Corazón Sin Rostro [+18] || PARTE I Y II ©

(17) El error de medianoche

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CAPÍTULO 17

El error de medianoche

No podía conciliar el sueño, lo cual resulta inusual en mí. Porque soy alguien que puede dormir donde sea sin importar si es cómodo o no.

Intentaba no rodar sobre el colchón, pues Alice está dormitando tranquilamente a mi lado. Y ver el techo no me apasiona. Un suspiro silencioso se escapa de mis labios. Tengo la boca seca y ya me acabé el vaso de agua que había traído antes de "ir a dormir". Salgo cautelosamente de la cama para ir en busca de agua sin hacer un sólo ruido, casi al estilo ninja. Cerré la puerta con extremo cuidado. Todo el piso está a oscuras y no se escucha absolutamente nada, sólo soy yo, mi respiración y los latidos acelerados de mi corazón.

Me encaminé a la cocina procurando que mis pasos no se escucharan, tengo suerte de haberme dejado puestas las calcetas. Porque cuando estoy descalza, mis pasos suenan más pesados.

Llegando a la cocina, le agradezco a los dioses por no abandonarme en ningún momento. Pero cambio de opinión cuando diviso a cierto chico alto mirando su teléfono con desgana a mitad de la oscuridad. Y sí, todos en esta casa son altos, pero adivinen ¿quién más es alto, tiene cara de tener un humor de los mil demonios pero a pesar de eso sigue siendo atractivo en su totalidad y es asquerosamente callado?

Ding, ding, ding.

Pues sí, es Iann.

Pensaba mencionar un personaje literario pero eso me indicaría que estoy soñando, así que no.

Aparentemente, mis habilidades de ninja funcionan a la perfección, pues aún no se ha percatado de mi presencia. O a lo mejor sí y sólo pretende no percibir mi presencia.

Estoy paralizada sin saber qué movimiento realizar, se ve taaan atractivo apoyado en la isla mientras ocupa su teléfono. Este chico parece haber salido de una revista de modelos de Vogue.

¿Se te olvida que realmente es un modelo de Vogue?

Ah, sí, sí.

—¿Te vas a quedar ahí parada o piensas darme un susto? Porque si ese es el caso, no lo vas a conseguir —expone, destacando lo ronca y varonil que suena su voz.

—N-No... yo, yo vengo por agua. Lo siento, no quería asustarte.

Tonta, no te disculpes.

—Está bien... sólo te estaba jodiendo —sonríe divinamente—. Puedes asustarme cuando quieras.

No sé cómo mierda puedo distinguir su perfecto rostro a oscuras pero realmente lo estoy haciendo.

—Ehhh... okey —digo torpe. Camino hasta el refrigerador y me sirvo paciente, siento la mirada del ojiverde recaer sobre mí.