Capítulo treinta y nueve

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Pasé cuatro años de mi vida reprimiendo el remordimiento, la pena y el arrepentimiento, y aquella noche al fin me estaba deshaciendo de ellos.

Recostada de forma lateral, abrazaba una almohada entre mis piernas y brazos, mientras cubría mi rostro con ella, impregnándola de rimel y labial rojo.

Me sentía como una adolescente que había terminado con su primer novio. Sin embargo, en ninguna de las relaciones amorosas que tuve durante mis años como estudiante había sufrido ni llorado tanto como lo estaba haciendo en ese momento.

No había tenido la oportunidad de disfrutar del amargo sabor que se queda cuando dos personas se separan, pero entonces entendí que el amor enviciaba por más que doliera.

Aunque no lo quisiera, mi mente recapitulaba todos los buenos momentos que pase con Jungkook; las risas, los besos, los abrazos... Todo.

Porque todo lo bueno que viví durante mi estancia en Corea del Sur fue gracias a él.

Al cabo de unas horas, cuando mis ojos ya no podían permancer abiertos por el ardor en ellos, y el piso de la habitación estaba repleto de pañuelos sucios, escuché la puerta del departamento abrirse.

El sonido del grueso tacón de sus botas me informó que Lidia se acercaba a mi puerta. Estando detrás de ella, golpeó dos veces.

— Vic, ¿Puedo pasar? — preguntó con un cálido tono.

Pero no quería compañía. Solo quería estar sola y lamentarme todo lo que pudiera.

Lidia volvió a tocar la puerta, y nuevamente la ignoré. Pronto escuché sus pasos alejándose.

Así, pude desahogarme en completa tranquilidad hasta la madrugada, cuando perdí toda noción del tiempo y me quedé dormida.

~

Me ví obligada a abrir los ojos luego de escuchar en repetidas ocasiones el sonido de la puerta siendo golpeada, más el tono de llamada de mi celular.

— Vic... Tenemos que ir a trabajar — dijo Lidia, con un tono suave.

Tardé un largo tiempo en conciliar el sueño antes, por lo que no tenía ánimos, ni mucho menos energía para ir al trabajo y permanecer allí por casi diez horas.

Ante la insistencia de Lidia, tomé y me celular, abrí nuestro chat y escribí «No voy a ir»

A pocos segundos de darle a enviar, escuché un suspiro de derrota al otro lado de la puerta.

— Está bien — dijo Lidia. — Cuando quieras hablar de lo que te pasa, recuerda que estaré para escucharte ¿De acuerdo?

Envié un pulgar arriba y nuevamente lancé mi teléfono a alguna parte del colchón. Me aseguré de escuchar la puerta del departamento cerrarse, antes de volver a concentrarme en dormir.

Fue hasta la una de la tarde que el hambre se apoderó de mí y detuvo mis horas de sueño. De mala gana salí de mi habitación y me dirigí hasta la cocina.

Por más hambre que tuviera, sólo tuve la determinación para preparar un sándwich a medias y beber un vaso de agua.

Aunque así lo quisiera, mi cuerpo ya no daba para más chances de llorar. De todos modos ya no quería hacerlo. Mi cara estaba hinchada, mi nariz irritada de tanto limpiarla, y mi cuerpo completamente tensionado por permanecer en cama durante varias horas.

EUPHORIA [JJK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora