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Phil

— Señora bruja —llamo al vacío. 

No hemos esperado ni cinco minutos y ni dudamos en ir a la casa de las brujas Guinea.

— ¿Están aquí? —digo.

De repente, unas velas negras que hay en la entrada, se encienden de golpe haciendonos saltar del susto.

— No hace falta el teatro —comenta Angie.

— ¿Han traído lo que les hemos pedido, vampiros? —pregunta la misma voz que nos dijo que consiguiéramos la piedra.

Angie alza la piedra de resurrección y ésta brilla peculiarmente.

— Ya veo —añade—. Entren en la sala de estar.

¿Sala de estar? Espero que nos sirvan té y galletas.

La puerta que tenemos enfrente, se abre de golpe.

— Esto da miedo —dice Norman.

— Estamos en una casa embrujada, Norman —responde Jim—. Es obvio que da miedo.

Voy delante con Oliver a mi lado, y entramos al salón.

La luz es escasa, pero se encienden antorchas que hacen iluminar el lugar.

— Ahora quiero ser bruja —señala Oliver.

— Te quedaría muy bonito el sombrero puntiagudo —comento—, sentará tu piel morena.

Oliver pone los ojos en blanco y camina al centro del salón.

— Hay un pentagrama. —Señala con el dedo Jaida—. Hace años no veía uno. Me alegro que no esté invertido.

Cómo la señora Leigthon sabe tanto sobre el tema. ¿Salió con un brujo?

Hay cinco velas negras en cada punto del pentágono, las cuales se encendieron de golpe.

— Pongan la piedra dentro del pentagrama —dice la mujer sin cuerpo—, y yo despertaré.

¿Será seguro esto? Si Aylia confió en el aquelarre yo también debo hacerlo, ¿verdad?

Angie camina hacia al signo de esoterismo y coloca la piedra como dijo la bruja.

Las llamas de las velas y antorchas crecen notablemente, altas y derechas.

Ráfagas de viento corren por la sala, y hace que se abran de golpe las ventanas y flameen las cortinas de seda.

Pero entonces, el fuego se corta, quedando todo en penumbras y una figura alta y de capa aparece en la oscuridad.

— Gracias, vampiros. —Un trueno ilumina su figura y se acerca—. Cumpliré con mi parte.

Quiero saltar de la alegría, estamos cada vez más cerca de lograrlo. Estamos cerca de revivir a Aylia.

— ¿Dónde...? ¿Dónde está la chica cambiante? —inquiere la mujer, aún con el rostro escondido entre la capucha.

La chica cambiante.

Qué gran apodo, lo usaré a partir de ahora.

— En Londres —responde Jaida—, si gusta podemos llevarla...

La señora Leigthon iba a seguir hablando, pero de golpe la bruja desapareció, dejando polvo en su lugar.

— ¿Por son tan extrañas? —inquiero, con una ceja alzada.

Angie suspira.

— Así son les brujas... —Suspira Rosse.

— ¿Y tú qué sabes de brujas? —dice con ironía Jim.

El reino olvidado ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora