- Amelia – sentí cómo Lourdes me llamaba tras salir de la habitación. – Amelia – repitió con gesto triste
- No, no por favor, dime que no es verdad
- Lo siento mucho – cerré los ojos y sentí que me iba a desmayar
- Amelia, Amelia – me llamó la enfermera intentando que no fuera así. Sin embargo, yo era incapaz de controlar mi propio cuerpo. Luisita había fallecido y yo sentía que nada valía ya la pena – Amelia
De repente sentí un movimiento en el brazo y abrí los ojos de nuevo. Miré a mi alrededor un poco desubicada y vi que Lourdes estaba delante de mí.
- Te habías quedado dormida en muy mala postura, por eso te he despertado. Y además parecías estar teniendo una pesadilla
- ¿Y Luisita? – pregunté un poco confusa
- Está bien, sigue dormida. Le he tomado la temperatura y solo tiene unas décimas, es buena señal. ¿Tú necesitas alguna cosa? – me preguntó - ¿Un vaso de leche, una infusión o algo?
- No, tranquila. Creo que voy a beber un poco de agua y me voy a acostar a su lado
- Perfecto – me sonrió acariciando mi brazo – Si necesitas cualquier cosa, ya sabes. Mañana descanso, pero vendrá Alicia para la última quimio
- Pensaba que no había que darle más
- Es por precaución. También va a comenzar con antibióticos para prevenir cualquier tipo de infección. Pero no te preocupes, seguro que va todo bien y en unas semanas estáis ya saliendo de aquí
- Eso espero
- Te dejo descansar
Lourdes salió por la puerta y yo me acerqué enseguida a Luisita. Estaba todavía angustiada después del sueño que había tenido e incluso me aseguré de que respiraba, mirando una y otra vez cómo su pecho se movía cada vez que soltaba el aire de sus pulmones. Dejé un beso en su frente, susurrándole algo después y finalmente pude quedarme dormida.
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Los días en el hospital habían tenido sus más y sus menos. Luisita lo pasó bastante mal al principio debido a los efectos secundarios que solía tener el trasplante. No se quedó sin sufrir ni uno solo de los más típicos y terminó perdiendo bastante movilidad de su cuerpo. Sin embargo, las dos últimas semanas que estuvimos allí mejoró bastante.
Una de sus compañeras, fisioterapeuta en el hospital, se pasaba cada mañana para ayudarla a dar de nuevo sus primeros pasos y recuperar algo de la masa muscular que había perdido por estar tanto tiempo tumbada en aquella cama y los efectos de todas las medicaciones que su cuerpo había ido recibiendo. Lo justo para que aquella tarde de viernes, cuando abandonamos por fin aquel lugar, pudiera salir caminando, aunque ayudada por una muleta que le servía de apoyo.
Había pasado el primer aspirado de médula sin problemas, lo que nos permitió tener el papel por parte de Mónica que dejaba que se marchara a casa después de casi tres meses encerrada en aquella habitación del hospital.
- ¿Lo tienes todo? – me preguntó mientras me echaba al hombro mi mochila y tiraba de la maleta que ella había traído
- Yo creo que sí. Mira a ver si crees que te falta algo
- No, estoy lista
- Perfecto – le sonreí, viendo cómo comenzaba a moverse con ayuda de la muleta – despacito, ¿sí? Que tu hermana va a esperar lo que sea necesario en el coche

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Un susurro en la tormenta
FanfictionUn balcón enfrente del otro, un intercambio de miradas y la vida que lo cambia todo de golpe