10

47 11 14
                                    

Aylia

Salgo corriendo de la casa de Phil con mis ojos llenos de lagrimas.

Ya no sé qué más hacer. Me harté de esta situación y el amar a los dos por igual. Como quisiera dejar de amarlos y dejar mi pobre corazón en paz.

Phil es un chico frío y sarcástico, pero yo lo conozco y sé que, en el fondo, es un alma noble y que daría todo por ver bien a sus seres queridos. Por otro lado, Oliver, es el tipo de muchacho que ama sin esperar nada a cambio y quiere con toda su alma.

Llego a mi casa, abro la puerta y entro, para después cerrar la puerta tras mío y subir corriendo las escaleras para encerrarme en mi habitación.

Lloro y grito en mi almohada, intentando consolar mi pobre alma e intentar liberarme de tanto dolor.

Escucho que alguien toca la puerta, que luego se abre.

- Aylia. -Es Rosse-, ¿qué sucede?

Quito mi cara de la almohada, pero no la miro. No suelto palabra, sólo fijo mi vista en una esquina de la habitación.

- ¿A donde fuiste? -vuelve a hablar.

Solté un fuerte suspiro, con un nudo de el estómago y el corazón partido.

- Quise arreglar las cosas con, Phil -murmuro-, pero me dijo que...

No puedo decirlo. El pronunciar su nombre hace que mi corazón de un salto y que mi mente vuelva al pasado.

Me lastima el decir que ya no siente nada por mí. Fue muy claro; yo le rompí el corazón, es lo que merezco.

Rosse se sienta a mi lado y me abraza con fuerza, intentando consolarme, pero sólo fue para soltar un mar de lagrimas.

- Él te ama, Aylia -establece ella.

No quiero hablar, sólo abrazo a mi hermana con más fuerza y así intentar calmar mi dolor.

- Lo perdí, Rosse -digo de repente.

Ella me suelta y toma mis manos, para así mirarme a los ojos.

- No, Ayls. -Niega-. Sólo está dolido, pero no lo has perdido.

- ¿Cómo estás tan segura de eso?

- Simplemente porque veo como te mira y su corazón late con rapidez al verte. Él te ama.

...

La alarma suena a las siete en punto y debo levantarme. Con la tristeza que cargo hubiera querido quedarme en la cama, pero la muestra de arte me da un poco de ánimos.

Con pesadumbres me levanto y me arreglo. No quiero ducharme, sólo me lavo la cara y me maquillo un poco para tapar la angustia en mis ojos.

Tomo un conjunto fresco, el día es caluroso y, acorde el día y me puse sandalias, algo poco usual. Tomo mi teléfono y bolso para luego ir a desayunar.

El aroma de hoy es delicioso. Bajo las escaleras entusiasmada por lo que pudiera ser y me encontré con Rosse cocinando panqueques en la sartén.

- No me digas que tenemos una cocinera en la familia -señalo con entusiasmo.

Rosse suelta una carcajada.

- Le he encontrado el gusto a la cocina -responde ella.

Me siento en la mesa y para servirme jugo de naranja, y esperar con alegría el desayuno.

El reino olvidado ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora