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Phil

Me desperté por un golpe seco en la habitación de al lado, y luego que agudice mi oído, escuché como alguien llora desconsoladamente, casi gritando.

Mientras salgo de la habitación de Dean, sigo oyendo el llanto desesperado y me doy cuenta que proviene de la habitación de Aylia, y sé que es ella porque escucho como murmura entre llanto: <<soy una idiota>>, <<maldita perra>>, <<soy una cualquiera>> <<no me merezco nada.>>

― Aylia, abre la puerta. ―Toco la puerta con desespero.

Nada.

― Aylia, me estas asustando. ―Mi voz es cada vez más temerosa; no sé a qué se debe su comportamiento. Es como si se hubiera muerto un ser cercano, como cuando pensé que la había perdido.

― ¡Déjame! ―exclama desde dentro con una voz que me destroza.

Suspiro con fuerza.

― Déjame entrar si no quieres que tire la puerta abajo ―advierto con dureza—. Aylia.

Otra vez nada. Me preparo para dar un golpe con el hombro que seguro hará que se abolle la madera y ésta caiga dando un fuerte golpe que despierte a todos.

― Uno ―Me hago para atrás, listo para encontrarme con lo que sea―, dos...

Y casi cuando estoy a punto de derribarla, esta se abre.

― ¿Qué quieres? ―Se limpia las lágrimas de un manotazo.

Frunzo el ceño.

― ¿Por qué llorabas? ―Mi tono de voz es preocupado. Si alguien le hizo algo lo haré polvo. Al ver que su labio tiembla, doy un suspiro y la rodeo con los brazos, y se vuelve a desmoronar.

¿Qué demonios habrá sucedido? No sé qué pensar.

Mis preguntas me ahogan, pero la tomo de las piernas y la cargo a la cama, depositándola sobre ella. Yo me agacho para estar a su altura y la miro con el corazón derrotado.

― ¿Me quieres contar que sucede? Me estas preocupando.

Aylia saca su rostro que esconde entre sus brazos y me mira con ojos enrojecidos.

― L-le he... ―Tartamudea con dificultad para respirar―. Le he dicho a Oliver.

Con esa simple frase, se por qué es todo ese dolor y llanto incontrolable.

— Oh... Y no se lo tomo bien.

Estoy en cuclillas, apoyando los brazos sobre la cama y con la cabeza yendo a miles de kilómetros por hora.

— Y-yo... —Traga saliva, pero veo que tiene un nudo en la garganta que le impide hablar—. Yo no... —Solloza, haciendo que mi pecho me queme. Odio verla así; siento como mi mundo se viene abajo cuándo se encuentra en este estado—. Yo no los merezco.

Alzo las cejas con asombro, eso es lo que menos pienso. Y también puedo hablar por Oliver.

— Oye  —La miro con seriedad, tomando su mentón con suma suavidad—. Yo no te merezco, en el caso que dígamos eso. Eres la chica más maravillosa y dulce que encontré a lo largo de mis quinientos años de vida.

La miro a los ojos con intensidad, sintiendo como éstos brillan.

— No vuelvas a decir ese tipo de idioteces.

A lo largo de los minutos, logro tranquilizarla con palabras alentadoras como las cosas que hizo por todos, qué cosas amo de ella, y acariciándole el pelo castaño.

El reino olvidado ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora