VT | ❝Muchos magos y brujas desprecian mi sangre, mientras que ciertos vampiros desean beberla. ❞
La segunda guerra mágica ha comenzado. Aria al ser hija de muggles y prima de Hermione Granger corre el riesgo de ser asesinada por mortífagos. Sus ami...
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Horas habían pasado desde que Rosalie y Emmett se marcharon para nunca más volver. Le costaba dormir, su sueño se espantaba cada vez que recordaba las últimas palabras que Jasper le dijo la noche anterior. Tenía razón, nada sería lo mismo desde lo sucedido.
Además del canto de los grillos, los aullidos de los lobos y el ruido de las ramas de un árbol estrellándose en su ventana a causa del viento estrellarse, los sollozos eran los protagonistas de todos los sonidos que se apreciaban en la habitación.
Su almohada cada vez se humedecía más conforme avanzaba la noche, pues en todo momento las lágrimas se hacían presentes. Al momento de intentar detenerse, tomó un poco de fuerza y entró al baño, con la única intención de ver su reflejo.
Lo único que pudo apreciar, fueron unas enormes ojeras, sus ojos estaban inyectados en sangre y su castaño cabello estaba hecho un desastre. Intentó sonreír, pero lo único que logró dibuje en su rostro fué una espantosa mueca, y sin más, comenzó a llorar por enésima desde que los Cullen se marcharon de Forks, desde que su amor se alejó de su lado por culpa de alguien más, por algo que el no podía controlar.
Volvió su vista al espejo que tenía frente a ella y observó su reflejo por segunda vez. No era la misma chica del día anterior, de la mañana anterior.
Bajó la cabeza y negó muchas veces, intentando hacerse la idea de que no volvería a ver a Jasper, pero no podía asimilarlo. No lo haría tan rápido.
Pensó que Dumbledore tenía tanta razón cuando dijo que el amor es una fuerza que es más hermosa y más terrible que la muerte, pues el amor puede destruirte en cuestión de segundos, puede lastimarte, puede hacerte sentir insuficiente, puede hacer muchas cosas, y lamentablemente, la mayoría eran cosas negativas.
Enamorarse era una experiencia hermosa, pero vaya que también dolorosa y Aria lo había comprobado dos veces. Draco le había destrozado el corazón con su rechazo por su estatus sanguíneo, mientras que Jasper, lo hizo alejándose sin siquiera darle la cara y despedirse de ella. Lo que pensó que fue mucho peor.
—Eres un cobarde, Jasper —murmuró entre sollozos, pero al instante se detuvo.
No gastaría sus lágrimas por otro hombre, o al menos no lo haría ahora. Era claro que lloraría muchas veces más porque el amor que Aria sentía por él era inmenso, y no lo olvidaría de la noche a la mañana, pero haría lo posible por superarlo. Así que limpió sus lágrimas con el dorso de su mano y salió del baño para dirigirse a su cama y dormir de una vez por todas, tenía que asistir a clases al día siguiente y no quería desvelarse.
. . .
—Cariño, despierta.
Tonks intentaba hacer que Aria despertara tirando de la camiseta de su pijama. Desde hace tres semanas era la misma rutina. La bruja mayor se dedicaba a entrar durante las mañanas a la habitación de la chica para despertarla y avisarle que el desayuno estaba listo.
