04. Tortura.

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El ruido del como su cuerpo era arrastrado por el frío suelo llegó hasta sus oídos cuando sus ojos comenzaron a visualizar todo. Al instante, imágenes de lo sucedido en la clase llegaron hasta su mente.

Una mano estaba aferrada en su muñeca y la apretaba con suma fuerza, podía sentir como unas afiladas uñas se enterraban en su piel.

Recordaba el momento exacto en el cual Alecto Carrow había lanzado un desmaius directo en su pecho, pero tenía la certeza de que no le había salido como quería, porque generalmente duraban más tiempo del que le duró a ella.

—Ya has despertado —vociferó con amargura la mujer en el justo momento que sintió la mano de Aria moverse.

Ella no dijo nada, prefirió mantenerse callada y dejar que la arrastraran a donde sea que la llevaran.

Le dolía la cabeza, pues al momento de caer, su cabeza se estampó contra el suelo. Lo último que visualizó fue a Neville y Michael levantarse con velocidad y abalanzarse sobre los mortífagos.

—Así que la maldita arpía ya despertó —farfulló la voz de Amycus.

Levantó un poco la cabeza y miró al hombre parado en el umbral de una puerta que dejaba ver por dentro una oscuridad interminable. Sólo se podía distinguir una antorcha que desprendía una débil luz de fuego.

—Vas a pagar muy caro tu inútil acto de valentía —rugió en tono arisco el hombre —. Eres una estúpida mocosa.

Alecto jaló con fuerza y se encargó de aventarla con una inminente brusquedad, provocando que se estrellara en un golpe seco sobre el pastoso suelo.

Jadeando de dolor, Aria intentó levantarse, pero en cambio, vió como Alecto levantaba el pie y recibió una patada directo en la mandíbula. Llevaba unas botas negras con plantilla gruesa. El dolor no tardó en hacerse presente. Ladeó un poco la cabeza y escupió un líquido sabor metálico que se acumulaba cada vez más en su boca, era sangre.

—Disfruta tu merecido.

Si bien estaba adolorida, claro que no lo demostraría frente a ese par, no los dejaría ver su sufrimiento, no a ellos. Levantó la mirada y observó fijamente a cada uno, Amycus cojebaba y llevaba una mano en su entrepierna, por lo menos aún le dolía y eso le agradaba.

—¿Ya acabaron? —se burló Aria. La sangre aún se acumulaba en su boca y entre sus dientes, quería escupirla, pero disfrutaba retarlos con cada palabra que decía —. ¿Creen que con esto harán que me arrepienta de darles su merecido?

La cara de Alecto enrojeció de furia, en cambió, Amycus rió con desdén. Se acercó a la castaña y se puso de cuclillas.

—¿Tú crees que esto es todo lo que haremos? —chasqueó la lengua y negó con el dedo índice —. No es nada comparado con lo que falta.

VAMPIRES TALE | jasper h. & draco m.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora