Aylia
— Maldición. ¿Qué demonios haces en el baño?—dice mi hermano exasperado tras la puerta de éste.
— El primer día es esencial, hermano mío —replico aún dentro del cubículo—. Uno nunca sabe si se encontrará con el amor de su vida, o un mejor amigo.
Escucho que bufa.
— No te encontrarás a la reina Isabel o a Paul McCartney —señala—, solo es un pueblo. Además...
Lo interrumpo, abriéndo la puerta con fuerza.
— ¿Quién sabe? —Alzo una ceja interrogativa—. Éste pueblo tiene muchas personas que conocemos.
— Aylia, deja de ser futurista y déjame entrar.
Resoplo y salgo del baño.
— No soy futurista —respondo apoyándome sobre el marco de la puerta—, sólo precavida.
Como respuesta mi hermano me cierra la puerta en la cara. Su típico comportamiento.
Me dirijo a mi habitación, subiendo escaleras y pasando por el pasillo. Aún no me acostumbro a la nueva casa, tiene muchas puertas y habitaciones.
En mi familia somos seis, y cada uno tiene su respectiva habitación.
Entro a mi recamara, y me abro paso con mis piernas entre toda la ropa y objetos que hay el el suelo, soy desordenada, y la mudanza no viene a mí favor a decir verdad.
Busco un abrigo que soporte el diluvio que ha comenzado a caer hace un rato y me decido por mi favorita: mi chaqueta de cuero.
Tomo mi bolso y teléfono, para luego salir y bajar las escaleras, las cuáles son tan empinadas que me hace sentir que podría caerme y, por mi torpeza, presiento un accidente próximamente, rodando por ellas, con un número de teatro.
Me encuentro con mi familia sentada en la mesa del comedor; mi madre preparó el desayuno, que esta vez no se había quemado como la última vez.
— Aylia. —Sonríe ella—, esta vez el desayuno es decente, ¿quieres qué te sirva?
Debo admitir que el aroma es interesante. Asiento con la cabeza y dejo mi bolso en el suelo, para después sentarme en la única silla vacía.
Mi madre me sirve el desayuno, que la verdad, no sé de qué se trata.
— ¿Qué es? —Intento deducir, tocando con el tenedor lo que parece ser huevos, solo que tenía un tono violáceo.
— Son intestinos de duende —dice Jim, mi hermano menor, divertido.
Mi madre rueda los ojos.
— Le puse remolacha —explica—, prueba. Te gustará.
Lo hago, y me sorprendo que esta vez no tiene ningún gusto extraño, ni quemado como los panqueques de ayer.
— ¡Estás avanzando! —Le felicito—. Espero que sigas así. No quiero seguir comiendo puré instantáneo o pizza congelada.
Ella suelta una risa.
— He visto algunos tutoriales en Internet —señala, sentándose a la mesa con un suspiro—, y me han servido. Todo era más fácil cuando teníamos cocineros, pero ya sabes... —Alza una ceja— las cosas cambiaron.
Recuerdos vuelven a mi mente. Cosas que décadas me ha costado olvidar y reprimir. Algunas son bonitas, pero otras me acechan en mis pesadillas y temo que vuelvan a repetirse.
Para nosotros, la guerra ha terminado, pero ¿en verdad lo esta?
El volver a mi lugar de nacimiento hizo que memorias se despertaran, y desde que lo hice, éstas no quieren quitarse de mi cabeza.
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El reino olvidado ✔️
Teen FictionHISTORIA COMPLETA. Aylia Leigthon, es una chica que cargó desde su nacimiento una leyenda que puede costarle la vida: el que la asesine, obtendrá su don. Ella, hace cinco siglos, fue reina de Ishland, un pequeño reino de Londres, Inglaterra. Pero...