- ¿Vas bien? – preguntó mi hermana sentándose en la silla que había a mi lado y entregándome un zumo de naranja
- ¿Qué? – le pregunté, guardando rápidamente el móvil para que no pudiera cotillear
- Que si estás bien, pero ya veo que estás muy entretenida con quien te esté mandando mensajitos
- Era Marina
- Sí, claro, Marina – respondió rodando sus ojos antes de dar un sorbo a su café – y yo me lo tengo que creer
- Pues no te lo creas, pero claro que era ella y sí, estoy bien, aunque me molesta un poco el catéter. Unos días sin él y ya me había acostumbrado a no tenerlo
Las pruebas que me habían realizado confirmaron que podía comenzar aquella misma mañana con el primero de los ciclos que me había estipulado mi doctora. No tenía fiebre y mis defensas estaban altas por lo que, si todo iba bien, incluso podría ser que aquella misma tarde no tuviese demasiados efectos y pudiese ir a las clases de pintura que daba en una asociación cerca de casa con unas compañeras un tanto peculiares.
- Pues primera dosis terminada, Luisita – me dijo la enfermera acercándose para quitarme la bolsa - ¿cómo te encuentras? ¿estás mareada, tienes náuseas o algo?
- Por ahora no – contesté incorporándome un poco y notando enseguida cómo la cabeza se me iba un poco
- No corras tanto, anda – me dijo mi hermana colocando su mano en mi espalda para ayudarme a incorporarme mejor
- Vale, no te muevas que voy a volver a tomarte la temperatura y mirarte alguna cosa más
- ¿Estás segura de que quieres ir hoy a pintar? Mira que es la primera sesión y aunque ahora te veas con fuerzas, ya sabes cómo va esto – me dijo María preocupada
- Sí, no te preocupes. Como, me echo un poco la siesta y como nueva
- Debería quedarme contigo esta tarde
- No hace falta
- Sí, sí que hace falta
- Que estoy bien, María, no te preocupes. Si no es nada que no haya vivido ya
- No, si a cabezota no te gana nadie está claro
- A ver, ponte el termómetro – comentó la enfermera interrumpiéndonos a las dos y tocando mi frente por si acaso – sigues sin fiebre, muy bien. Ahora levántate la camiseta un poco – puso el fonendo en mi espalda primero y luego en mi pecho, comprobando así mi respiración – perfecto. ¿Te ha recetado Mónica las pastillas para las náuseas?
- Sí, lo tengo todo en la carpeta
- Espera, que a lo mejor tenemos algo por aquí, aunque sea para hoy y luego ya vas a buscarlas a la farmacia – me informó rebuscando en uno de los cajones que había justo a mi lado – sí, toma, te doy unas cuantas. Cualquier cosa, ya sabes dónde estamos.
- Muchas gracias, Alicia – le sonreí, mientras María me volvía a ayudar para ponerme de pie
- Id a comer algo antes de marcharos y descansa
Mi hermana se tomó al pie de la letra las indicaciones de la enfermera y enseguida me llevó a la cafetería para comer ya allí y que así tuviera tiempo para descansar en casa. Me dejó en una de las mesas, al lado de la ventana, y se acercó hasta la barra cogiendo dos bandejas.
- Yo no sé cómo has podido alimentarte siempre de la comida que hacen aquí. Para ser un hospital no tienen nada bueno – soltó dejando ambas bandejas
ESTÁS LEYENDO
Un susurro en la tormenta
FanfictionUn balcón enfrente del otro, un intercambio de miradas y la vida que lo cambia todo de golpe