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Me puse a la altura de Amelia y ella me dedicó una sonrisa al ver cómo mis lágrimas habían desaparecido. Me sacudí un poco la ropa y enseguida comenzamos a caminar en dirección a las escaleras para salir hacia la Calle de Ferraz. Sin embargo, antes de empezar a bajar, la morena me obligó a girarme un momento para poder inmortalizar aquel monumento ya sin el sol alumbrándole.

- No me has dicho tu nombre – soltó una vez estábamos abajo

- Supuse que ya lo sabrías, Amelia – respondí mostrándole que yo sí que me sabía el suyo – Aunque después de comprobar que le dejaste el post-it a mi vecino me da que muy adivina no eres

- Parece que te ha vuelto el buen humor – dijo ella – ponía Laura, pensé que era un nombre que podía encajar en ti y, yo que sé, quizás vivías con tu padre, tu abuelo, o tu novio

- Nunca he estado con un hombre, así que puedes descartar la última de tus opciones - ella me miró enseguida - ¿De verdad tengo cara de Laura?

- Bueno, yo creo que tienes cara de que tu nombre empieza por L – contestó alzando sus cejas y mirándome divertida

- Soy Luisa, aunque todo el mundo me llama Luisita o Luisi – dije haciendo una pequeña mueca – a mi madre se ve que le iban los nombres un poco antiguos. Eso sí, nunca coincidí en clase con nadie que se llamara igual que yo

- Bueno, el mío tampoco es muy moderno que digamos

- A mí me gusta – confesé

- A mí el tuyo también – me devolvió mirándome fijamente a los ojos, provocando un escalofrío por todo mi cuerpo

- ¿Dónde me vas a llevar a tomar algo? – pregunté

- Había pensado en llevarte a mi casa y tomarnos algo en la terraza, pero quizás es demasiado – yo asentí – hay un bar cerca de nuestra calle al que he ido alguna vez y está bien. Además, siendo miércoles no creo que haya mucha gente

- Es miércoles, pero te recuerdo que vives en Malasaña, va a haber gente quieras o no

- Bueno, pero yo te prometo que aquí encontraremos el sitio perfecto para estar tranquilas, ¿o es que no te fías de tu vecina?

- No mucho la verdad

- ¡Oye! – soltó empujando levemente mi cuerpo – Creo que has podido comprobar a través de la ventana que llevo una vida bastante tranquila y te prometo que no soy una pervertida, asesina en serie ni nada por el estilo – me tuve que reír ante su comentario – eso es que te fías

Caminamos un rato, metiéndonos por las calles que atravesaban la Gran Vía para así poder esquivar a la gente y terminamos entrando en un local muy de la zona en la que nos encontrábamos. Amelia saludó a los camareros y nos indicó que bajáramos a la planta de abajo donde me llevé una auténtica sorpresa al verlo todo lleno de arena y aquellos asientos que parecían de un chiringuito de playa.

- He venido solo una vez, pero me llamó tanto la atención que según salíamos del parque decidí que era el mejor sitio al que podía traerte.

Nos sentamos en una esquina, justo al fondo y la morena dejó que me colocara justo en el sillón que estaba colocado contra la pared.

- Tienen carta de cervezas por si te apetece pedir alguna especial, pero bueno, que, si quieres otra cosa, no pasa nada

- La verdad es que no debería beber alcohol, pero bueno, por un día – pronuncié casi más intentando convencerme a mí misma sabiendo que una vez volviera al hospital el lunes me lo iban a prohibir del todo y que debía aprovechar aquellos escasos días de descanso que me habían dado.

Un susurro en la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora