Ellos hicieron de mis últimos días unos tormentos: tormentos tan poderosos que acabaron con su vida misma. Se empeñaron en tratar de destruirme y verme derramar lágrimas por ellos, algo que consiguieron: lograron hacerme llorar por la desesperación...
— ¡No, suéltenme! Déjenme en paz, ¿a dónde me llevan?
— ¡Cálmate Andrea! Vamos a llevarte a dormir.
— ¿Quién carajos es Andrea? ¿Por qué me tienen aquí?
Agregaron una ficha más a los nombres de la habitación cubriendo los de las antiguas reclusas en esa misma: Danae, Chiarola y Alexis. Yo estaba por ocupar su lugar forzosamente, ni siquiera sabía lo que pasaba, pero sí que mi libertad ahí se acabó después de despertar de esa maldita pesadilla.
— ¿Cómo dice que se llama ahora? — Le preguntó una enfermera.
— Agrega una más — hizo una pausa y luego cuestionó — ¿Cuál es tu nombre?
— Soy Carolina Adams.
Finalmente, la de blanco borró el último nombre en la pizarra que decía Andrea, como me había llamado antes y puso el correcto.
Carolina Adams...
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