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Aylia

Es viernes por la tarde y decidí hacer palomitas para ver una película con mis hermanos.

Soy la única que está acostumbrada a la tecnología; al resto de mi familia no le gusta demasiado. Dicen que prefieren lo antiguo, aunque sí manejan teléfonos móviles o también televisión, pero con torpeza.

Los cinco nos encontramos en la sala, sentados en el sofá; exepto yo que, por mi mala suerte, me tocó sentarme en el suelo.

— Yo creo que Edward es un novio muy controlador —señala Dean, mi hermano mayor, apuntando con el dedo la televisión.

— Yo creo que Bella debería haberse quedado con Jacob —objeta Jim, mi hermano, con quien siempre peleo por el baño.

Le doy la razón a Dean: Edward es algo tóxico, aunque no puedo descartar que es demasiado atractivo.

— Yo amo a Alice —dijo Rosse, mi hermana, con la boca llena de palomitas.

Iba a dar mi opinión sobre la película, pero se escucha que tocan la puerta de entrada.

Me pregunto si se tratará de algún vecino, pero lo que me encontré no me lo esperaba.

— ¿Phil? —inquiero extrañada.

— No, soy Dicaprio —rueda los ojos. Había olvidado lo sarcástico que era.

— ¿Qué haces aquí? —pregunto con la boca abierta, no esperaba verlo, y mucho menos en la puerta de mi casa—, ¿y como sabes donde vivo?

Suelta una carcajada.

— Existe ubicación en tiempo real, mi querida Aylia —responde.

Me quedo anonadada. ¿Me espía?

— ¿Quieres pasar? —inquiero abriendo del todo la puerta.

Asiente con la cabeza y entra.

— ¡Phil! —exclamó Dean. En el pasado ellos habían sido muy cercanos—. Hermano, tanto tiempo sin verte.

Mis otros hermanos giraron la cabeza y abrieron los ojos sorprendidos.

— Ha pasado demasiado tiempo, ¿verdad? —Ríe el rubio. Había olvidado esa sonrisa. Esa sonrisa que me dejó presa de él durante décadas.

Cierro la puerta y lo acompaño a la sala.

— ¿Quieres sentarte? —preguntó Rosse.

Phil hace una mueca de desazón.

— En realidad he venido a hablar con Aylia —dice—, pero luego charlaremos tranquilos.

Dean asiente con la cabeza y Jim vuelve la cabeza a la televisión. Rosse pone su atención a su móvil, y mi hermano más pequeño, Norman, no para de comer palomitas, y luego continúan con la película.

Le hice una seña para que subiera las escaleras junto a mí hacia mi habitación.

Al abrir la puerta, me encuentro que la habitación está hecha un desastre.

— Veo que sigues siendo desordenada. —Suelta una carcajada Phil.

Arqueo una ceja y suspiro.

— Ahora nadie limpia mi habitación, deberé acostumbrarme. —Suspiro, recordando el cómo era que vivir en el pasado.

Las doncellas hacían todo el trabajo, mientras que yo sólo estaba al mando del castillo, con Phil a mi lado.

Hubo un silencio incómodo, pero el ojiverde lo rompe enseguida.

El reino olvidado ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora