El caso Spejel

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—Estephania, es tu turno —abrió Williams su celda y le pidió que la siguiera a su oficina.

—Por supuesto —y ella obedeció sin repelar.

Por la microventana que tenía con vista hacia el pasillo, miré cómo ambas se alejaban, mientras yo planeaba escapar usando un pasador más.

Ya era algo tarde, así que la quietud para ese entonces ya se me había pasado y quería compensar esas horas haciendo desastre.

Luego de que Williams cerrara su puerta, decidí entrar en acción. Salí abriendo ligeramente la mía y agachándome para que los otros no pudieran detectarme fácilmente, pero alguien sí lo hizo, pues cuidaba mis pasos. Al toparme con la oficina de Andrea me quedé allí cerca para escuchar de la misma forma en que salí; o sea, sigilosa. Comenzaron diciéndose cosas que se recordaban al pasado una de otra y eso exactamente fue lo que llamó mi atención.

—Spejel, ¿cómo comenzar? Desde el inicio hubo algo en ti que atrajo mi curiosidad... siento como si te hubiera conocido de alguna parte.

—No, no... no, lo creo —Fanía trataba de mentir, aunque sin poder, ya que se notaba demasiado en todo su titubeo.

—¿Cuál es tu edad?

—Yo... tengo 20 años y prácticamente toda mi vida ha sido un trauma.

—Estoy segura que podría reconocer tu rostro, es muy parecido a alguien que quise mucho hace tiempo.

—Yo también estaría segura de que encajas muy bien con las historias que mi madre me contaba sobre su amiga.

—Quién... ¿quién es tu madre?

—Lo he olvidado.

Tanto Williams como yo, nos quedamos sorpresivamente confundidas cuando mencionó esa frase. Se oía tan ilusa al hablar de su madre que no creímos que tratara de desviar el tema tan frívolamente: —¿¡Qué!? —pensé.

—¿Cómo que has olvidado quién es tu madre? ¿Te abandonó?

—Prácticamente, decidió irse cuando yo era un poco más pequeña. Me dejó a cargo de unos tíos que me han exigido venir al psiquiatra, luego de verme triste la mayor parte del día. Ellos piensan... que puedo llegar a suicidarme.

—¡¿En serio suicidarse?! —hablé en voz baja—. Aunque, no es mala opción.

—Y tú, ¿lo has considerado?

—Mis líos mentales radican más allá de solo el abandono de mi madre. Crecí sin un padre, mi madre nunca estaba en casa y cuando lo hacía también solo era para verla triste. Muchas veces la oí lamentarse y querer... —hizo una pausa porque el nudo en la garganta ya le jugaba en su contra y mostrarse débil para nosotros nunca había sido una opción—, querer suicidarse.

Ya estaba completamente adentrada en el tema, siendo una metiche como jamás lo había sido, pero es que el caso Spejel era realmente interesante, porque hasta yo empezaba a imaginarme coincidencias relacionadas con el pasado de Williams.

—Ella nunca fue mala, cuando lograba estar conmigo por las noches, me susurraba mientras peinaba mi cabello cómo se imaginaba algún día ser feliz—y derrotada con el rostro empapado de lágrimas haciendo ademanes trataba de explicar su atroz y lamentable pasado—: yo podía tener pocos años, sin embargo sabía que también su vida fue muy dolorosa. Ella lo intentaba, pero sus sentimientos no fácilmente se dejaban de lado. ¡¿Qué podía yo hacer con tan solo 10 años?! Finalmente, no soportó más nuestra situación y se fue, no tengo ni la menor idea de dónde esté. Un día simplemente amanecí sin tenerla a mi lado y todos mis deseos de ayudarla se convirtieron en ideas podridas dentro de mi alma. Juega en mi contra cada amanecer, cada tarde, cada noche, dentro de mi cabeza, con mi boca y otras tantas... hasta con mis manos.

En esa pausa, cuando sus ojos se quedaron paralizados y perdidos en otro mundo, estoy segura de que un recuerdo a la mente se le vino y estaba perfectamente relacionado con lo que ella decía, además sé que al mencionar las manos en una narración donde nos detenemos a analizar; lo hacemos para no mencionar... el acto delictivo que con ellas iba a suceder.

—Con tus manos...

—Sí, y me da miedo que algún día me controlen... y logren su jodido propósito.

—¿Cuál es el maldito objetivo?- pensé.

Repentinamente, alguien casi me provocaba un infarto tocándome el hombro de sorpresa. El corazón se me paralizó cuando oí de su boca salir las letras de mi nombre.

𝐃𝐞𝐥𝐢𝐜𝐭𝐢𝐯𝐚 𝗜 "𝑬𝒍 𝑷𝒓𝒊𝒏𝒄𝒊𝒑𝒊𝒐 𝑫𝒆𝒍 𝑭𝒊𝒏𝒂𝒍"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora