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La vida se había convertido en pura monotonía. Todo era despertar demasiado pronto, desayunar e ir corriendo para llegar puntual a coger el metro que me dejaba en el hospital. Saludar a las personas de recepción que ya habían conseguido aprenderse mi nombre y bajar hasta la planta menos uno donde ya me estaban esperando.

Solía salir a las dos de la tarde, todo dependía del ajetreo que hubiera aquella mañana y, a veces quedaba con mi hermana María para comer por allí, en uno de sus intentos por animarme, o me volvía a casa a descansar y dedicar las tardes a la nueva afición que había descubierto en los últimos meses y que me permitía no pensar, algo muy importante cuando tus días pasan y pasan en esa planta del Gregorio Marañón de Madrid.

- Estoy llegando, Luisi - soltó mi hermana nada más coger su llamada - ¿Cómo estás? Hoy has salido puntual, ¿no?

- Estoy bien, un poco cansada, pero ya sabes que es algo normal - respondí - te espero en la cafetería que hay al lado. Necesito un café para poder seguir viva

- Ay, Luisi, no digas esas tonterías. En 5 minutos estoy allí

Asentí con la cabeza, aún sabiendo que ella no me iba a ver, y me senté en una de las mesas que había en la terraza que tenían preparada, mientras saludaba a algunas caras conocidas que pasaban y que ya me conocían después de dos años allí. Pedí un café con leche y me quedé  esperando hasta que María por fin apareció con sus habituales prisas

- Lo siento, Luisi, pero estábamos con el pedido en el King's y hasta que no ha llegado Gonzalo me ha sido imposible irme - dijo a modo de saludo mientras dejaba un beso en mi mejilla - estás un poco pálida, ¿seguro que estás bien?

- Que sí, pesada. Solo tengo la tensión un poco baja y necesitaba un café para recuperarme

- ¿Había mucho jaleo hoy en el hospital? - se interesó

- Bastante, no he podido ni ver a Marina

- ¿Tenía turno?

- Sí, estaba de guardia en urgencias, así que imposible

- Bueno, nadie mejor que tú sabe cómo es todo esto

- Sí, eso sí - asentí bebiendo lo poco que me quedaba ya en la taza

- ¿Dónde quieres que comamos hoy?

- La verdad es que no tengo mucha hambre - respondí - jobar, Meri, no me mires con esa cara, que iba a decir que no tengo mucha hambre, pero que hay un restaurante de ensaladas por aquí cerca al que podíamos ir

- Eso me gusta más - dijo mientras se levantaba - voy a pagar el café

- ¡María! - protesté

- Te callas - dijo girándose haciéndome una señal con los dedos para que no rechistara

Yo simplemente rodé los ojos y cogí mi cazadora vaquera para levantarme de la silla y esperarla ya de pie, mientras revisaba en el móvil dónde estaba exactamente el restaurante

Caminamos 5 minutos y en cuanto llegamos a la entrada, una chica muy amable nos señaló una mesa en la que podíamos sentarnos en lo que ella nos explicaba cómo funcionaba aquello. Mi hermana se ofreció a preparar las ensaladas de las dos, mientras yo la esperaba allí sentada contestando a algunos mensajes que tenía desde anoche.

- Te he cogido un zumo de estos multivitaminas para que repongas fuerzas - dijo mientras posaba la bandeja enfrente de mí y me mostraba aquel vaso de color anaranjado. 

- Gracias - respondí amable antes de darle un primer sorbo y notar un poco la acidez de alguna de las frutas que llevaba

- Esta mañana me llamó mamá - yo suspiré - Luisi, está muy preocupada por ti y apenas le coges las llamadas 

Un susurro en la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora