Capítulo 28

329 40 7
                                    

Respiró profundamente antes de levantar la mano y llevarla hacia la puerta para dar leves golpes sobre esta.

No se sentía preparado, su corazón latía desesperadamente ante la emoción. Horacio, quien estaba a su lado, también sentía algo de tensión.

Finalmente, la puerta fue abierta lentamente, encontrándose con Conway.

Lo primero en lo que se pudo fijar el rubio fue en su expresión, más viva que nunca. Sus ojos brillaban ante la felicidad, y mantenía una amplia sonrisa.

— Pasad — dijo con simpleza, haciéndose a un lado.

El dúo obedeció, entrando en la casa. Gustabo no avanzó más, se quedó quieto mirando a su padre con inseguridad y algo de vergüenza también. No sabía muy bien qué hacer a continuación, estaba bloqueado por la adrenalina.

— Yo... Eh... ¿Dónde está ella? — preguntó Gustabo con algo de timidez, provocando una pequeña risa a los otros dos por su comportamiento.

— En el salón. Vamos — colocó su mano en su espalda, así incitándolo a caminar con él.

Cada paso que daban se le hacía increíblemente pesado y lento, parecía que nunca fueran a llegar al salón, era una sensación extraña... Es como si esto fuera irreal, como si no estuviera sucediendo.

Pero pronto se encontró en el salón, mirándola fijamente en silencio.

La mujer también le estaba observando de la misma manera, no era capaz de formular palabra alguna. Se levantó del sofá y se fue acercando a él lentamente, con miles de recuerdos inundando su cabeza.

— M-matthew... — pudo decir finalmente, alzando su mano hacia él de forma temblorosa, sintiendo los nervios a flor de piel. Sus dedos rozaron su mejilla, provocándole cosquillas hasta que terminó por posarla del todo en la zona — Mi niño... Mira c-cómo has crecido... La última vez que te tuve en mis brazos eras todavía un niño, mírate ahora...

Gustabo sintió el conocido cosquilleo en la nariz, y sus ojos empezaron a cristalizarse.

Lo siguiente que pudo sentir fue una vaga lágrima descender, escurriéndose a lo largo de su cachete, avisándole de que había comenzado a llorar.

Su madre sonrió con empatía, con su cara llena de lágrimas, aún sin dejar de acariciar con cariño la mejilla de su hijo.

— ¿Aún... aún así puedes reconocerme, después de tanto tiempo? — logró hablar Gustabo, con un tono de voz sacudido.

— Te reconocería de cualquier forma y en cualquier lugar... Una madre nunca olvida — sonrió melancólicamente y apartó su mano para poder abrazarle como era debido. Gustabo reaccionó con suma rapidez, aceptando el abrazo mientras escondía su cara en la pequeña curvatura de su cuello para ahogar sus pequeños hipidos ahí.

Horacio también era un mar de lágrimas, y no se le ocurrió otra cosa que abrazar a Conway buscando consuelo, al cual le pilló por sorpresa pero igualmente accedió al abrazo suspirando levemente.

Él de por sí era muy sentimental, pero con toda esta situación y viendo a Gustabo llorar así después de tanto tiempo... No pudo aguantar.

No saben cuánto tiempo estuvieron abrazados exactamente, pero tampoco es que les importara, querían disfrutar y aprovechar al máximo cada segundo.

Finalmente se separaron, ambos mirándose a los ojos y manteniendo una sonrisa resplandeciente. Julia acarició el pelo de Gustabo, apartando un mechón que había acabado en la frente de este durante el abrazo, y después limpió las pequeñas lágrimas que seguían cayendo de sus profundos y ahora brillantes ojos azules.

Se giraron, mirando a Conway cruzado de brazos observándoles con aprecio y Horacio restregando sus dedos por sus mejillas para deshacerse de cualquier mínimo rastro de lágrimas.

— Nunca te había visto llorar — le dijo Conway al rubio, notablemente sorprendido.

— Ya. Es que no es fácil hacerme llorar, eh — rió sorbiendo sus mocos tratando de volver a ponerse firme.

— Yo tengo un truco. Cuando está sensible, como ahora, si le preguntas "¿Por qué lloras?" llora más — desveló Horacio riendo cómplice.

— ¿Ah sí? — a Conway le dio curiosidad y fue a comprobarlo. Miró al rubio — ¿Por qué lloras?

— Pero si... Yo no... N-no estoy llorando... — tal como Horacio dijo, empezó a llorar nuevamente haciendo una mueca y tapando su cara con una de sus manos.

Todos empezaron a reírse a carcajadas.

Gustabo y Horacio se encontraban durmiendo apoyados contra el sofá, ambos acurrucados, cabeza contra cabeza

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Gustabo y Horacio se encontraban durmiendo apoyados contra el sofá, ambos acurrucados, cabeza contra cabeza.

Los tres se habían tomado un día libre para aprovecharlo con Julia, celebrando la reunión. Fueron a comer fuera, después a la playa... Recorrieron cada sitio de la ciudad que pudieron en tan solo un día, y se lo pasaron genial.

Horacio también se había unido a celebrarlo con ellos ya que aunque no fuera parte de la familia por sangre igualmente era parte de ella, eso no importaba en absoluto.

Conway se quedó observando a Gustabo y Horacio con cariño, sonriendo a sus adentros.

Julia le abrazó repentinamente por detrás, interrumpiendo sus pensamientos — ¿Vamos?

Tenían pensado ir a dar una vuelta cerca de la playa nuevamente, tener una cita en privado. Habían esperado a que los otros dos se quedaran dormidos para poder realizar el pequeño plan romántico.

— Sí, vamos a mi coche — antes de irse colocó una manta sobre Gustabo y Horacio, para que no pasaran frío.

— Extrañaba esto, Jack... La sensación de estar en casa — le dio un corto beso en los labios en medio del trayecto al garaje.

— Yo también... No te haces una idea de lo feliz que estoy ahora mismo, después de tantos años tragando pura mierda... Ya era hora de que algo bueno ocurriera — rodeó su cintura y la apegó a él un poco como gesto cariñoso.

Por fin volvía a ser feliz.

Pogo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora