Capítulo 5

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— Menudo día de mierda, lleno de fracasos.

Había pasado una semana desde la muerte de Torrente. El ambiente en la comisaría era muy pesado en general; Conway estaba decaído y se sentía culpable; Horacio también estaba afectado y triste, sin humor; Gustabo trató de olvidar lo sucedido y seguir como si nada, pero en realidad no dejaba de darle vueltas al tema y comerse la cabeza estresándose, y se irritaba con facilidad.

— Bueno Gustabo, no siempre se triunfa... — trató de ser positivo Horacio.

— Ya lo sé, pero es que no hemos dado ni una, tío. Llevamos así toda la semana, todo nos está saliendo mal, como un culo abierto.

Gustabo llevaba quejándose mucho últimamente, sobre todo hoy. Y para Horacio era insoportable, pero no le quedaba de otra que aguantar el mal humor de su amigo, ya que entendía que estaría cargado de negatividad por los últimos sucesos en el cuerpo de policía.

— Mañana se nos dará mejor, no pasa nada. Todos tenemos días malos y días buenos, hoy nos ha tocado uno malo, mañana tocará uno bueno. Será distinto, ya verás — siguió intentando animarle. Gustabo suspiró negando sin decir nada más, dejando un silencio poco cómodo.

Atravesaron las puertas de comisaría, y cuando estaban a punto de cruzar el pasillo de los vestuarios, salió Brown de repente por la puerta de la derecha. Gustabo en vez de hacerse a un lado para que ambos pudieran pasar, chocó su hombro con el de Brown de forma algo brusca para apartarlo de su camino. El subinspector frunció su ceño con molestia y se giró cogiendo a Gustabo por el cuello de la camiseta del uniforme empotrándolo contra la pared más cercana, y seguidamente se acercó mucho a él.

— ¿De qué coño vas, imbécil? — espetó Brown tensando su mandíbula, mirando al contrario directamente a los ojos.

— Eh, eh. Suelta a Gustabo — Horacio agarró uno de los brazos de Brown, tratando de quitar su agarre.

— Mira, déjame en paz que no estoy de humor, gilipollas — insultó el rubio, haciéndolo enfadar aún más y aplastándole contra la pared.

— Pero qué- ¡Qué cojones está pasando! — Conway entró en los vestuarios y al ver la escena no dudó en intervenir — Deja a Gustabo, ya.

Brown finalmente lo soltó, pero sin alejarse de él y sin dejar de mirarle fijamente con rabia.

— Aparta, coño — Gustabo lo empujó y se largó de ahí tras ponerse un chaleco antibalas.

El subinspector iba a ir detrás de él, pero Conway lo paró en seco y con la mirada le advirtió que no hiciera nada.

— ¿Se puede saber qué mierda le pasa a Gustabo? — preguntó con confusión Conway.

— A saber, ts... — Brown se retiró, ya de mal humor.

— Ha tenido un mal día simplemente... Aunque ya lleva así casi toda la semana. Y ya sabes lo orgulloso que es — explicó Horacio con calma.

— Y tanto que lo sé. Lo conozco como si fuera mi hijo — soltó un suspiro, exasperado — Voy a hablar con él.

Los dos salieron juntos de ahí y buscaron a Gustabo por comisaría. Y al entrar en la sala donde se ponen las denuncias, se lo encontraron...

... aporreando a un civil.

La víctima estaba tirada en el suelo, había perdido el conocimiento tras los duros golpes que recibió por parte de Gustabo. Este no paró en ningún momento, cada porrazo que le propinaba era más fuerte y certero que el anterior, ocasionando múltiples hematomas por el cuerpo del chaval.

— ¿¡Qué coño haces!? — exclamó el superintendente alterado, no dando crédito a lo que estaba viendo.

Gustabo no prestó atención a la gente que había en su alrededor observándole ni a las voces de sus compañeros pidiendo que se detenga, menos caso hizo a Conway. Se estaba desquitando con el civil, sacando toda la rabia acumulada que tenía dentro. Había entrado el cólera y no controlaba sus acciones.

— ¡Gustabo, para ya! ¡Lo vas a matar! — Horacio estaba asustado, jamás había visto a Gustabo así. Trató de acercarse pero Conway se lo impidió — ¡Hay que detenerle! ¡Haga algo!

El superintendente se acercó a Gustabo, sacando el taser y apuntándolo — ¡¡Estate quieto ya de una puta vez!! ¡No te muevas!

Gustabo ni le miró, y simplemente le golpeó a él con la porra en el estómago — ¡Déjame, déjame, aparta de aquí!

Todos los policías se quedaron boquiabiertos. Conway se sobó un poco — ¡Me cago en la puta!

— ¡Estoy hasta los cojones! — siguió diciendo Gustabo, aún golpeando al civil sin remordimiento — Siempre con mierda. Y a tragar mierda, y a tragar mierda... Todos los días igual.

Y lo siguiente que sintió fue una fuerte descarga eléctrica recorrer todo su cuerpo, derribándolo de una, cayendo al suelo con espasmos.

Los demás aprovecharon para llevarse al herido de allí, de inmediato a un hospital. Y Conway esposó al rubio, levantándolo del suelo y llevándoselo a una de las salas de interrogatorio junto con Horacio, el cual les siguió.

Sería una charla muy larga.

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