Corazón Sin Rostro [+18] || PARTE I Y II ©

(3) En las buenas y en las malas, seguimos siendo amigos

CAPÍTULO 3

En las buenas y en las malas, seguimos siendo amigos

15 de Septiembre del 2019

—Guapa... ¿y si te hicieron un amarre? —Dios, las ocurrencias de Loann Peters.

Lo miré con mala cara, —¿Cómo va a ser eso posible, Loann Lorencio Peters Silva? —vuelco los ojos.

—Nena, te juro que no estoy loco. Puede que te hayan lanzado alguna especie de hechizo para que todo te salga mal —desplazó la pantalla de su teléfono.

Hundí el entrecejo, ¿2019 y todavía existe gente que embruja a otros por pura maldad?

—No lo creo, no conozco brujas o hechiceros en San Francisco y dudo que existan —apoyé mi cabeza en su hombro.

—Eso no lo sabemos con certeza. Puede que haya muchas chicas aquí que practican ocultismo, ya sabes cómo se ponen las mujeres cuando se trata de un hombre como Cole. Sin ofenderte, preciosa, pero no sé qué le ven ustedes a ese pedazo de materia inorgánica —levantó su mirada y la clavó en mi rostro—. Tienes que mejorar tus gustos en hombres, querida.

Le saco la lengua y él se ríe de buen humor, —Lo dice el que con hombres adultos quiere liarse.

Soltó aire por la nariz, —Perdón, pero Lana del Rey cambia mentalidades.

—Lana del Rey es una mujer adulta, Loann. Que ella pueda meterse con viejitos, es su problema, no el tuyo —resopla con un aire burlesco.

—Ay, déjame romantizar mi vida —suspira exageradamente.

—Romantizar tu vida no resuelve nuestros dilemas amorosos —alego distraída.

Hace una mueca destilando desconcierto, —Ya, puede que tengas razón. Pero no hay porqué preocuparse por eso —pone su mano sobre la mía—. Siempre existe el sexo sin compromiso —compensa con una sonrisa revoltosa.

—No estoy interesada en esas cosas y lo sabes bien —mordisqueo mi labio inferior.

—Bueno, siempre puedo escribirte otro fanfic tuyo con Chris Evans —se encoge de hombros ocurrente.

—Eso me vendría bien —asiento varias veces.

Loann se enteró al día siguiente de cuando terminé con Cole. A él tuve que contarle todo con lujo de detalles y parecía que la mandíbula se le iba a caer en ese momento. Todos estábamos conmocionados, sí, pero él aún más.

—¿Y ya le contaste a María? —preguntó él y mis músculos se tensaron.

—No, exactamente —replico con nerviosismo.

Y hablando del Diablo...

Mi teléfono vibra en la mesita de noche al lado de mi cama, extiendo mi brazo para tomarlo y revisarlo.