Capítulo Cuarenta y Siete.

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20 de Abril, al atardecer.

La risa perruna de Sirius resonó en la fresca noche de primavera, mientras se sentaban alrededor del fuego. La cena había sido encantadora, con Sirius siendo ostentosamente cortés. Después de cenar, Philip, Lucas, Rose y sus hijos se marcharon para volver al clan. Los demás se acomodaron alrededor del fuego, un silencio incómodo los inundó hasta que Vincent preguntó: —Remus, ¿cómo conociste a Sirius?— eso había sido hace una hora, y se contaron muchas historias de los 'Merodeadores' en ese tiempo. Gabriel se había acurrucado entre su Papá y su Baba, manteniendo agarradas con fuerza sus manos mientras Remus y Sirius contaban historias sobre James y Lilly Potter. Las historias eran divertidas y lo hacían reír, pero todavía era agridulce escuchar por primera vez de sus padres.

Cuando la risa acabó Sirius dijo con un suspiro. —Como los extraño. Encontraré a mi ahijado y se arreglará todo.

—No fue tu culpa, Sirius. No podías saber que te mandarían a la cárcel sin un juicio— dijo Remus intentando confortar a su amigo.

Ignorando las palabras de Remus, Sirius se dirigió a Vincent. —¿Remus les pregunto si han visto a Harry?

Vincent no quería mentirle al hombre cuyos desesperados ojos grises estaban posados en sus ojos. —Sí, lo hizo.

Sirius se dejó caer contra una almohada suspirando, asumiendo que los gitanos nunca habían visto a Harry. Remus se acercó a su amigo y pasó un brazo a través de sus hombros.

Gabriel nunca se había sentido mal por esconderse del mundo mágico, hasta ahora. Estos dos hombres habían amado a sus padres y a él cuando era un bebé. Ahora se sentían tristes, desesperanzados y culpables por defraudar a sus amigos y al bebé que recordaban. Aumentando la fuerza de sus protecciones mentales, Gabriel soltó las manos de sus padres y caminó hacia los dos amigos que estaban sentados y se abrió paso entre los dos hombres y los abrazó.

Sirius y Remus se pusieron rígidos por la sorpresa por un momento y luego se relajaron, acurrucándose junto al niño pequeño. Se sentaron en silencio por un rato y luego Sirius habló. —Me gustaría saber si él está a salvo, sabes. ¿Si lo aman y lo están cuidando bien?

Gabriel aclaró su garganta. —En sus historias mencionaron la 'suerte Potter' muchas veces. Apuesto que Harry tiene la misma suerte.

Antes esto, Sirius sonrió. —Por supuesto, el pequeño de seguro tiene la suerte de los Potter. ¡Por qué no pensé en eso! ¡Ahora mismo probablemente está sentado en un trono aprendiendo a ser el Rey de un país exótico y salvaje! ¡Y justo a tiempo aparecerá y salvará el día sorprendiendo a todos!

Remus meneó la cabeza ante la emoción de su amigo. Todavía se sentía incómodo al pensar en dónde estaba Harry. Suspirando, se acercó y enterró la nariz en la espalda de Gabriel. El chico olía a aire fresco de primavera, tierra, humo de madera y un aroma floral picante, que Remus supuso que era su jabón. Debajo, muy débilmente, había otro aroma, algo que decía manada y hogar.

Gabriel notó que Remus sintió algo así que con cuidado se dio la vuelta y miró a los ojos ámbar.

—¿A quién eres leal, Remus? Un niño pequeño no huye de un hogar feliz.

Los ojos de Remus se abrieron cuando el conocimiento se posó en su mente. Sabía, pero la habilidad de seguir esa línea de pensamiento o decir algo al respecto le fue negada. —¿Cuántos años tenías cuando llegaste a vivir con los gitanos?

—Hui de casa cuando tenía cinco años— respondió Gabriel.

Las ruedas en la mente de Remus comenzaron a girar. —Soy leal a Harry Potter. Y por los demás no lo sé.

Caravana Gitana [Harry Potter]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora