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Phil

La película es atrapante. Trata sobre un muchacho que descubre que su padre era mafioso y, la mayoría de sus conocidos cercanos, eran participes en su grupo.

Me encuentro mirando la película, pero mi vista se dirige, inconscientemente, a Aylia, haciéndome caer de rodillas ante su belleza.

Su cabello lacio le cae a mechones por el rostro y su semblante da paz. Está dormida por completo y decido dibujarla.

En mi mochila siempre llevo un cuaderno y una pequeña cartuchera con útiles básicos. Empiezo con el boceto, mientras que la miro de a ratos, recordando como todas las noches caía preso de ella y su rostro tan pacifico.

Sigo con mi dibujo y de apoco le voy dando forma. Primero el cabello y luego su nariz y así seguí hasta terminarlo.

Miro la hora en el reloj de mi celular y decido dormir un poco, casi amanece.

Me acuesto en la cama y me tapo con la manta. Giro todo mi cuerpo para verla dormir y así descansar con el corazón explotándome en el pecho, lleno de amor y pasión.

Le corro un mechón de la cara y me dispongo a dormir, pero de repente se me acerca y me abraza, haciéndome sonreír de ternura. Sabía que volvería a verla, sólo que me duele el no poder ir más allá de la amistad.

Dejo todo en manos del universo y la abrazo, conciliando el sueño yo también.

...

— ¡Te dicho repetidas veces que no trajeras chicos a tu habitación, Aylia! -escucho detrás de la puerta a la madre de Aylia—. ¿Quién es...?

Abrió la puerta y se encontró conmigo, sorprendiéndose.

— ¡Phil! -exclama la señora Leigthon-. ¡No sabía que eras tú! Eres bienvenido cuando quieras.

Miro a Aylia con una mueca divertida en mi rostro.

— Soy de confianza. —Rio—, aunque en realidad no sucedió nada, solo...

Observo a Aylia para ver si debía decirle la verdad. Ella asiente con la cabeza y sigo:

— Los Gallach.

El rostro de Jaida, la madre de Aylia, se ensombrece.

— Ya sabía que esto sucedería —murmura—. ¿Esto cuando pasó? ¿Es lo mismo de lo que en el bosque?

Aylia asiente y explicó todo. Su madre dijo que está de acuerdo en que me quedé; yo me ofrecí. Ella dejó en claro que Aylia necesita la mayor supervisión que se pueda.

— Esto está en las escrituras —dijo Aylia—. No hay nada que hacer...

— No, no —niego rotundamente—, tú no morirás. Claro que no. Haré lo máximo para que estés a salvo, aunque sea riesgoso.

Ella me mira con terror.

— No... —replica, observándome alarmada—. ¿T-tú...? N-no, no. ¡Tú no morirás por mí! ¡Te lo prohíbo!

La miro con tristeza, aunque también con amor.

— Prometimos cuidarnos hasta la muerte, Aylia. ¿No lo recuerdas?

Aylia negaba con ademanes y su rostro pasaba por distintas facetas.

La miro a los ojos, y mi corazón se rompió en pedazos; lágrimas corrían por sus mejillas.

— ¡No así, Phil! —grita con desespero—. ¡Tú no morirás! ¡No te dejaré hacerlo! No... No lo soportaría.

Siento como cada palabra que ella pronunciaba rompía mi alma. Yo prometí darle mi vida, y si eso depende de mi muerte lo haré sin pensarlo.

El reino olvidado ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora