Caravana Gitana [Harry Potter]

Capítulo Ochenta.

Viernes, 20 de Diciembre. 7am

—Gracias, Mbiriviri— Gabriel dijo mientras salía de la meditación. Recostándose contra un sofá púrpura oscuro, miró alrededor de la biblioteca de los Fundadores con la esperanza de que algo de su meditación tuviera sentido.

El fénix dejó de cantar. —¿Pudiste encontrar lo que estabas buscando?

—Pude alcanzar un nivel profundo de meditación, pero desafortunadamente simplemente hay demasiadas voces por ahí y muchos secretos guardados— Gabriel sonrió suavemente relajándose en el espacio emocionalmente limpio que Mbiriviri había creado con su canción—. Hay muchas personas que planean ayudarme. Lo que sea que venga, no estaré solo.

—Por supuesto que no, niño tonto. Fawkes y yo estaremos allí contigo. Sabemos lo que planeas hacer, te ayudaremos.

—Me da una gran esperanza saber que estarás allí.

Mbiriviri miró a su humano con amor. —Como debería. Ningún humano ha ido a la batalla con un fénix a su lado, y tendrás dos. No puedes perder.

—¡También estaré ahí!— Aurora siseó sin querer quedarse fuera.

—Sí, y estoy muy agradecido.

—Como deberías ser— dijo Aurora y luego se estiró en un parche de sol, sus escamas negras reflejaban arcoíris.

Fawkes voló a la habitación a través de la ventana protegida. —¡Sé quién es el espía! Dumbledore le ha pedido a un joven llamado Thadwick que traslade a su familia con Tom Riddle. Asegurará su lugar dentro de los Mortífagos y lo convertirá en un espía más efectivo. El chico no puede tener más de dieciocho años; ¡es solo un niño!

Gabriel no creía haber escuchado que un fénix sonara desagradable, pero un Fawkes enojado no era un sonido agradable. —¿Cuándo va a atacar?

—Tus padres pidieron permiso para llevarte a Hogsmeade el lunes, los capturará allí. Dumbledore no quiere que suceda en la escuela.

—Está bien, en ese caso decidiré qué hacer mañana. Hoy es el último día de clases y esta noche el baile, donde planeo divertirme. Me preocuparé por todo lo demás mañana.

Gabriel se levantó para irse cuando Mbiriviri lo llamó. —Ángel, antes de que te vayas, en algún momento hoy debes ir y hablar con las hadas y los elementales del bosque. Si saben lo que quieres, estoy seguro de que te ayudarán.

—¿Por qué harían eso?

—Debido a todos los dulces que dejas para ellos. ¡Ahora vete para que pueda dormir!

—Sí, Aurora, por supuesto, Aurora: cualquier cosa que digas, Aurora— Gabriel se rió, inclinándose mientras salía de las habitaciones de los Fundadores.

—Y dijiste que nunca se le podría enseñar— siseó soñolienta.

La risa trémula del fénix infundió a Gabriel cuando se fue, asegurando una feliz mañana.

Gabriel saltó alrededor del castillo, felizmente saludando a todos, y cuando se sentó apenas pudo evitar rebotar en su asiento. Todos los maestros tenían una expresión de indulgencia irritada en sus rostros, mientras se esforzaban por enseñar el último día antes de las vacaciones.

Durante el almuerzo, Gabriel se dejó caer junto a su novio y lo besó profundamente antes de empacar la comida en una pequeña canasta.

—Hola, ¿qué está pasando?— preguntó Draco con una sonrisa.

—¿Alguna vez has escuchado una risa de fénix? Es como una droga. Tengo que ir a hablar con las hadas, pero volveré a tiempo para la clase. ¡Estoy tan emocionado por esta noche! Bailarás conmigo, ¿verdad? He estado ayudando a Adonis y a papá a elegir música toda la semana. Te quiero. ¡Te veré más tarde!