VT | ❝Muchos magos y brujas desprecian mi sangre, mientras que ciertos vampiros desean beberla. ❞
La segunda guerra mágica ha comenzado. Aria al ser hija de muggles y prima de Hermione Granger corre el riesgo de ser asesinada por mortífagos. Sus ami...
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Le costó mucho poder reincorporarse del brusco aterrizaje, pero eso era lo menos importante en esos momentos. Ella quería saciar su curiosidad.
Así que recargó todo el peso de su cuerpo sobre sus codos, con la espalda dando al pasto y la tierra. Entrecerró los ojos, ladeó la cabeza e inclinó un poco su cuello hacía delante.
Ahora que se lo planteaba con lógica, era muy absurdo entrecerrar los ojos, por qué si no veía muy bien, lo haría menos de esa forma, y la neblina lo complicaba aún más.
El lobo retrocedió unos cuantos pasos al notar las intenciones de Aria de acercarse a él, pero no se iba del lugar, sólo se escondía entre el grueso tronco de uno de los muchos árboles que había en el bosque.
—No tengas miedo —dijo con serenidad. Se puso de pie a como pudo e intentó acercarse un poco más.
Le resultaba muy gracioso y en parte una locura decir aquellas palabras, ya que era ella la que moría de miedo. Cabía la posibilidad de ser atacada por ese feroz animal, pero por otra también había una grande probabilidad de que no hubiera una segunda oportunidad de ver a uno tan cerca.
De pronto, el animal comenzó a gruñir. La castaña dió dos pasos hacía atrás por instinto de supervivencia –algo a lo que ya estaba acostumbrada en el mundo mágico –y no pudo evitar sentirse amenazada.
El lobo volvió a gruñir con más reciedumbre, mostrando su afilada y peligrosa dentadura; pero Aria notó algo extraño, el lobo no la mirada a ella, más bien, miraba a sus espaldas.
Gracias a la neblina y los pocos rayos de sol que se reflejaban en el bosque, pudo apreciar la sombra de un chico que intentaba esconderse. Lo que más llamó su atención fue que podía ver con claridad el estilo de su cabello: rubio, brillante y rizado. Él tenía su vista fija en ella.
—¿Hola?
Silencio.
—¿Estás perdido?
El sonido del viento y su acelerada respiración eran lo único que se podía escuchar.
—¿Vives por aquí?
Volvió a intentar conversar con él, lamentablemente recibió el mismo silencio como repuesta.
—Es muy descortés dejar a alguien hablando sólo, ¿lo sabías?
El rubio comenzó a caminar hasta el lugar donde se hallaba, sus pasos eran lentos y sutiles, caminaba con una extravagante elegancia que resultaba muy peculiar. El lobo pareció alterarse al ver qué el misterioso chico estaba a unos metros de distancia a ellos y soltó un tercer gruñido, era como una especie de alerta.
No entendía que estaba sucediendo. Pareciera que ese chico era una amenaza para el lobo.
