Capítulo 15

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— ¿Gustabo? — esperó una respuesta, pero no recibió ninguna — ¡Gustabo! — lo volvió a llamar, pero de nuevo hubo silencio.

Caminaba por las oscuras galerías alumbrando su camino con ayuda de una linterna.

Siguió avanzando, hasta que escuchó unos pasos al final del túnel y detuvo sus pasos.

— ¿Gustabo...? — habló con desconfianza.

Una bala le rozó el brazo.

— ¡No, no! ¡Soy yo, Gustabo! ¡No dispares! — se alarmó.

Pero las balas no cesaron, por lo que se cubrió detrás de un barril que había en mitad del pasillo, sacó el móvil y le escribió.

¿Eres tú quien está disparando?
10:23

No dispares. Soy yo.
10:23

Ah vale. Me había asustado.
10:23

Ven.
10:24

Horacio salió de su escondite y corrió todo recto, hacia él. Entonces lo vió.

Vestía diferente de como él solía ir, con un jersey de cuello alto negro adornado con una pajarita amarilla. Llevaba puesta una chaqueta formal de rayas azules y rojas unos pantalones rojos con rayas blancas y unos zapatos también formales de color amarillo pastel. Toda su ropa estaba manchada de sangre seca.

Y cuando miró su cara se extrañó aún más al ver que estaba maquillado. Un maquillaje un tanto peculiar. Toda su cara llena de base blanca, el contorno de sus ojos difuminado de negro y sus labios morados.

Parecía... un payaso.

— ¿Qué te has hecho en la cara y en la ropa...? — preguntó confundido. Observó la sangre que llevaba encima — Esa sangre no es tuya, ¿no? ¿Estás herido?

Horacio no duró mucho mirando los cuerpos ni resistió las arcadas que sintió por el fuerte olor.

No, esta sangre no es mía. Estoy perfectamente, Horacio, no te preocupes. ¿Qué pasa con mi ropa y mi maquillaje? Pensé que habíamos ido de fiesta, a una de disfraces o algo.

No... Ayer no fuimos de fiesta. No sé qué te habrá pasado por la noche pero antes de eso la liaste en comisaría, tengo que hablar contigo de eso. Y mejor salgamos de aquí y hablemos fuera...

Horacio se giró y empezó a caminar, siendo seguido por Pogo. Este último, aprovechando la desventaja que tenía Horacio ahora mismo por estar dándole la espalda, sacó su pistola y le apuntó, con intención de dispararle a la cabeza.

Horacio tuvo un mal presentimiento, por lo que se giró. Pogo rápidamente bajó la pistola para disimular y andó hacia delante, pero esto no pasó desapercibido por Horacio.

— ... ¿Qué haces con la pistola?

No me siento seguro aquí. ¿Acaso ya has olvidado los cinco muertos que hay al fondo del todo? ¿Y si el asesino regresa, nos pilla saliendo y te ataca? Solo te estoy cubriendo las espaldas.

— Yo tengo pistola, Gustabo... No hace falta. Guárdala, por favor.

Este alzó las manos por unos segundos y la guardó lentamente.

Horacio dió media vuelta y siguió con su camino, aún sin fiarse. Notaba a Gustabo muy raro.

Pogo no tardó en volver a sacar la pistola en cuanto le volvió a dar la espalda. Apuntó a su cabeza y estuvo a punto de apretar el gatillo, de no ser porque sintió que su cuerpo dejó de responder y hacerle caso, empezando a temblar.

Pogo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora