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La quedada con Luisita había sido perfecta, pero quizás faltó algo para conseguir el nivel de perfección. Sin embargo, veía sus miedos reflejados en el rostro y yo no quería forzarla a algo de lo que luego se pudiera arrepentir.

Después de la película fuimos a cenar a un restaurante italiano que había por allí cerca y que, supuestamente, le había recomendado su hermana porque además de comer muy bien, era un lugar bastante tranquilo. Al terminar, dimos un paseo de vuelta hasta llegar a nuestra calle y, con un beso en su mejilla, cada vez más cerca de la comisura del labio, habíamos puesto punto final a aquel encuentro.

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- ¿Qué tal Amelia? – me preguntó una compañera entrando en el departamento - ¿te has escondido aquí para no ver a nadie? – bromeó

- Más bien me he escondido aquí buscando un poco de tranquilidad – respondí mientras terminaba de preparar la actividad que había previsto para aquel día

- Muy bien – se sentó en la silla que había a mi lado y sacó su portátil para ponerse a trabajar justo en el momento en el que sonaba el timbre indicando el cambio de clase

Recogí todo, asegurándome de que no me dejaba nada y, tras despedirme, salí directa hacia las escaleras para subir a la clase de 4º de la ESO que se encontraban en la última planta. Me tocó esperar un poco a que saliera el profesor que había antes y les dejé un rato para que desconectaran y se pudieran centrar después en la clase de lengua.

- Profe, ¿hoy qué vamos a hacer? – me preguntó enseguida uno de ellos mientras el resto de sus compañeros comenzaban a sentarse en sus sitios

- Hoy tengo algo diferente para todos vosotros – indiqué mientras comenzaba a dejarles hojas a cada uno encima de su mesa

- ¿Un poema? Pues menuda mierda – protestó otro nada más ver el folio

- Pues por hablar empiezas a leer tú, venga – dije regresando al frente del aula para poder controlarlos a todos

Lucas comenzó a leer los primeros versos de aquel poema titulado La poesía jamás te olvidará y enseguida me di cuenta de cómo los alumnos empezaban a murmurar entre ellos, sin embargo, la reacción que de verdad necesitaba ver era la de Mario que parecía ser de los pocos que sí que estaba entendiendo el contenido del poema.

Dejé que otros continuaran leyendo las estrofas que lo componían y, al terminar, no faltaron los típicos comentarios de los que se creían los más graciosos de la clase.

- ¿Quién creéis que ha escrito este poema? – pregunté

- Un hombre – saltaron varios enseguida

- ¿Estáis seguros? – cuestioné – Porque a mí me ha parecido otra cosa

- Es una mujer a otra mujer – susurró Mario permitiéndome aún así escuchar lo que acababa de decir

- Muy bien, Mario – le felicité - ¿Y sabéis por qué he traído hoy este poema a clase? Porque creo que estamos demasiado acostumbrados a encontrarnos poemas dedicados a mujeres escritos por hombres y al contrario igual, pero muy poco a los que también existen de mujeres que escriben a mujeres y de hombres que escriben a hombres. No vengo aquí a adoctrinaros, como a lo mejor algunos podéis llegar a pensar, pero sí a que abráis un poco más la mente y dejéis a un lado las tonterías y los comentarios que he podido escuchar desde que llegué. 

Conseguí captar un poco más su atención y, después de ver algún que otro video que tenía también preparado, se animaron a hacer un debate entre ellos, mostrando que había opiniones muy diversas en aquella clase y no solo las que en un principio parecía haber y que cohibían al resto de sus compañeros. 

Un susurro en la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora