono volvió a su posición inicial — En un momento lo traerán — aseguró amablemente la dama.

Manifesté mi gratitud.

Hubo un espacio silencioso que aproveché para que mis ojos dieran un paseo por los alrededores del sitio. Fotografías, retratos y diplomas cubrían gran parte de los muros.

Fueron cortos los segundos entre la tranquilidad y la nueva conversación que la señora había decidido comenzar.

— ¿Me permite hacerle un comentario? — preguntó inocentemente.

EUPHORIA [JJK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora