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Maratón 2/2

Phil

Veo una y otra vez a Aylia que camina hacia mi camioneta y no lo puedo creer. Es como si volviera al pasado y la viera con sus vestidos de colores preciosos y accesorios de piedras.

Mientras ella se acerca, no dejo de mirarla. Estoy atónito.

Es lo que tanto anhele volver desde que nos separamos. Ella, con sus vestidos hermosos y coronas. Recuerdos y más recuerdos pasan por mi mente como torbellinos.

— Hola de nuevo —saluda Aylia con una sonrisa.

No puedo hablar, es como si me hubiera olvidado cómo hacerlo.

Concéntrate, Phil. No pierdas la cabeza.

Oh, créeme, conciencia. Ya la perdí.

Angie sube detrás de ella y Oliver vuelve a su puesto como acompañante de copiloto.

— Okay, esto es demasiado raro —señala Angie.

— Concuerdo del todo contigo —repone Oliver—. Es raro, pero bonito.

Esbozo una media sonrisa y veo por el espejo retrovisor a mi ángel, quien está con su teléfono, sacándose una foto.

— ¿Siendo influencer, Ayls? —inquiero con diversión.

La castaña de tiara y atado de bucles en el cabello se encoge de hombros.

— Tengo quinientos seguidores. Voy a por más. —Ríe, haciendo que se le marquen los hoyuelos—. Creo que seré famosa, ¿sabes? Aman mi estilo.

Y yo te amo a ti.

Enciendo el motor y arranco la camioneta, para ir rumbo a nuestro destino.

El camino fue discutir sobre cómo irán los demás. Creo que la mayoría de los que asisten a la fiesta sacaron todo de internet, e hicieron lo que pudieron.

— Pobres estúpidos. —Río con burla—. Seguro irán sin saber nada de la historia de la moda de la época.

Llegamos al aparcamiento del instituto. El exterior está lleno de color y expresión. Hay globos azules y rojos (los colores de la preparatoria) y luces por todos lados.

El estacionamiento está explotado de autos. También hay mucha gente fuera, platicando y bebiendo en vasos de papel, y me sorprendo cómo van vestidos. No están tan errados: los chicos van con sacos y chaquetas largas de colores oscuros, botas altas y algunos llevan coronas.

Es mi hora de brillar.

Salgo del auto, y ayudo a bajar a Angie y Aylia: sus faldas son demasiado amplias y largas, haciendo que se les dificulte moverse dentro del auto.

Tomo la mano de Aylia, y una descarga eléctrica recorre mi brazo, haciendo que mi corazón martillee dentro de mi pecho como loco.

Aún tiene ese poder en mí.

— Oigan —nos dice Angie, mirando a un punto en especifico, y luego a nosotros—. ¿Vieron a Amberly?

Nos señala con el dedo, y nos topamos con una figura esbelta y cabello dorado.

— ¿Qué demonios es ese vestido? —inquiere Aylia con una mueca—. Es una falta de respeto a los que inventaron esa moda.

Le doy la razón: ella trae un largo vestido azul marino, lleno de piedras decorando el escote, demasiado profundo, y la falda está cortada por el frente, y larga por detrás.

Dios santo, esta chica no puede ser tan tonta. Sólo quiere llamar la atención. Y no puedo evitar sentirme estúpido por haberla querido, aunque nunca amé a otra chica más que con Aylia, jamás. Y tampoco crea que pueda.

El reino olvidado ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora