Aquel día, cuando volví a despertarme, me encontré de lleno con sus ojos mirándome con un cariño que jamás había notado en alguien que no fuera de mi familia. Me sonrió con ternura, acariciando mi pelo y dejando un beso en mi frente con el que comprobar si tenía fiebre o no. Se quedó conmigo un poco más, asegurándose de que estaba mejor, y se fue bien entrada la noche después de dejarme todo lo que necesitaba a mi alcance y de repetirme unas cuantas veces que la llamara ante cualquier cosa.
Aquel día, Amelia consiguió remover algo dentro de mí. Derribó una primera puerta de todas las que yo misma había puesto por delante a modo de armadura y, de alguna manera, sin saber exactamente qué era lo que me pasaba, había sabido mostrarme que iba a estar ahí para todo lo que necesitara, dándome más que muchos otros que llevaban conmigo desde el principio.
Los días habían pasado y había incluso superado la visita de mis padres con mis hermanos más pequeños y, no voy a negar que las ocurrencias de Catalina y Ciriaco me habían sacado alguna que otra sonrisa, más aún cuando la más pequeña decidió que quería quedarse conmigo en Madrid y no volverse al pueblo porque, según ella, aquello era mucho más aburrido.
Mi madre quiso quedarse para acompañarme a la quimio los siguientes días, pero María supo adelantarse y le aseguró que tanto ella como mi cuñada no me iban a dejar sola en ningún momento y que le iba a dar parte sobre cómo me encontraba, sabiendo que yo pasaba un poco del móvil a no ser que fuera cierta persona.
----------------------------------
- ¿Cómo vas, Luisita? – me preguntó Lourdes acercándose a mí para ponerme la vía con la medicación
- Bien, esperando ansiosa a que me vuelvas a pinchar
- Bueno, parece que además estás de buen humor – me dijo ella colocándome ya la vía y sujetando la bolsa para colocarla en el palo de metal - ¿cómo han ido estos días? ¿has tenido muchos efectos secundarios? – se interesó
- Los primeros días mal, no te voy a engañar, pero esta semana lo estoy llevando bastante bien
- Eso es buena señal – respondió guiñándome un ojo – Además te veo muy contenta, espero que en algún momento me digas quién es la culpable
- Nadie – respondí enseguida con cara de pánico
- Tu cara me ha respondido por ti – dijo entre risas – Me alegro mucho, amiga – continuó acariciando mi brazo – voy a ver cómo están los demás y vengo a hacerte compañía un rato en lo que llega María
- Gracias – le sonreí
Lourdes se fue a atender a los demás pacientes que había en la sala y vi que salía un momento seguramente a atender algún asunto exterior o ir a buscar algo. Yo aproveché para sacar mis cascos de la mochila y escuchar algo mientras la bolsa de quimioterapia iba bajando.
- Ya estoy aquí – comentó sentándose en la silla que había justo a mi lado y escondiendo algo por detrás de su espalda - ¿Qué escuchas?
- Ginebras – respondí quitándome los cascos – Me ha dado un poco fuerte con ellas últimamente, me levantan el ánimo. Oye, ¿qué escondes? – pregunté viendo que se estaba haciendo un poco la interesante
- Un regalito que me han dado para ti – sonrió enseñándome un folio con un dibujo en él – la madre de Carla sabía que venías hoy y me lo acaba de entregar para que te lo diera de parte de la enana.
- Ay, qué bonito – respondí mirando cómo me había dibujado al lado de ella - ¿sigue ingresada? – pregunté dejando el papel encima de mi regazo

ESTÁS LEYENDO
Un susurro en la tormenta
FanficUn balcón enfrente del otro, un intercambio de miradas y la vida que lo cambia todo de golpe