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Oliver

Llegamos a el hotel que nos hospedaremos y lo miro con rareza.

— ¿Un motel? —pregunta Phil antes que cualquiera.

— Es accesible y cómodo, Phil —responde Dean.

Él lo mira con las cejas enmarcadas y rostro divertido.

— No podrás dormir, mi querido Dean —replica con una sonrisa pícara—. Tú elección, no la mía.

Angie lo mira con alarma.

— ¡Yo quiero dormir! —exclama—. No escuchar... La... La acción de otros.

La miro con una mueca graciosa y salgo del coche.

— En realidad, estaremos aquí poco tiempo —dice Jaida—. Al tener la cura podremos volver.

La cura. La cura para que el amor de vida vuelva.

Me quedo mirando el suelo, absorto en mis pensamientos. Quiero volver a verla, mi ser la extraña.

Entramos y pagamos la estadía. Nos tocó la habitación sesenta y seis.

Nos dirigimos a ella y Jaida abre la puerta.

— Dividamos las ca...

Empieza a decir la señora Leigthon, pero Angie y Rosse se tiran a la cama del lado de la ventana.

— ¡Ésta es nuestra! —dicen.

Comparto mirada com Phil y nosotros también nos abalanzamos a la cama de al lado.

— ¡Y esta nuestra! —exclamamos al unísono.

Jaida se lleva las manos a la cara en gesto de cansancio.

— Bien... —dice—. Ustedes elijan la que quieran. Yo iré a comer al buffet de la esquina. ¿Quieren algo?

Rosse y Jim se fueron para buscar qué comer. Yo pedí pizza y Angie con Phil una hamburguesa. Norman cayó rendido a la cama ni bien tocó el colchón. Dean decidió no comer nada, se excusó de migraña.

La cena fue interesante. Todos platicamos sobre anécdotas graciosas y humillaciones en público, como Angie contó que le sucedió hace unos años con el chico que le gustaba.

Phil habló de su profesor de arte en la universidad hace unas décadas:

— El profesor me miraba demasiado en todas las clases. Me trataba super bien y siempre sacaba excelentes notas —cuenta—. Y un día recuerdo que me llamó aparte para hablar sobre algo importante.

>> ¿Y saben qué sucedió? —Todos estamos a la curiosos por su relato—, se me declaró.

— ¿QUÉ? —Abrí bien grande los ojos.

— O sea, sé que soy atractivo, pero no sabía que también atraía a profesores gays.

Angie se palmea la cabeza con la mano y yo ruedo los ojos. Jaida y Rosse están tentadas por la historia de Phil y el pobre Norman lo despertó la risa de foca de Rosse.

—En fin, todo un rompecorazones —añade Phil.

Miro el reloj de pared y me sorprende que sean las dos de la mañana.

— Creo que es hora de dormir —señalo.

Angie objeta mi comentario, pero Jaida ya apagó las luces y no queda otra que dormir.

El tiempo pasa y yo no puedo conciliar el sueño, maldito insomnio. Sin hacer ruido, salgo de la cama y me pongo los zapatos.

La noche no es fría, al contrario, es ideal para ver la luna con una cerveza.

El reino olvidado ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora