No fui cualquier estúpido

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Las enfermeras entraron para dejarnos de comer miserias como la mayoría de los días. Supongo que ese huevo frito y esa asquerosa arroz me devolvieron la "disqué cordura", puesto que, aparte de hacerme vomitar, todo el jodido día estuve con ansiedad del saber que alguien tenía los secretos de mi libro en sus manos y más que nada, por saber o imaginar lo que podría hacer con esa información en sus sucias y malignas manos.

Por la noche, fingiendo estar dormida como de costumbre, vi que Lexy volvía a escaparse de su habitación utilizando una llave que se había desprendido de mis cabellos una tarde en la que ilusamente había dormido sobre sus brazos. Claramente lo seguí para averiguar a dónde iría y no lo pude creer cuando lo encontré. Se había quedado sentado recargado en la pared viendo hacia la salida como lo solíamos hacer cuando éramos una "feliz" pareja. Fumaba un cigarrillo de su típica marca favorita dentro de lo que podía conseguir de contrabando en el hospital y las manos le seguían temblando; significando eso que seguía sin tomar su medicación desde el día en que comenzamos a "desintoxicarnos" bajo nuestra propia prescripción...

Yo de alguna forma meramente débil no podía odiarlo en su totalidad, pues estúpidamente alguna vez sentí amarlo de verdad y en esa idiotez mental me enseñó demasiadas veces a superar algunas fobias como también me ayudó a sobrellevar momentos en los que mi ansiedad mezclada con pánico no me permitía ni respirar correctamente. Momentáneamente cerró sus verdes ojos dejando escurrir de ellos una pequeña gota de lágrima con sabor a dolor que lo conllevaba a la desesperanza. Ante esto aproveché para sentarme a su lado, pues sentía unas inmensas ganas de ser apapachada con sus brazos, aunque solo fingiera importarle.

No abrió para nada sus ojos, pero sí habló.

—Reconocería tu esencia a kilómetros de distancia, mi olfato de novio celoso, como tú dices, aún sigue funcionando —soltó el humo que guardaba en su boca por la nariz.

Se lo arrebaté de entre las manos, llevando el cigarrillo a mi boca y sacando de la misma un grisáceo aire.

—Si me detuviera a odiar a cada persona que me ha dicho te amo sin sentirlo... estaría más amargada de Williams.

—No me la recuerdes, ¿quieres? —finalmente abrió sus cristales percatándose de mis moretones y despertó de su nublado mundo muy preocupado por el estado de mi cuerpo aun cuando estos hematomas todavía no eran exageradamente notables—. ¿Qué es lo que te pasó?

—Intentando averiguar quién había robado las copias de mi libro terminamos en una pelea.

—Pero ella, ¿ella te logró hacer esto? —sostuvo mis brazos queriendo acariciarlos—. Se me olvidaba que sí estás psicópata.

—¿Cómo? —se regresó a verme y yo a él—. ¿No fuiste tú?

—¿Qué cosa?

—El que robó las copias del libro, solo tú sabías dónde estaba, me lo dijiste.

—Entonces no solamente yo tenía concierne de ello... Yo sabía del libro verdadero que tiene en su oficina encerrado con llave, alguien con suficientes cojones debió introducirse en ella y saquearlo.

—No sé cómo Andrea piensa que fui yo, si efectivamente sabe que ni tú ni yo siquiera nos atrevemos a cruzar esa puerta teniendo suficiente libertad para hacerlo.

—Andrea es una puta, hará todo lo posible para destruirte si tú no lo haces primero.

Si yo no lo hacía primero... ¡Eso es! Necesitaba llevarle la delantera para poder vencerla definitivamente. ¿Pero cómo?

—Estoy escuchando lo que dices... —dijo regresándose de nuevo a mí—. ¿Por qué no intentas comenzando por saber la razón de que sea así? Y quizás hablar en tu mente tus diálogos internos novelísticos.

𝐃𝐞𝐥𝐢𝐜𝐭𝐢𝐯𝐚 𝗜 "𝑬𝒍 𝑷𝒓𝒊𝒏𝒄𝒊𝒑𝒊𝒐 𝑫𝒆𝒍 𝑭𝒊𝒏𝒂𝒍"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora