FINAL

42 2 51
                                    

Aylia

Okay, creo que colapsare. Angie tiene a todo volumen Britney Spears, y es insoportable. Hace los agudos y graves, y créanme cuando les digo que, un gallo, canta mejor que ella.

— ¿Puedes callarte ya? —pregunto exasperada, intentando hacerme una línea en el párpado, siendo la cuarta vez que borro lo anterior y vuelvo a intentarlo.

Pero ella sigue.

— ¡Ups, i did't again! —exclama en el estribillo como loro afónico—. I play with youre heart...

Y baila por toda la habitación, saltando entre la ropa tirada y yo me contengo por tirarle con el peine que está sobre el tocador.

— Si sigues así te echaré —advierto.

Pero ella no me hace caso, y sigue con la música y cantando como loca.

Deberé hacer algo que hace mucho no hago... pero es efectivo.

— ¿Quieres que me convierta en Manuela? —pregunto con seriedad, intentando aplacar la sonrisa de autosuficiencia.

Ella para de bailar y se gira lentamente.

— No lo harás... No serás así de cruel.

Alzo un ceja arrogante.

— ¿Me estás subestimando?

Manuela proviene de una vieja leyenda de un castillo de Gales, cerca de donde Angie tenía su hogar hace mucho tiempo.

Era una mujer que murió por suicidio. Terminó volviéndose loca por el asesinato del amor de su vida, Ernesto, y aún se cuenta que en el castillo se oyen sus lamentos de amor.

Yo nunca fui, y no lo haré jamás. En cambio, Angie una vez debió ir con su padre, conde de un reino de Escocia, y decía que una mujer no paraba de perseguirla.

— Odio que aún uses eso en mi contra —murmura, y deja de cantar aún con la música sonando.

Pero se escuchan tres golpes en la puerta, encontrándome con Rosse, toda producida.

— Guau —me asombro.

Ella se echa el cabello atrás en gesto arrogante.

— Hace mucho que no me arreglaba...  Y, esta noche, será para romper corazones.

Frunzo el ceño.

— ¿No te gusta Máximo? —Es el chico del curso de pastelería.

La castaña de largos aros dorados rueda los ojos.

— Eso no significa que me impida enamorar a varios.

— Haz lo que quieras. Hace mucho no vas de fiesta. Hace... ¿Dos décadas?

Mi hermana pone una faceta de aburrida.

— Mi vida es triste, no hace falta que me lo recuerdes.

Ella se va, excusándose que irá a ponerse los zapatos y buscar un abrigo y yo vuelvo a mi habitación.

— Amiga, ese vestido será el más bonito de todos. —Alzo las cejas.

La rubia me guiña un ojo.

— Voy lista para todo.

Oh, y cuando Angie dice "todo", no miente.

Es hora de que me quite la camiseta de andar por casa, porque debajo, está mí top estrella (tip para que no se manche la prenda al maquillarte, de nada).

Segundo, me pongo una falda negra de cuero elástico, zapatos de tacón algo bajos, quiero bailar, no morirme de un esguince, y como por último unos aretes muy grandes de rombos, y muchas pulseras de metal.

El reino olvidado ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora