¿Qué es depresión para ti?

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Bendito sea el domingo, único día en que no teníamos que ver a ningún psiquiatra rondando por nuestro lugar. Era comer sin preocuparte a que dentro de una hora estarías en un salón de terapia y que esa misma comida sería la que te haría vomitar por los nervios.

Se sentía la maldita libertad; al fin te dejarían morirte dentro tus paredes blancas sin estar jodiendo.

Pero, mientras nosotros disque "disfrutábamos" a ellos les tocaba recibir reuniones de instrucción. Ya se aproximaban grandes cambios en el hospital y tenían que estar al tanto de todo porque incluso, se vendrían evaluaciones psiquiátricas para ellos mismos.

"Cumplir con el perfil profesional" era de vital importancia, más todavía, si se rumoreaba que había deficiencias, negligencias y doctores maltratando a los pacientes dentro del psiquiátrico más prestigiado de la ciudad. El director general por lo regular estaba al margen de todas las situaciones, puesto que todos los resultados eran truqueados y manejados por la enfermera más hijueputa de todas; incluso peor que Williams e Inés juntas. Laura Jiménez era el único culito inteligente que controlaba todo el dinero de su marido, el director, a su antojo. Por tanto, ella respaldaba los comportamientos bruscos de sus empleados: tenía la linda creencia de que "por ser enfermos mentales se nos tenía que tratar como animales".

Todo parecía ir de maravilla y pacificación hasta que una terrible noticia cruzó por la entrada principal.

—¡Ayuda, ayuda, por favor!

Se escandalizó todo el hospital, porque, a pesar de que continuamente escuchábamos esos gritos de auxilio, esta vez era una voz tierna y joven: tan solo un pequeño de 12 años: la única debilidad del corazón desalmado de Williams.

Los enfermeros creyeron que llegarían a controlar la situación mientras salían los médicos de su conferencia, no más hasta que vieron el cuello del pequeño sangrar ligeramente por el cuchillo filoso que traía sobre él mismo.

—¡Ayuda, por favor! —seguía suplicando con desesperación el pequeño. A nosotros solo nos quedó imaginar qué era lo que pasaba porque desde las habitaciones no lográbamos presenciar esos grandes escándalos..

—¡Atención, tenemos un E-956! —hablaba por radio uno de los practicantes de guardia que temblaba al imaginar que se había equivocado en el código.

—¡Copiado! —obtuvo como respuesta a su llamado.

Williams no aguardó a recibir ninguna indicación por parte de sus superiores y sin pensarlo salió corriendo para poder auxiliar a aquella voz inocente que suplicaba por su presencia.

Luego de un minuto, quizá menos, llegó su madre por detrás de él y de inmediato la amenazó tanto como a los presentes, con suicidarse .

—¡Enciérrenme, carajo, o me mato! —se acercó todavía más el filo a su tierno cuello al ver que su madre le seguía el paso muy de cerca. Era evidente que trataba de persuadirla a ella con esa fuerte amenaza de muerte—. ¡Aléjate, madre, no quiero verte!

—¿Qué sucede aquí? —resonaba alarmante y preocupada la voz de Andrea.

—¡Deben ayudarme, por favor! —y ese pequeño no dejaba de rogar casi por piedad.

—¡Se volvió loco_ e intenta matarse! —expresaba la madre que estaba tras de él sintiendo pánico por lo que hacía su hijo, pero ni eso sería capaz de abrirle los ojos que se obligaba a cerrar.

—¿Loco? ¿En serio? ¡Qué estupidez es esa! —Williams ni siquiera podía aceptar que ella lo dijera de esa forma cínica y bien dicho, estúpida.

—Doctora, por favor, enciérreme, no quiero estar más con ella —aquel cuchillo parecía estar totalmente unido a la piel del chiquillo, ya que por ningún motivo lo soltaba y ni como mínimo ese mismo se sentía inseguro al hacer lo que hacía.

𝐃𝐞𝐥𝐢𝐜𝐭𝐢𝐯𝐚 𝗜 "𝑬𝒍 𝑷𝒓𝒊𝒏𝒄𝒊𝒑𝒊𝒐 𝑫𝒆𝒍 𝑭𝒊𝒏𝒂𝒍"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora