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Aylia

— Angie —llamo a la rubia que no para de roncar y sacudiendola—. ¡Angie! ¡Angie!

Ella sigue dormida, por lo que no me queda otra opción.

Voy al baño y lleno un vaso con agua. Vuelvo a mi habitación y me acerco a mi amiga para después tirarle el agua del vaso en su rostro.

— ¡AAH! —chilla, abriendo los ojos. Yo no puedo evitar reír—. ¡Maldita! ¡Estaba soñando con Dicaprio de los noventas!

Suelto un bufido.

— Vamos, la preparatoria no espera —digo.

— ¡Yo no quiero! —Se queja como niña pequeña—. Sólo cinco minutos más.

— El vaso aún tiene un poco de agua —respondo con una ceja alzada.

Angie se levanta a regañadientes y va al baño a alistarse y mientras yo me quito el pijama y me visto. Una blusa ligera y mis típicos jeans desgastados, sin pasar por alto mis botas texanas.

Angie tarda mucho en el baño, y yo quiero entrar. He visto en Internet que debes rascarte el gemelo, y eso hago. Y, para mi sorpresa, las ganas de ir al baño se me fueron. Debe ser magia negra.

— Angelina. —Escucho que dice mi hermano Jim a mis espaldas. Si Angie sigue tardando, el baño tendrá una fila de espera—. ¿Qué demonios haces en el baño? Nesecito alistarme para ir a mis clases de fútbol.

— ¿Clases de fútbol? —inquiero extrañada—. ¿Cuándo te convertiste en atleta?

Jim se encoje de hombros.

— Ayer —replica.

— Si hay un chico lindo en la clase te obligare a ir por las buenas o por las malas.

Jim rueda los ojos y antes de que pudiera objetar, Angie sale del baño y yo me meto primero antes que Jim.

Cierro la puerta con llave y me alisto.

— ¡Maldición, Aylia! ¡Debo ir al baño! —exclama desde fuera, dándole golpes a la puerta con insistencia.

— Eres hombre, ve a los arbustos —respondo dentro.

— Si mamá llega a verme haciendo eso me matará. ¡Sus plantas son sus hijas!

Termino de arreglarme y salgo del baño.

— Déjate de quejarte y entra.

Me dirijo a mi habitación dónde Angie se prueba mi ropa.

— ¿Me lo prestas? —inquiere, mostrándome una blusa rosa de encaje.

— ¿Tú no trajiste tu ropa?

Ella hace puchero y berrinche.

— ¡Tú ropa es muy bonita! —Lloriquea.

Suelto un suspiro y hago un ademán para que se la pusiera.

— ¡Eres la mejor amiga de todo el mundo! —Aplaude con alegría.

Tomo mi bolso y teléfono.

— Te espero abajo —digo—. Seguro Rosse cocinó algo.

Salgo de mi habitación y bajo las escaleras para encontrarme con un aroma particular; un olor que ya conozco.

Me encuentro con Rosse en la cocina, poniendo la mesa.

— No quiero acostumbrarme —digo—, es muy bueno par ser verdad.

Ella ríe.

— Me he inscrito en clases de cocina. —Mis ojos se iluminan.

Me siento a la mesa, donde mi madre y Dean ya están esperando el desayuno.

El reino olvidado ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora