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El día anterior había sido completamente mágico. Me atreví a besar a Amelia, dejar a un lado los miedos por un momento y unir mis labios con los suyos en un contacto que se repitió hasta que nos despedimos en nuestro portal.

La morena me había enviado un mensaje esta mañana avisándome de que ya había cogido el AVE a Zaragoza y de que me lo pasara muy bien con mi familia estas fechas. Había terminado la última sesión de quimioterapia de mi penúltimo ciclo y, tras una revisión, me dieron vía libre para pasar las Navidades sin tener que pensar en aquella sala del hospital. La que sí que se tuvo que quedar fue Irene. Lourdes me había contado que le habían prorrogado dos ciclos más para ver si con ellos conseguían ver alguna mejora antes de tener que tomar la decisión de que una chica tan joven comenzara con paliativos.

María y Laura habían quedado en recogerme a la tarde, para ir casi directas a la cena de Nochebuena, por lo que aproveché la mañana para preparar mi maleta con calma, sin que se me olvidara nada, sobre todo la medicación que debía tomarme, y, una vez terminé de comer, me senté en el balcón a leer el libro de poesía que Amelia me había regalado unos días antes por si la echaba de menos.

El interfono me sacó del mundo en el que me había metido, dejé el libro sobre la mesa que tenía allí y abrí sabiendo perfectamente de quién se trataba.

- Luisa, ¿se puede saber qué hacías en el balcón sin abrigar ni nada? ¿te tengo que recordar el peligro que puede ser que te cojas un catarro?

- María tenía el calefactor y una manta por encima, ¿te quieres relajar? – le dije viendo cómo venía

- Perdón, pero es que vengo de tener movida en el King's y encima mamá no deja de llamarme

- ¿Qué ha pasado en el King's?

- Nada, no te preocupes, está ya todo medio solucionado

- ¿Seguro?

- Que sí, anda ven aquí – dijo abrazándome - ¿me perdonas?

- Claro que sí, pero ayúdame con la maleta, porfa

- Sí – respondió cogiéndola del asa - ¿llevas todo?

- He repasado la lista cuatro veces y va todo – contesté - ¿Y Laura?

- Tenemos que pasar a buscarla al final porque se ha quedado ella terminando de firmar cosas

- Perfecto – le sonreí

María bajó la maleta y yo fui agarrándome a la barandilla, sintiendo cómo me sentía un poco débil después de todo lo que llevaba acumulado. Llegamos al portal y mi hermana me insistió en que me sentara delante para así no marearme hasta llegar al pueblo. Paramos un momento en el King's, donde Laura ya nos estaba esperando en la puerta con un par de bolsas que supuse que eran para la cena, se montó en la parte de atrás y salimos de Madrid.

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El viaje se me hizo bastante corto, también tuvo que ver que me quedé dormida en cuanto salimos de Madrid y mi hermana me despertó una vez pasamos el cartel que nos daba la bienvenida al pueblo. Aparcó enfrente de la puerta y, nada más ver el coche, Cata salió como un auténtico terremoto a recibirnos

- ¡Por fin! – gritó abrazándose a mí, dejando que la llenara de besos – Que a este paso iba a venir Papá Noel y no habíais llegado – protestó separándose para ir a abrazar a Laura y luego a María

- Hola, hija – saludó mi madre saliendo también al pequeño jardín que teníamos de entrada - ¿cómo estás?

- Bien – respondí sin querer entrar mucho en el tema – qué bien huele – comenté - ¿ha hecho croquetas el abuelo? – pregunté emocionada

Un susurro en la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora