Los pasadores en tu cabello

29 12 0
                                    

Pasada la noche y parte de la mañana estaba de vuelta a la rutina: un psiquiatra para cada pasillo; un enfermero para cada celda a despertarnos. Medio mundo afuera con ojeras, sueño y alguno que otro zafado con ganas de vivir la vida. Directo a desayunar y malgastar oxígeno. Ya estando libres, Lexy se acercó a mí y me acompañó toda la estadía.

—Vi que llegaste muy noche, ¿a dónde te llevaron?

—Solo salí un momento con Andréh a la heladería.

—¿Con el del bigote que va tras de Andrea?

—Ese mismo. Ayer me consiguió un pase para salir a la ciudad y liberarme un solo día de Williams. La verdad fue increíble —notablemente hablaba con una ilusión en mis ojos que apenas y podía fingir con mi tono bajo.

—Creo que le gustas —ante mi alivio y emoción disfrazada en tranquilidad, dijo encogido en sí con una voz frívola teniendo las manos dentro de sus bolsillos.

—¿Quién? ¿Yo? ¡Pffff! Nah, intenta ayudarme que es muy diferente. A él por pérdida de tiempo le gusta la amargada.

—Pero si se la pasa intentando tenerte con él, hace muchos méritos para sacarte de las sesiones de Williams. Por ningún otro de nosotros ha mostrado el mismo interés, es obvio que le encantas —prosiguió con su estilo frívolo sin dirigirme la mirada solo teniéndola agachada o con la vista hacia en frente.

—No es cierto —renegué—, bueno, lo de encantarle es mentira. Si él está embobado con aquella loca —comencé a extrañarme de sus preguntas y comentarios puesto que no veía un objetivo claro.

—¿Y a ti te gusta estar con él? —fue el único momento en que rápido se regresó a verme para luego seguir con la mirada hacia la salida del pasillo.

—Pues... —balbuceé un momento ya que tenía esa sensación de querer darle explicaciones sobre todo, aunque sin algún motivo que me obligara a hacerlo—. Me gusta estar con él porque estoy lejos de Andrea y no me trata nada mal como ella lo hace. Me siento menos apresada y herida. Además, a cualquiera pudiera encantarle su sonrisa coqueta, pero más nada.

—No sé qué le ven a él que todas lo aman.

—Excepto Williams.

—Ella no se ama ni a sí misma, pero tal vez con él es ese maldito bigote o esa sonrisa de hombre idiota que siempre carga. ¿Qué le ve de bueno a la vida para tanto sonreír?

—Tal vez, simplemente no es tan pesimista como nosotros.

—Yo no soy pesimista, solo quiero largarme de este asqueroso lugar y volver a ser feliz...

—Chicos, en breve estaréis de vuelta a sus celdas. Terminad lo más rápido posible y andaros —interrumpiendo, anunció Williams desde la entrada al comedor a todos nosotros.

Pero aún más de sorpresa, Ander me habló.

—¿Te parece si a la media noche intentamos salir? Sé que es fácil hacerlo y tú varias veces te has saltado puertas, no me lo vas a negar.

Un tanto paralizada, supe que no podía mentirle y con el rostro pálido le cuestioné.

—¿Cómo lo sabes?

—Los pasadores en tu cabello, están muy maltratados y parecen llaves. Cualquiera se daría cuenta porque ni siquiera llevas un peinado en sí.

Atontada me jugué el cabello como si intentase buscarme algún peinado inventado que, por supuesto, no existía.

—Veee, está bien, no lo voy a negar.

—Esta tarde tendré sesión con Andrea, así que después de ello necesitaré que alguien me escuche de verdad y no vaya a regañarme. Por favor, solo una vez, ¿sí?

—¿A la media noche?

—Sí, para entonces la mayoría estarán dormidos, excepto nosotros.

—Me jugaré la vida y lo haré.

—¡Genial! Te busco por la noche, no digas nada.

—Por supuesto que no.

Ambos nos deseamos suerte y regresamos a las divertidísimas celdas. Pasaron varias horas que sentí eternas, pero al fin llegó la hora, con las miradas de habitación a habitación nos recordábamos lo que haríamos. Nuevamente a fingir tomar la pastilla y dormir profundamente. Las luces azules de todos los pasillos se apagaron y se encendieron las amarillas de la entrada al hospital. Médicos, enfermeros y personal de servicio ya se habían ido a sus casas o a los departamentos del hospital; solo quedaba el guardia que ninguno de todos los pacientes, ni los más inteligentes para escabullirnos sabíamos dónde estaba. Levemente cerré los ojos para esperarlo, pero ya me estaba quedando dormida cuando de repente escuché sus susurros pidiéndome ya salir. De una el sueño se me fue y volví a hacer la magia con mis pasadores. Cuidadosamente cerré y salí. Me tomó de la mano para que ambos en complicidad pudiéramos llegar hasta la puerta principal.

—Vamos, tenemos que ser precavidos. Tú cuídame la espalda y yo el frente.

Nos detuvimos en una esquina donde se escucharon ligeros pasos de alguien, rápidamente él me puso por detrás y revisó que todo estuviese bien. Escondidos tras de la pared esperamos a que la amenaza pasara y continuamos cuidándonos de la misma forma.

—¿Y a dónde quieres ir después de salir?

—¿Ir?

Bendita pregunta: me hizo detener y volver a temblar de miedo. Sostuve su mano fuerte para hacer que él también parara. De un repentino frenón casi cae sobre mí.

—No podemos irnos, ni tú ni yo tenemos a dónde llegar.

Notó en mis ojos la desesperanza y recargado a la pared en la cual aquella vez me detuve a pensar, él se sentó pidiéndome hacer lo mismo.

—Vale, entonces quedémonos aquí —sacó un cigarrillo de su bolsillo, lo encendió y llevó a su boca para comenzar a consumirlo y sí, lo noté un poco enfadado por mi cobardía—. ¿Cómo te fue hoy?

Lo miré confundida porque no sabía si lo hacía para hacerme sentir mejor o para así evadir su coraje, sin embargo accedí a sentarme a su lado y contestar.

—Estuve paranoica pensando en lo que haríamos esta noche, lamento no tener valor suficiente para salir de aquí. Cada uno de esos pasadores desechos significan un deseo por escapar. Jamás he podido cruzar más allá de esa hijueputa puerta; mi miedo es más poderoso que yo.

—¿A qué le temes?

—Solamente a la maldad de la sociedad o tal vez simplemente a la mía en sus garras.

—Quizás yo llegué a formar parte de esa maldita sociedad.

—Por desgracia, todos lo somos, aunque unos estemos aquí encerrados y otros allá gozando de su libertad.

—¿Qué hiciste para estar aquí, Chia? ¿¡Qué!?

—No lo sé, no lo sé - No pude evitar el necesitar llorar y hacerlo de nuevo sin esperanza.

—Algún día saldremos de aquí, lo sé, lo sé...

𝐃𝐞𝐥𝐢𝐜𝐭𝐢𝐯𝐚 𝗜 "𝑬𝒍 𝑷𝒓𝒊𝒏𝒄𝒊𝒑𝒊𝒐 𝑫𝒆𝒍 𝑭𝒊𝒏𝒂𝒍"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora