Delicioso helado

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Al día siguiente...

—¡Chiarola, despierta ya! —llegaba Andrea bruscamente para abrir mi puerta y despertarme de ese sueño tan hermoso que al fin había tenido.

—¡¿Qué carajos?! —grité exaltada y molesta con los ojos entre abiertos y llenos de lagaña.

— El pesado de Andréh vino a buscarte.

—¿¡Andréh!? —la vida se me regresó en ese instante que le vi tras de ella y hasta el sueño se me fue.

Su sonrisa le devolvía el alma y alegría a quien sea, claro, excepto a Williams que lo recalcaba muy bien.

Corrí a darle un abrazo sin pensarlo, Andrea solo se fastidiaba de ver tantas muestras de cariño y se largó. Andréh correspondió con sus brazos y vuelvo a decir: sus sonrisas me devolvían todo tipo de vida que se me iba con solo ver y sentir a los ojos de mis demonios mirándome fijamente.

—Ven, vamos, tengo algo que contarte. Es una hermosa noticia después de tus vacaciones.

—¿Qué pasa?

—¿Ves esto? —me mostró una tarjeta que tenía escrito mi nombre—. Conseguí un permiso para que puedas salir conmigo a una heladería.

—Andréh, ¿es en serio? ¿¡Al fin saldré!?

—Un pequeño momento, pero sí. Creo que te lo mereces. Vamos o nos quitan tiempo.

Finalmente, como milagro volvería a tocar los pisos de la sociedad. Al llegar a la puerta me imaginé una novela: estaba a unos metros de cumplir un 10% de mis sueños y sentía una tremenda ansiedad. Incluso la luz del sol me hacía sentir que llegaba como al cielo. Tomé su mano y, aunque meramente entré siendo una leona que intentaba no depender de nadie terminé necesitando a ese alguien para que cogiera mi mano y me acompañase siempre. Ya ni siquiera sabía si estaba actuando o si realmente sentía ese miedo por volver a la sociedad. No importa, ya estaba allí, con un paso más afuera que adentro. Yo seguía llevando mi uniforme azul y él sus atuendos de doctor, porque, a pesar de que estábamos fuera; la estancia era estricta para médico-paciente. Era doblemente lindo admirar el aprecio que le tenían a Andréh haciendo que entonces volviera a mí la pregunta de qué le ve a Andrea, siendo ella tan amargada y él un rayo de luz para cualquier moribundo. No faltaba alguien que en alguna otra esquina le saludara incluso con una mínima sonrisa. Era razonable, pues él era el ángel de nosotros los demonios: a cada uno le brindaba la oportunidad de salir una mínima vez del hospital.

Luego de tanto caminar platicando sobre esas casualidades de la vida al fin llegamos a la heladería prometida. Llegué con la misma emoción de un niño hacia el parque de diversiones. Con las pupilas más dilatadas que aquellos que se dicen ser "ojos de plato" y con un destello de ilusión como jamás se me había visto antes, pero lo que más daba vida, siguiendo al repetir, es que mi alegría; más bien, la alegría de cualquiera de sus pacientes causaba la felicidad en ese tan único psiquiatra. Estar con Andréh, después de Williams era como demostrarle a alguien arrepentido de sus pecados, que la vida, si así lo querías, te ofrecía una segunda bella oportunidad. La verdad es que el bigotito francés de Andréh cada vez que sonreía era como coquetearle despiadadamente a la descojonada e hijueputa vida mierdera, tanto que esta misma se podría terminar enamorando de él. Y por supuesto, ni la vida era tan difícil de conquistar como la loca de Andrea. ¿Habrá sido ella un demonio que ni satán quiso? Todo un dilema.

Retomando el tema, nos sentamos en una mesa debajo de un árbol para disfrutar la sombra de este, yo pedí un delicioso helado de chocolate y él lo de siempre: un café dulce y tibio.

—¿Por qué me has traído aquí?

—Todos merecen una oportunidad y sé que puedo confiar en ti porque tú confías en mí. Si me hubiese equivocado; como nunca lo he hecho, ahora mismo estaría pidiendo ayuda por una fugitiva.

𝐃𝐞𝐥𝐢𝐜𝐭𝐢𝐯𝐚 𝗜 "𝑬𝒍 𝑷𝒓𝒊𝒏𝒄𝒊𝒑𝒊𝒐 𝑫𝒆𝒍 𝑭𝒊𝒏𝒂𝒍"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora