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Me desperté con los rayos de sol cubriendo mi cuerpo, moví mi mano en busca de Luisita y me incorporé enseguida, abriendo mis ojos al ver que no notaba nada a mi lado. Me extrañó mucho que no estuviera allí, más después de lo que habíamos vivido ayer, e incluso llegué a pensar si había sido real o no.

Fui hacia la cocina por si acaso, pero tampoco estaba allí. Me acerqué al balcón, pero las persianas estaban completamente bajadas como si allí no viviese nadie en aquel instante. Cogí el móvil y ni un mensaje suyo, la llamé, pero no daba señal. Era como si a Luisita se la hubiera tragado la tierra, si todo lo vivido no hubiese existido, aunque en mis labios seguía sintiendo el sabor de los suyos.

Rebusqué en uno de los cajones que tenía debajo de la encimera de la cocina y saqué una cajetilla de tabaco que tenía para ocasiones como aquella en la que la angustia estaba empezando a comerme por dentro. Llevaba mucho tiempo sin fumar, solo lo hacía cuando era de extrema necesidad y aquel momento era uno de esos.

Lo encendí, me lo llevé a los labios y expulsé el humo perdiéndose en el ambiente. Volví a coger el teléfono y busqué el número de la única persona que sabía que podría hablar conmigo en aquel instante.

- Lucía – susurré mostrándose en mi tono de voz el agobio con el que me encontraba

- ¿Amelia? ¿estás bien?, ¿qué ha pasado?

- No sé, si es que no sé lo que ha pasado, pero no está, me he levantado y ya no estaba

- Pero ¿quién no está? – volvió a preguntar – Amelia, intenta calmarte por favor. Respira tranquila

- Luisita, no está Luisita. Ayer me acosté con ella y cuando me he levantado ya no estaba. ¿Y si se ha arrepentido, Lucía? Joder, que es lo más bonito que me ha pasado y como se haya arrepentido, me muero. ¿Qué hago? Le dije que si estaba segura de aquello y me dijo que sí, pero ahora...

- A ver Amelia, cariño, no te pongas en lo peor, a lo mejor se ha tenido que ir por algún motivo. Era doctora me dijiste, ¿no?

- Sí – respondí

- Quizás se ha tenido que ir a cubrir una urgencia o algo. ¿Has mirado a ver si te ha dejado un mensaje, una nota o algo?

- No había mensajes – susurré – y el móvil estaba apagado

- A lo mejor se ha quedado sin cobertura después de pasar la noche contigo. Espera un poco, ¿sí?. Ya verás como dentro de nada sabes algo de ella y tiene una explicación. ¿Quieres que vaya para Madrid?

- ¿Cómo vas a venir a Madrid desde Zaragoza, Lucía?

- Pues para estar a tu lado. ¿Estás más tranquila?

- Un poco – mentí – voy a ver si vuelvo a llamarla. Gracias

- Avísame si sabes algo, anda. E intenta calmarte, por favor, que te va a dar algo y al final sí que voy para allá

- Lo intentaré. Luego hablamos

- Vale

Y colgué dándole una última calada a mi cigarrillo y mirando a través del balcón pensando qué era lo que podía haber pasado. El sonido del móvil me sacó de mis pensamientos y lo cogí inmediatamente esperando un mensaje de Luisita.

Hola, Amelia:

Soy María, la hermana de Luisita.

Me jode tener que ser yo la que te escriba para contarte esto, pero mi hermana está ingresada en el Marañón, el hospital en el que supongo que te habrá dicho que trabaja. Está en la cuarta planta, habitación 427. Te espero aquí y te cuento todo mejor.

Un susurro en la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora