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Era el segundo día de castigo de Eris y Sirius, como siempre los merodeadores no se habían separado de Sirius hasta que cruzo la puerta del aula y McGongall los echó, un minuto después llegó Eris

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Era el segundo día de castigo de Eris y Sirius, como siempre los merodeadores no se habían separado de Sirius hasta que cruzo la puerta del aula y McGongall los echó, un minuto después llegó Eris.

Cuando Sirius la vio entrar por la puerta sonrió en su dirección, Eris saludó y se sentó para intentar adelantar algunos de los deberes que les habían dejado, pero Sirius no tenía la misma idea.

-¿No te aburres de ser tan responsable? - le preguntó Sirius a su lado - ¿No te apetece volver a correr por los pasillos?

- Me apetece terminar la redacción de astronomía.

Sirius se sentó a su lado, hace días que tenía terminada esa redacción, se sabía las estrellas del cielo como la palma de su mano, y a Eris no le venía mal un poco de ayuda, aunque no lo dijera expresamente.

-Alya es una estrella de la constelación Serpens, ¿lo sabías antes de ponerle el nombre? - pregunta curioso Sirius.

-No tenía ni idea, mi abuela me la regaló antes de entrar en Hogwarts - le hizo saber Eris.

Sirius asintió y la ayudó a terminar el trabajo, realmente cuando estaban solos todo era muy distinto, Sirius siempre era amable con ella, y practicamente podían hablar de cualquier cosa, sin embargo cuando el resto de personas se encontraban a su alrededor, una fuerza los obligaba a separse, Eris no sabía de que hablar con Sirius delante del resto de personas.

-Oye, Eris - la llamó Sirius - ¿Por qué James no te soporta?

-¿Por qué no le preguntas a él? - contesto borde Eris - Eres su mejor amigo.

Sirius se lo había preguntado muchas veces y nunca le había dado una respuesta, simplemente contestaba que si no había visto a su hermana. Creía que Eris sería más abierta con el tema, como lo había sido siempre, Eris nunca se había callado nada con él, y ese tema debería ser muy importante para que ambos hermanos se pusieran a la defensiva cada vez que salía.

Eris por su parte se perdió en sus pensamientos, que hacía ya tiempo que no volvían a su hermano, desde que ahbía conocido a Regulus, los momentos buenos con su familia no le daban tanta nostalia, al fin y al cabo había encontrado una que la aceptaba tal y como era y no tenía necesidad de cambiarla.

-No sé porque no me soporta, Sirius - le dijo al final  - ese ha sido el problema, nunca supe si tenía celos, miedo, envidia.

Sirius la miró a apenado, porque se notaba que era un tema sensible para ella, y veía que realmente estaba afectada por no saberlo.

-No siempre fuimos así, de un día a otro ya no éramos los mellizos Potter, éramos James Potter y Eris.

Eris se le ocurrió una idea, y no estaba del todo segura de enseñarsela a Sirius, pero realmente no tenía nada de lo preocuparse y lo sabía, porque Sirius nunca había dudado de ella ni un momento, por increíble que pareciera, siempre había confiado en que podía sacar más nota con él, por eso se molestaban tanto en los últimos años, siempre confiaba en que era la única capaz de retarlo, de alguna manera siempre había hecho sentir a Eris segura.

-¿Me dejas enseñartelo? - le pregunto Eris.

Sirius cogió su mano sin dudarlo ni un momento, ni siquiera le pregunto, solo tomó su mano como si fuera una rutina para ellos ese contacto.

De pronto ya no estaban en el aula donde McGonagall los había encerrado, estaban en casa de los Potter, en Navidad, Sirius miró a todos lados extrañado, le encantaría saber como Eris había sido capaz de hacer algo así.

Una pequeña niña pelirroja abría los regalos que había debajo del árbol, una bufanda con los característicos colores de la casa Gryffindor se asomaron cuando rompió el papel de regalo.

-Mira Jamie, para cuando estemos en Hogwarts - se la enseñó a su hermano que tenía una igual.

Flemont Potter cogió a su hija en brazos, y le dio un sonoro beso en la mejilla que la hizo reír, la bufanda era enorme para ella, y era gracioso ver como ambos niños intentaban colocarsela adecuadamente.

-Mi sueño de pequeña era estar en Gryffindor con James - le aclaró Eris a Sirius mientras no apartaba los ojos de la escena.

Sirius la miró con tristeza, ni él mismo se imaginaba que habría pasado para acabar como estaban ahora, menos viendo esa escena, no quería ni imaginarse como era sentirlo en primera persona. Ambos subieron las escaleras de la casa de los Potter y se asomaron a la habitación de James.

Dos niños miraban por la ventana, estaba lloviendo y no había mejor manera de entretenerse que haciendo una carrera de gotas, por ahora Eris iba ganando que se burlaba de su hermano por ir perdiendo.

Anduvieron hasta la habitación de la pelirroja, una muy distinta a la que Sirius recordaba de este verano, tenía una atmosfera distinta incluso.

-¿No puedes dormir, Eris? - preguntó James a su hermana que negó con la cabeza.

-He tenido una pesadilla, Jamie, en la que tú ya no me querías - le dijo llorando la pelirroja.

-Eso no va a pasar nunca - prometió el pequeño con gafas - Hazme un hueco, me voy a quedar contigo .

-¿Te quedaras siempre? - le preguntó triste, y su hermano le aseguró que si con la cabeza, antes de arroparse a su lado.

Volvieron a bajar al salón, una escena no tan conmovedora como el resto, el día que James le obligó a contarle sobre sus poderes a sus padres, el día en el que la vida de Eris dio un grio completo, el día que se alejó de su familia.

Sirius miraba la escena impresionado, nunca había presenciado a un Eris como en esa escena, viéndola suplicar, llorar, una pequeña niña que no sabía que hacer con unos poderes con los que le había tocado nacer.

Eris solo sabía observar en silencio, puede que una pequeña lágrima le bajara por la mejilla, pero nada más, ese día para ella no merecía más sus lágrimas.

Cuando vuelven a la realidad, Sirius observa los ojos de Eris cambiar de morado a azul en cuestión de un segundo, y como su expresión sigue igual de inexpresiva que antes, limpia la pequeña lágrima que se le había escapado, y deja su mano descansar en su mejilla.

-Gracias por haber confiado esto conmigo - dice en un susurro Sirius debido a la cercanía.

- No quiero que esto pueda afectar a tu relación con James. - comentó Eris tras darse cuenta de que tal vez no debería haberselo enseñado.

-Si James no fuera mi mejor amigo puedes estar segura de que saldría de aquí con la intención de odiarlo eternamente, por hacerte sentir así, Eris - le hizo saber 

Sirius le sonrió, y aunque Eris no quisiera decirlo, estaba encantada de que esa sonrisa fuera solamente para ella, y de que la mano de Sirius no se soltara de la suya desde el momento en el que se la había ofrecido, igual que seguía acunando su rostro con la otra, ahora mismo todo se reducía en Sirius y Eris mirándose fijamente.

-¿Te sigue importando? 

Eris asintió en respuesta, porque por mucho que lo hubiera intentado era incapaz de desearle algo malo a su hermano, por ello le había pedido a Sirius que no cambiara su actitud con él.

-Eres una persona increíble, Eris Potter - soltó Sirius, haciendo que el corazón de Eris se acelerase por segundos.

Sirius lo había dicho sin pensar, pero no se arrepentía de haberlo dicho, mucho menos después de ver como se le habían iluminado los ojos a Eris, ese fue el momento exacto en el que Sirius no pudo más, tenía que besarla, no podía resistirse ni un segundo más, no después de ver sus ojos iluminarse por él, solo por él.

Cuando sus labios se juntaron todo desapareció, ninguno de los dos entendía como no lo habían hecho antes, Sirius sabía que no aguantaría ni un día sin volverla a besar ahora que por fin lo había hecho  y Eris se sorprendió de que ese mismo pensamiento pasara por su cabeza.

Chaos || S.BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora