— Ni se os ocurra volver a hacer algo así sin mi permiso, porque como lo hagáis os corto los huevos, hago un bocadillo con ellos y se lo doy de comer a vuestros futuros bisnietos, ¿ha quedado claro? — amenazó Conway con un tono de voz claro y tosco.
— Sí, superintendente — contestó Horacio obediente.
— Pero oye, que a raíz de todo esto hemos conseguido buena chicha, eh. Contactos chungos nuevos, nombres y la sede — insistió Gustabo.
— Bueno, no os digo que no, no está mal del todo. Pero que para la próxima me avisáis, coño. Tengo que saber todo lo que hacéis para estar al tanto de la situación de la operación y así poder tomar las acciones correctas, al fin y al cabo soy el cabecilla, yo os dicto todo lo que hacéis.
Gustabo frunció un poco su ceño, sin gustarle lo último que dijo — Nosotros tenemos independencia e improvisamos muchas veces, no te encargas solo tú de la operación.
— Yo soy quien os dictamina, Gustabo. No estáis yendo por libre, vosotros solo seguís mis órdenes y me informáis, para así yo saber cómo se puede seguir actuando. Sois peones.
El rubio simplemente se quedó callado, clavándole dagas con la mirada al sentir rabia. Ellos estaban trabajando muy duro, infiltrarse no era para nada fácil, debían escoger las palabras y decisiones correctas que se dieran durante dicho proceso, y debía gustar o agradar a los de la mafia, por lo cual... teniendo una mentalidad policíaca era complicado, más aún si se tenía que pensar rápido y en frío.
Apretó sus puños levemente, mientras sentía una ligera cólera crecer en él según mantenía aún su vista en Conway.
El superintendente notó algo extraño en él. Cuando lo miró a los ojos, no pudo evitar sentir un poco de tensión cuando se encontró con esos profundos ojos azules fulminándole.
La calma arrasó en el cuerpo de Gustabo cuando sintió la mano de Horacio sobre la suya, acariciándole con suavidad.
— Bueno, eso ha sido todo por hoy, super. No tenemos nada más, ¿nos podemos retirar? — preguntó Horacio con educación.
— Sí. Ya nos veremos cuando hayáis conseguido algo más — el trajeado se giró para finalmente irse sin decir nada más, sintiéndose algo extraño por lo de Gustabo. Pero decidió restarle importancia.
Una vez desapareció de la vista de ambos, Horacio se puso delante de Gustabo y le miró.
— Oye, ¿estás bien? — le preguntó, estando preocupado.
— Sí — mintió — ¿Por qué lo dices?
— Te he notado enfadado, no sé... ¿Seguro? Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, Gustabo... Si algo no está bien, puedes decírmelo, yo te escucharé siempre. No me gusta que me mientas con esto, tú siempre me ayudas a mí con mis rayadas pero tú nunca me dejas ayudarte.
Gustabo lo meditó un poco, y decidió contarle — ... Pues nada, Conway. Siempre igual, hacemos nuestro trabajo lo mejor que podemos, nos esforzamos, y él nunca lo ve bien, siempre hay un error, siempre hay algo que hemos hecho mal. Le hemos conseguido muchos contactos tanto de la mafia esa como de otras mafias distintas con las que tienen lazos, y hasta la ubicación de la puta sede, y nos dice "Bueno, no está mal", que se vaya a la mierda. Siempre habla de lo que hacemos mal, pero, ¿y de lo que hacemos bien, qué? De eso no nos dice nada. Y si nos dice algo siempre es "Pero habéis conseguido eso gracias a mí porque yo os dije tal cosa" — hizo una voz grave a la última frase citada, tratando de imitarle — Pues para eso que coja y trabaje él solito, que se infiltre él a ver qué tal. Ah, pero claro, como él es el superintendente y lo conocen todos no puede, así que coge a los primeros gilipollas que vea para que le haga el trabajito, y aunque sean ellos quienes lo hayan hecho el mérito es de él, porque nosotros somos solo unos peones. Él mismo lo dijo. Y pues mira, nos ha tenido que tocar a nosotros. Nos ha tocado comer toda la mierda — se terminó de desahogar.
— Ya, Gustabo, ya... Yo creo que estaba enfadado con nosotros por no haberle contado lo del atraco, entonces ya con el mal humor se puso así sin más. No le des muchas vueltas tampoco...
— ¡Pero si es que se ha enfadado sin motivo! Ya se lo dije. ¿Cómo íbamos a contarle lo de que íbamos a hacer un atraco si surgió así de la nada y lo acabamos haciendo en ese mismo momento? ¿En qué momento se lo íbamos a decir? ¡No podíamos! Y es que aunque pudiéramos, ¿qué más dá? Somos policías, subinspectores por si fuera poco. Tenemos nuestro grado de profesionalidad, y él mismo dijo que tendríamos más libertad, pero ahora me encuentro con esto. ¿Se piensa que somos imbéciles o qué? ¡Si sabemos lo que hacemos! Nos ha salido todo bien, ¿por qué nos echa la bronca? Si hubiera salido mal pues vale, yo entiendo que nos eche la bronca, pero ¿saliendo todo bien? ¿Qué sentido tiene eso? De verdad, yo es que no lo entiendo... Si es que hasta la mafia nos trata mejor que el viejo ese, no me jodas.
Horacio se quedó en silencio sin saber qué decirle, ya que Gustabo tenía razón. O al menos eso creía. Últimamente dudaba de qué lado ponerse, si en el de Gustabo o Conway. Desde que se sacó el tema de que le manipulaba, se rayaba más que nunca. Pero siempre le ha encajado más el razonamiento de Gustabo que el de Conway, por eso siempre acababa dándole la razón sin pensar mucho más.
— ¿Tengo razón o no? — aprovechó para preguntar al ver que Horacio se había quedado callado.
— Sí, Gustabo... Tú no hagas mucho caso y ya está, no te enfades. Que las discusiones solo van a empeorar todo.
— Eso intento pero es que el viejo siempre me enfada con sus cosas, tío. En fin, intentaré ignorar y ya está, que bastante estrés tengo ya encima con la infiltración esta de mierda. Es muy jodido tener que ser dos personas distintas... Fred y Gustabo.
— Sí, lo es — suspiró el otro, estando completamente de acuerdo — ¿Cuándo se va a acabar todo esto?
— Cuando eliminemos a la mafia.
— ¿Crees que podremos hacerlo, Gustabo...? — estaba inseguro, se notaba.
— Claro que sí, Horacio. Tú y yo podemos con todo lo que nos propongamos, ya lo sabes — le animó.
— Sí, es verdad pero... No sé, tengo miedo de lo que pueda pasar.
— Hey... No tengas miedo. Yo estoy aquí, no va a pasar nada, ¿vale? Prometido. Anda... ven aquí — se abrazaron.
— Gracias Gustabo... Te quiero.
— Yo también, Horacio... yo también.
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Pogo.
FanfictionHace años, Gustabo empezó a acudir a un psicólogo tras notar cambios repentinos en su comportamiento debido al estrés que sentía día tras día. Las terapias no le servían de nada y todo iba a peor. Gustabo empezó a despertarse en distintos sitios de...