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Aylia

Me encuentro en el desván, donde guardamos cosas que no tienen mucha utilidad. Y hago algo que me hace sentir un puntazo en el alma: encontrándome con mi pasado, mis pertenencias de mi amado Ishland.

Me digo que yo puedo, una y otra vez, intentando calmar el ruido en mi interior, y dolor en mi ser.

Suspiro y abro la primera caja que tengo en el amplio estante que dice <<vestidos Aylia>> y me encuentro con uno que me hace ahogar un gritito de dolor y sorpresa: mi vestido de coronación. ¿Cómo olvidar ese día?

—Phil, no sé si estoy lista —le digo a mi pronto esposo.

El rubio de cabello por las orejas me toma la mano con signo de fuerza.

— ¿Por qué no? —inquiere clavando sus ojos verdes en los míos—. Estamos juntos, ¿no lo ves? Somos esposos, y estoy aquí para que no te derrumbes.

No puedo evitar abrazarlo con fuerza. Hace menos de dos meses que nos hemos casado, y durante este tiempo hemos desarrollado una buena relación, a pesar de todo el odio que nos teníamos. Aunque esta Oliver, quien tiene mi corazón.

Pero un sentimiento comienza a nacer cada vez que veo a Phil, como mi corazón late cada vez que me toma la mano o me besa. Aún no hemos intimado, no estoy lista: soy de Oliver, pero no estoy demasiado segura ahora.

Mi madre abre la puerta de la habitación en la que estamos, y nos ve con felicidad y emoción.

— Es ahora.

Miro a Phil y él vuelve a tomar mi mano esta vez más fuerte.

— Vamos. Estamos juntos en esto.

Suspiro y asiento. Ambos salimos de la habitación y caminamos a la par hacia el gran salón que donde están los tronos.

Pasamos por el pasillo, doblamos la esquina y llegamos al lugar que nos acontece.

Vamos por la alfombra roja y nos acercamos hacia el banco donde ambos nos arrodillamos. Y el evento comienza.

No me doy cuenta que estoy llorando: las lágrimas no paran de correr por mis mejillas. Recuerdo momentos, demasiados.

Siento el aroma del perfume que siempre use desde que tengo memoria: la vainilla. En esa época era más común que se usara lavada o agua de flores, pero mi padre me trajo de Escocia un perfume de vainilla y desde día es mi marca que me define.

Mi vestido que tanto amé, y que aún sigo amando. El color bordó abunda en toda la tela, con dorado cruzando con líneas y bordados de hilo de oro.

Tomo la prenda y la abrazo con fuerza.

No pude disfrutar esas épocas, a mis doncellas, mi época de oro por los malditos Gallach. Esos hijos de perra que me acecharon desde que tengo memoria.

Ahora que eso ha acabado no sé como sentirme, extraña es la palabra que lo define.

Me limpio las lágrimas con la mano y aclaro mi mente para poder seguir viendo mis hermosos vestidos.

El verde esmeralda: el día que fui a ver a Oliver y lo encontré con un banquete esperando en su aposento:

— Maldito vestido —maldigo entre dientes mientras intento subir por las paredes de ladrillo, hacia la habitación de mi amante—. ¿Por qué no traje otros zapatos?

<<Porque eres una idiota>>

Vuelvo a tierra y tomo aire. Saltar no se me da bien, pero un par de besos de mi amado me hacen falta, aunque los de Phil me encanten...

El reino olvidado ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora