Capítulo 32

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Un grito desgarrador por parte de su madre fue lo último que escuchó antes de empezar a perderse.

Sintió que sus sentidos se fueron nublando, pronto dejó de escuchar todo lo de su alrededor, solo escuchaba su propia respiración volverse irregular mientras un fuerte vacío y dolor indescriptible se hacía presente justo en el centro de su pecho. No tenía ganas de llorar, solo quería gritar, pero hasta para eso se sentía sin fuerzas.

Movió sus ojos con aturdimiento, observando a cámara lenta a su padre asomándose por el acantilado chillando el nombre de su madre en medio del llanto. Se sentía apartado de la realidad, como si no formara parte de ella, era difícil de describir.

Sintió como le soltaron y empujaron levemente hacia delante. No podía sostenerse por sí mismo, así que acabó cayendo al suelo de rodillas. Se llevó las manos a la cabeza, contrayendo sus dedos hasta formar puños para estirarse levemente de los pelos. Roto, por haber perdido a su madre otra vez, ya sabiendo que esta vez es para siempre.

¿Ves...? Lo que te decía, Gustabo... De nuevo tu familia te deja, tu madre esta vez. ¿Y sabes por qué? Por culpa de ese señor a quien llamas "padre". Te dije que pasaría... Que debías de acabar con él antes de que te volviera a suceder, antes de que te rompieras de nuevo. Y qué te piensas... ¿Que Horacio estará ahí siempre contigo? Porque yo ahora mismo no le veo por ningún lado. No nos engañemos, Gustabo... Estás solo, completamente solo... Solo y con miedo.

De nuevo le hablaba esa voz que tan bien conocía...

— C-cállate, no tienes ni puta idea de nada... — contestó en voz alta, llamando la atención de los tres mafiosos que se habían quedado observando de brazos cruzados la desesperación de los otros presentes.

Conway también se giró, dándose cuenta de que estaba hablando con su segundo "él".

No me jodas...

En el fondo sabes que tengo razón, solo que no quieres verlo, prefieres mentirte a tí mismo.

— No... Eres tú quien miente, déjame en paz... — trataba de deshacerse de aquella voz tapándose los oídos para dejar de escucharla, pero era inútil ya que provenía de su cabeza.

¿Estás seguro de eso, Gustabo...?

— ¡Cállate, joder, cállate ya! — empezaba a agobiarse. Pogo lo notó y soltó una risa, claramente divertido.

— Lo siento, Gustabo... — se disculpó Conway en un hilo de voz. Realmente no sabía qué hacer, estaba hecho polvo y no podía pensar correctamente, así que solo se disculpó con su hijo. Sabía que todo esto estaba ocurriendo por su culpa, y ya nada tenía solución.

Gustabo no fue capaz de escucharle. Seguía sin poder estar presente en la realidad, tenía a Pogo totalmente metido en su cabeza y no salía de ahí.

Acabemos con todo esto... Tienes ahí mismo a ese hijo de puta arrodillado, solo necesitas robar una pistola. Está vulnerable, no desperdicies la oportunidad. Mátalo, Gustabo. Sé que quieres matarlo. Sabes que por su culpa tu madre está muerta, si no fuera por él, ella aún estaría viva.

No. No quería hacerlo.

Empezó a sentir su cuerpo cada vez más pesado, y de igual forma su respiración, le costaba respirar. Cerró los ojos por unos segundos jadeando ante el repentino dolor de cabeza y debilidad que sintió atravesarle por todas las partes de su cuerpo. Abrió sus ojos y se encontró rodeado de oscuridad. Seguidamente, alguien sujetó sus muñecas, apresándolas. Giró su cabeza un poco, un pecho se había apegado a su espalda, y antes de que hablara...

Déjamelo todo a mí de nuevo, Gustabo. Yo me encargo de todo... Tú descansa.

Y sus ojos se cerraron lentamente, dejando que la oscuridad y el silencio le consumieran de nuevo.

Abrió los ojos una vez tomó control del cuerpo de Gustabo, observando a Conway, quien se mantenía en la misma posición pero ya alejado del precipicio.

Pogo se levantó y se giró en dirección a los mafiosos, quienes le miraban encarnando una ceja de forma dudosa. Notaron que la mirada de este no era la misma, ahora sus ojos mostraban frialdad.

— ¿Pogo? — se atrevió a preguntar uno.

A su servicio. El circo acaba de abrir, ¿vamos a montar un espectáculo? — bromeó, hablando de forma juguetona y al final soltando una risa traviesa que acabó por contagiar a los otros también.

— Perfecto. Estábamos deseando conocerte, no te haces una idea de lo mucho que nos costó sacarte a la luz — habló de forma amigable el jefe — ¿Nos echas una mano?

Mm... ¿Vuestro objetivo cuál es? — quiso saber primero, pareciendo tomar en cuenta la propuesta.

— Primero matar a Conway, para después poder hacernos con el control absoluto de la ciudad — contó, resumido.

Pogo se quedó durante unos cortos segundos pensativo antes de responder — Vale... Pues dadme una pistola, anda. Un payaso no puede montar un show sin sus juguetes.

El jefe no dudó y alzó hacia él una pistola, la cual fue agarrada al instante por el contrario, de forma lenta y calmada, no tenía prisa.

Revisó la munición para asegurarse de que hubieran balas, sacando el cargador que el arma portaba — Perfecto.

Una vez se hubo asegurado, volvió a recargala. Apuntó a la cabeza del mafioso de la derecha y disparó matándole al instante, e hizo lo mismo con el de la izquierda, dejando vivo únicamente al jefe, quien se había quedado estático en el sitio.

— ¿Pero qué cojones crees que... — no llegó a terminar la frase, la fuerte carcajada de Pogo le había interrumpido — ¿Qué te parece tan gracioso, imbécil?

Lo gilipollas que eres, eso es lo que me hace gracia — mantenía en todo momento una expresión divertida, realmente parecía estar pasándolo en grande — Dime una cosa... ¿Tú de verdad te creías que iba a unirme a tu mafia de mierda después de todo lo que me hicisteis pasar de niño?

El contrario se quedó bloqueado, no entendiendo su punto. Se mantuvo en silencio alzando las manos, arrepitiéndose de haberle entregado el único arma que llevaba encima. Pogo mantenía el arma en alto apuntándole en todo momento, y la dura mirada de este sobre él le inquietaba de sobremanera.

Ah, que tengo que explicarlo para tontitos... A ver. Gustabo y yo tenemos distinta personalidad y mente, pero compartimos el mismo cuerpo, sin embargo. Lo cual quiere decir que esas torturas que le hiciste a Gustabo también me las hiciste a mí, cabrón — a pesar de que su tono de voz era bajo y calmado lograba generar escalofríos a cualquiera con esa voz grave y ronca que lograba poner cuando hablaba — Y de hecho, tú eres la razón por la cual existo.

Anda... ¿En serio? Pues me siento halagado, deberías de agradecérmelo entonces — se atrevió a vacilar.

Ostia, pues no lo había pensado... ¡Pero igual tienes razón! Si no hubiera sido por tí nunca hubiera existido, fue gracias al gran sufrimiento que me hiciste pasar por lo que hoy estoy aquí — sonrió con falsedad, hablando con un tono bien actuado, en realidad estaba siendo irónico — Y los favores se devuelven, ¿no? — pronto dejó de sonreír, provocando un escalofrío en el contrario — Aunque yo seré menos generoso, el sufrimiento solo será un segundito de nada, ¿te parece? — y apretó el gatillo, acabando con la vida del otro.

Conway observó todo en estado de shock, impactado por el comportamiento psicópata del de ojos azules.

Oh mierda, olvidé decirle otra cosa — maldijo arrepentido por haberle matado tan pronto — Bueno, igualmente lo diré. Para su mala suerte, tampoco teníamos los mismos objetivos. Él quería el control de la ciudad... Y yo lo que quiero es matar — y se giró, encarando a Conway.

Pogo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora