Sigilo

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Un par de días pasaron desde ese desliz apasionado en el baño del Mostro Lounge, de esa nota estúpida que dejaron la cual Floyd por alguna extraña razón guardó en su bolsillo, es viernes por la noche pero este simplemente no parecía tener ánimos de nada y sus más cercanos lo notaron.

—¿Ahora qué le pasa? —Azul cuestionó a Jade viendo como a unos pasos Floyd solo estaba en uno de los asientos del restaurante mirando como perdido las luces del techo.

—¿Qué crees? Lo mismo de siempre, no está de humor ahora.

—¿Solo eso? Ha estado actuando más extraño de lo normal en estos días ¿Ya averiguaste algo?

—Ahora que lo dices, ha estado más callado conmigo, usualmente cuando está de humor me cuenta todo lo que le pasa en el día pero no lo ha hecho. Me preocupa un poco.

—No sollozes Jade, si no te lo digo ni cuenta te dabas.

—Si, si... Bueno ahora si me preocupé. —Se secaba el par de lágrimas falsas de sus ojos mientras sonreía.

—Tal vez extraña el mar... —Comentó Azul— Deberíamos ir al menos a la playa al otro lado de la isla.

—¿Cuándo? Si nos tienes como esclavos todos los días trabajando.

—Oye... No te quejas cuando te pago las horas extras.

—Ustedes... ¿Pueden ir a parlotear a otro lado? —Floyd molesto les decía volteando a verlos.

—Estamos preocupados por ti. —Respondió su hermano acercándose junto a Azul— ¿Hay algo que te moleste más de lo usual?

—No.

Respondió tajante levantándose de su asiento solo se marchaba sin decir más ¿Qué iba a contarles? ¿Qué había iniciado su vida sexual con alguien de la escuela? ¿Qué empezaba a gustarle la sensación de este contacto físico? ¿Qué se contenía por buscarlo para que le diera este placer adictivo?

—¿No se supone que empezaba su turno en unos minutos? —Molesto preguntó Azul al ver como este chico se perdió de su vista. Jade solo se encogió de hombros, resignado suspiró porque si su hermano no estaba ahora tendría que cubrirlo.

—¡Floyd kun!

—Déjame en paz, gaviota idiota.

—¿Por qué cada vez que nos encontramos estás enojado conmigo?

Floyd solo lo miró de reojo mientras seguía caminando y el rubio a su lado lo seguía. De alguna forma, inconsciente o no, recorrió los lugares en los que él podía estar, finalmente hallándolo.

—Mon amour... Sé lo mucho que te gustan los caramelos y las variedades de ellos, Vil me llevó a la ciudad ayer y no pude evitar pensarte cuando pasé por una dulcería. Escogí algunos y de los que no venden en la escuela.

—Ya te dije que no me llames así, no soy tu amor. ¿Quieres que te estrangule?

—Si es en el sexo... Puedes hacer lo que quieras. Me gusta rudo, lo sabes.

—Gaviota masoquista.

Los dos detuvieron su andar, el deseo en sus miradas era evidente, uno imaginando ser sometido y el otro pensando en lo excitante que sería apretar ese frágil cuello mientras lo penetraba.

—Tengo esos caramelos en mi habitación. ¿Vamos a verlos? —Decía el rubio, siendo una obvia invitación a su cama y cumplir la fantasía de ambos.

—No quiero que nadie nos vea entrar juntos...

—Nadie nos verá, soy muy sigiloso. ¡Recuerda que soy un cazador, mon amour!

Cazando el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora