Mi madre seguía sorprendida y muy-muy asustada porque, lógicamente pensaba que me había escapado debido a su mala costumbre de nunca leer las correspondencias donde habían dejado prescritas mi situación médica y la advertencia para hacerles saber que por 2 semanas regresaría a casa. La única alegría al llegar fueron los abrazos de mi pequeña hermana y del hijo de mi hermana.
—¡Chia! —con toda la felicidad que puede existir en un alma inocente se abalanzaron contra mí, haciendo que de sus sonrisas al verme después de tanto tiempo sacara fuerzas para sostenerlos en mis brazos.
—¡¿Qué estás haciendo aquí?! —insistía ella con su mala vibra.
Y Gastón, mi padre, como siempre a su sombra y de rodillas a sus decisiones esperaba a que yo pudiera responder coherentemente; cosa que por supuesto no hice.
—Me escapé del hospital, ya no soportaba estar allí y decidí volver.
—¡Pero tú estás incuerda acaso?
—Supongo que por algo me enviaste ahí.
—Chiarola, por favor, explícanos realmente qué está pasando.
—Ahora mismo voy a llamar al hospital. No puede ser posible que con todo lo que estoy pagándoles aún no hayas aprendidos siquiera una mínima lección.
—Llama y quedarás como una... —"estúpida" pensé en decirle, pero me reservé las ganas—, irresponsable —tomé la ficha psiquiátrica de salida con varias indicaciones más que Andrea nos había dado a cada uno y la lancé a la mesa que estaba cerca de ellos—. Eso te pasa por no abrir nunca el correo.
—¿O sea que estás de vacaciones? — Gastón preguntó emocionado al suponer que tendría días libres, por primera vez ignorando la amargura de su esposa para poder llegar y abrazarme también como desde un principio al verme en la puerta quiso hacerlo.
—No seas ridículo Bonfert, no está de vacaciones. El hospital está en remodelación y enviaron a todos los internos de vuelta a sus casas por medio mes.
Insatisfecha bailó las hojas entre sus manos, reluciendo así sus uñas largas que por no ser ama de casa podía mantener y presumir, levantó el rostro serio como siempre, cruzó sus brazos y añadió:
—¡Umm, creí que eran profesionales comprometidos!
—¡Basta, Hele! Tu hija está de vuelta ¿y tú solo te puedes enojar?
—Ya no es raro de mamá, pero dejando todo eso de lado, ¿dónde está Hilena? - cuestioné algo nerviosa al no detectar la temprana presencia de mi hermana con sus brazos sobre mi espalda.
—¿Cómo quieres que no me enfade si ninguna de mis hijas es normal?
—¿A qué te refieres? ¡Dónde está Hilena! —pregunté muy seria, ya que oír a Hele hablar de esa manera sobre su hija preferida significaba malas noticias.
—Hilena está hospitalizada ahora mismo, después de su separación con Daniel decayó en la drogadicción y el alcoholismo y, los niños se asustaban demasiado —comenzó a explicar suavemente Gastón.
Plenamente anonadada no me podía explicar cómo esa mujer que parecía tan cuerda terminó así.
—¡Por Dios! ¿Hilena pudo hacer eso?
Cruzada de brazos y sin dejar su postura recta de fineza me echó en cara lo que alguna vez fui.
—Si pudiste hacerlo tú que eras una excelente alumna, tu hermana también.
—¡Yo no soy una drogadicta ni alcohólica! —le grité defendiéndome, pero sin dejar de sobajar a mi hermana.
—¡Paren ya! Me tienen harto con sus discusiones ridículas a cada momento, ¿podrían comportarse como madre e hija que son? —como segundo milagro mi padre confrontó a esa señora histérica a la que diariamente tenía que soportar poniéndose entre ambas queriendo defenderme de una forma en que antes no lo había hecho.
—No sé qué demonios hice yo para merecerme un par de hijas ingratas y un esposo tan ... —sostuvo entre sus dientes las ganas de insultarlo al grado de poder desahogarse reservando un cúmulo más de su amargura que después, como Andrea y los demás, descargaría en mí—, como tú.
—Lo mismo me pregunto respecto a ti.
Casi que le aplaudo fuertemente a Gastón por armarse de cojones al fin y enfrentar a esa mujer que al parecer necesitaba la pija del psiquiatra más que yo y por intentar defenderme a su manera, ya que, esa acción causó que mi madre dejara de joderme por leves momentos, además de que se quedó a mi lado sin darme la espalda al momento en que ella decidió irse totalmente decepcionada de lo que pensaba éramos nosotros, cuando en realidad era de sí misma y su poca paciencia.
—¿Por qué sigues con ella? Yo me pregunto siempre al verte soportarla.
—Ni siquiera yo tengo idea, tu madre ha sido completamente distinta desde que...
—¿Desde qué cosa? ¿Desde que decidió enviarme al psiquiatra? ¿Incluso de su amargura soy culpable?
—No, Chia, tu madre ha sido cruel conmigo y con todos desde que recuerda que no soy el amor de su vida: al que tanto había querido de verdad.
—¡¿Qué dices?!
—Ella se casó conmigo por el mismo motivo en que quiso que tu hermana se casara con Daniel, pero no entiendo cómo es que ni aún al darle lo que quería le veo pintada una sonrisa.
Se retiró levemente del sillón donde estábamos sentados y pensativo comenzaba a narrar. Casi parecía contarle al aire en lugar de a mí, pero lo entendía perfectamente porque siempre que queríamos evitar los vasos llenos de lágrimas dirigíamos la mirada a donde solo el viento pudiera criticarnos. Al oírle; al escuchar a un hombre hablar de esa forma sobre su esposa me hacía entender que en algún recóndito de este asqueroso mundo el cariño verdadero podía existir, e incluso, en casos más extremos el amor real. No le podía creer que fuera al 100% fiel con su esposa porque mi madre era realmente una bruja para odiar, pero sus ojos llorosos me decían que le hubiera encantado con toda su alma que aquella mujer; hermosa, a decir verdad, lo hubiera amado, aunque sea una sola vez en todos los años de su matrimonio.
Y si él, en medio de tanta compañía forzada y aflicción se sentía solo a morir, ¿por qué no podía comprender mi malestar al estar dentro del hospital?
—¿Por qué el puto dinero les tiene que mover siempre la mente e incluso su vientre?
—No tengo ni puta idea, Chia, lo cierto es que, es necesario pero también ser feliz al tenerlo, si no tienes ese equilibrio hay algo mal que estás haciendo en tu vida.
—¿Tú la quieres? —repentinamente entre tanta filosofía me animé a preguntarle.
Justo, ligeros segundos antes de responderme algo inconcreto ella reapareció.
—¿No piensan bajar a cenar? —se atravesó por la sala interrumpiéndonos muy bien por el tremendo ruido que sus tacones solían hacer.
—En un momento vamos.
—Bueno, no nacimos para esperarlos, así que dense prisa.
Él se quedó mirándola dirigirse al comedor con ese mismo brillo que desprendieron sus ojos al verme nuevamente en casa, sí que, aunque su respuesta no me lo hubiera dicho sus cristales cafés lo hubieran delatado a kilómetros de distancia. Un simple sí fue lo que salió de su boca casi muda, pero sé que realmente quería gritarle a ella misma que la seguía queriendo desde aquella vez que de adolescentes se encontraron por primera vez.
Le oía y parecía que Andréh andaba manejando su cuerpo y su alma; ambos enamorados incomprensiblemente de mujeres muy raras y hasta más locas e histéricas que yo.
Un mundo ficticio a veces puede ser mejor que el verdadero... Y solo en sus sueños, aquel anhelo se volvía realidad.
ESTÁS LEYENDO
𝐃𝐞𝐥𝐢𝐜𝐭𝐢𝐯𝐚 𝗜 "𝑬𝒍 𝑷𝒓𝒊𝒏𝒄𝒊𝒑𝒊𝒐 𝑫𝒆𝒍 𝑭𝒊𝒏𝒂𝒍"
Mystery / ThrillerEllos hicieron de mis últimos días unos tormentos: tormentos tan poderosos que acabaron con su vida misma. Se empeñaron en tratar de destruirme y verme derramar lágrimas por ellos, algo que consiguieron: lograron hacerme llorar por la desesperación...