(24) Verdades y mentiras

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CAPÍTULO 24

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CAPÍTULO 24

Verdades y mentiras

El ambiente que se produjo durante todo el camino era relajado y yo estaba que cabeceaba, puesto que aún tenía sueño. A veces cerraba los ojos y los abría solamente para ver el trayecto. La calefacción era algo que disfrutaba, en vista de que la atmósfera era fría. Mis ojos pesaban y mi cuerpo se entumecía.

Iann se mantenía en silencio, muy pensativo. La trayectoria era un poco larga, y yo estaba lo suficientemente cansada como para mantener una conversación.

De pronto, había comenzado a llover, por lo que el sonido amortiguado de la lluvia era toda una canción de cuna para mis oídos. En algún punto, sí que me quedé dormida. Porque para cuando llegamos al lugar, lo que me despertó fueron los eufóricos gritos de un hombre berreándole al pobre guardia para que le permitiera el ingreso al club.

Suelto un suspiro y me quito el cinturón de seguridad, paralelamente a el pelinegro, quien se encontraba intentando llamar a Alice pero ella no atendía el bendito teléfono. Trató unas tres veces más pero siempre lo mandaba a buzón.

Resopló frustrado, —Vamos a tener que entrar —me informa guardando su teléfono—. No quiero exponerte a nada arriesgado pero tampoco quiero dejarte sola dentro del auto —se apresura a decir y su teléfono comenzó a vibrar.

Rápidamente atendió a la llamada, —¿Sí? Agh... bueno, sí, dime. ¿En la barra? —dice volteándome a ver—. Bien, vamos a entrar —y colgó la llamada. Dejó su teléfono sobre el portavasos.

Encendió el auto y se aparcó a unos metros lejos del club. Segundos después ya nos encontrábamos caminando hacia la entrada, de improviso, Iann tomó mi mano, provocando que un hormigueo se aflore en mi abdomen.

El guardia nos examinó imprudente mientras ignoraba rotundamente al hombre ebrio gritando incoherencias a los cuatro vientos. Iann le mostró su documento de identificación más un billete de cien dólares que el guardia tomó sin decir nada. Le devolvió su identificación y nos dejó entrar sin contratiempos.

Supongo que pagó mi entrada a la cueva de la lujuria.

Al entrar en el piso principal, nos recibió el que parecía ser el anfitrión justo a la entrada de la fiesta alborotadora que yacía dentro del establecimiento, porque según tengo entendido, los sex-club son lugares donde se hacen fiestas llenas de sexo, alcohol y drogas todas las semanas. Normalmente, son fiestas privadas y sólo se puede asistir a una si tienes invitación.

Sí, bueno, me gusta nutrirme de todo tipo de información, ¿algún problema con eso?

El ambiente dentro del salón social es muy variado. Este primer sector está iluminado de colores púrpuras y azules. Algunas parejas —y tríos— están sentadas acurrucadas en sofás, mientras que otros se miran con lujuria y disfrutan del exotico baile de una chica en el poste metálico que se utiliza para fines "recreativos".

Corazón Sin Rostro [+18] || PARTE I Y II ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora