Prólogo

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Hacia un día perfecto, el sol brillaba con intensidad, pero una suave brisa minimizaba el calor, ambos hermanos lo aprovecharon para salir a divertirse y jugar afuera, corrieron por todo el campo que rodeaba su casa

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Hacia un día perfecto, el sol brillaba con intensidad, pero una suave brisa minimizaba el calor, ambos hermanos lo aprovecharon para salir a divertirse y jugar afuera, corrieron por todo el campo que rodeaba su casa.

El chico con gafas y el pelo alborotado corría detrás de la pelirroja de ojos azules, que intentaba no ser pillada por su hermano. La hierba se hundía bajo sus pasos rápidos, hasta que la chica cayó al suelo, y se quedó allí tumbada para recuperar el aliento, sin parar de reír, su hermano llegó a su lado no mucho después, tumbándose con ella, ambos con una sonrisa, de esas que extrañas al crecer

- ¿Quieres que te enseñe algo? - le dijo ella en un susurro.

El chico asintió emocionado. Eran muy unidos en esa época, solo tenían nueve años, se contaban absolutamente todo, no creían que existiera nadie en quien confiar tanto, en esos momentos pensaban que serían inseparable de por vida. Por lo que ella estuvo muy emocionada y segura de poder contarle su secreto a su hermano mellizo.

Movió su mano en el aire, y moviendo con delicadeza y concentración sus dedos, creó una pequeña bola de color morada, resplandeciente y brillante. 

Ella tenía una sonrisa mientras contemplaba lo que era capaz de hacer, mientras que su hermano había borrado la sonrisa de su cara. Cuando ella se dio cuenta, borró la suya también, su expresión cambió completamente, al darse cuenta de que en los ojos de su hermano había miedo. Ella realmente sentía que no había hecho nada malo, solo un pequeño juego de magia.

- ¿Qué eres? - le preguntó con expresión horrorizada.

La chica intentó formular algo, pero era incapaz, se había quedado muda, a ella le parecía algo asombroso, algo que quería compartir con su hermano, y tenía una pequeña esperanza de que ambos fueran iguales. Pero realmente no sabía que contestar, era una bruja, pero él era un mago, no entendía que pasaba realmente

-Tenemos que decírselo a mamá y a papá - sentenció el chico.

La pelirroja negó con la cabeza, asustada de que sus padres reaccionaran peor que su hermano, si se había equivocado con él, no quería ni pensar en como reaccionarían sus padres. 

El chico hizo como si no la hubiera visto, y con la mano temblando la llevó hasta la casa de nuevo, sus padres estaban allí riendo, y se giraron al escuchar la puerta de la casa. 

Cambiaron su expresión al ver el temor en los ojos de su hijo, y al ver la mirada baja de su hija. La niña se sentía presionada y obligada a hacer algo de lo que no estab realmente segura. El chico soltó el brazo de su hermana como si le estuviera quemando.

- Enséñaselo - le dijo autoritario.

Ella se negó con la cabeza, sin levantarla ni un momento, encontrando de lo más interesante el suelo. Sus padres los miraban con el ceño fruncido, y confundidos, sus hijos siempre habían estado unidos y por mucho que lo hubieran intentado nunca se habían delatado en sus travesuras, por lo que esta escena no la habían vivido antes .

El  chico la cogió de los hombros, obligándola a mirarlo, sus ojos avellanas hicieron contacto directo con los azules de ella, que estaban cristalizados, pidiéndole, o más suplicándole, que la dejara.

- No me hagas esto, James - le rogó con la voz rota.

- Hazlo, Eris - le gritó, asustándola - Tienes que hacerlo - demandó.

Sus ojos seguían mirándose fijamente, y con un simple pestañeo, los ojos azules que siempre lo habían mirado con ternura, los ojos de su hermanita pequeña, le dieron miedo, ya que cambiaron de un azul claro, a un morado intenso, dejando a los señores Potter impactados.

El señor Potter se acercó a su hija, que había vuelto a cambiar sus ojos de color, y le caían lágrimas por las mejillas, su padre la abrazó, diciéndole que no se preocupara por nada, pero no sonaba muy convencido. La señora Potter, por otro lado, estaba quieta, y solo le dio un beso en la frente, para después retirarse.

Desde ese día algo cambió con los mellizos Potter, ahora simplemente se habían convertido en James Potter y Eris Potter, dos personas separadas. Algo que años antes había parecido impensable para cualquiera de su alrededor, Eris se había encerrado en ella misma, o la habían obligado a ello, mientras que James siguió su camino que había marcado desde pequeño como un niño sociable y risueño lleno de energía.


Chaos || S.BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora