Capítulo 10

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No puede ser... ¡Menuda panda de anormales! ¿¡Por qué no me han avisado!?

Conway estaba en un atraco, el cual lo protagonizaban Gustabo y Horacio junto con otros dos sujetos. Estaba cara a cara con ellos dos, los reconoció fácilmente nada más hablaron, no hizo falta ver sus caras, para él era inútil que usaran pasamontañas. Lo único que le impedía no matarlos ahí mismo por realizar tal operación sin avisar era la puerta que los separaba.

— A ver, nenas... Hagamos esto rápido, me estáis empezando a tocar los cojones — estaba perdiendo la paciencia ya, y notaba que ellos se estaban aprovechando de la situación para molestarle.

— Le pido que se calme, abuelo. Que yo me pongo muy nervioso. ¡Yo quiero tres segundos! Los tres segundos PA' MÍ — Gustabo estaba siendo muy pesadito en la negociación, el que más de los dos.

— ¡Que no te voy a dar tres segundos solo por un puto rehén, coño!

— Ah bueno, pues entonces dame cuatro, perla — dijo Horacio con tono pijo.

— ¡Cuatro porrazos te voy a dar, capullo!

— ULA, LO QUE TE HA DICHO. Que comas verga — el rubio no tardó en meter mierda. Y Emilio se rió, pareciéndole graciosa la forma en la cual sacaban de quicio a Conway.

— Si a tí también te ha rechazado los tres segundos, cállate — le rechistó Horacio al rubio.

— ¿Cómo vai' con la negociació'? — preguntó Xiaomi mientras se acercaba donde se encontraban, es uno de los compañeros con los que estaban atracando.

— Nos queda solo un rehén y no nos quiere dar lo que queremos.

— ¿Qué queléis pol el lehén? ¿Qué le habéi' pedío? — se interesó, queriendo ayudar a terminar la negociación.

— Le hemos pedido tres segundos.

— Ah la puta madle, os habéi' pasao' con eso. Tenéi' que pedil uno na má', como mucho uno y medio os pueden dal — explicó. Gustabo y Horacio se hicieron los sorprendidos, como si no lo supieran. Era obvio que sí lo sabían, habían asistido a muchos atracos como policías y habían negociado un gran número de veces, pero debían disimular, ya que para los de la mafia ellos no habían ido a uno nunca.

— Ahhh vale vale... Entonces queremos un segundo y medio por el último rehén, viejo. O lo toma o lo deja, cara lenteja — rimó Gustabo.

— Os voy a reventar cuando os pille en la persecución... Venga va, que salga el rehén — accedió finalmente. Y así fue, salió el rehén, y una vez fue cacheado los policías se prepararon para la persecución.

— ¿Quielen condusil alguno de vosotlo'? — el chino empezó a organizar todo, mientras miraba a través del escaparate a los policías listos para dar la señal en cualquier momento.

— Yo conduzco si quieren — se ofreció Emilio voluntario.

— Venga, vale.

Las sirenas sonaron, por lo que no perdieron más tiempo y salieron de la tienda. Fueron al coche que usaron para venir (no tiene matrícula) el cual estaba aparcado en la acera, y nada más se subieron, Emilio arrancó.

— Uno... y medio. ¡Vamos! Primero las motos — organizó Conway, y todos inmediatamente arrancaron, los patrullas fueron lentos al principio para dejar pasar a las meris delante.

Los policías mantuvieron una distancia aceptable entre ellos y el coche de los atracadores, para observar mejor sus movimientos y evitar perderlos de vista en algún giro repentino que pudieran hacer.

Emilio conducía hábilmente por las carreteras, y a toda velocidad. Gustabo sentía todo su pelo despeinándose por el viento que entraba por la ventanilla, y creía que no se quedaba calvo por la fuerza del viento de milagro.

— ¿Os habéi' pueto el cinturó? No vaya a se' que no peguemo' una otia y salgái' volando — se giró a mirarles para comprobarlo.

— Sí, pónganse los cinturones. Les aseguro que nos vamos a dar muchos putazos por el camino, y no creo que quieran tener clases de vuelo gratis — bromeó Emilio.

Gustabo y Horacio obedecieron poniéndose el cinturón de inmediato.

— Vale, cuando llegemo' al puente avisa a Nadando para que alanque el camió' y les colte el paso, Holacio.

— 10- digo- sí — casi se le escapaba decir "10-4".

— Xiaomi, mientras Horacio está atento para avisar a Nadando, que Gustabo dispare a los policías. Dale un arma.

Xiaomi asintió y le tendió a Gustabo un K-47 cargado — Aquí tiene'. Úsala bien.

Este la cogió debidamente y se asomó, preparado para disparar a las ruedas de las motos. Horacio no quería quedarse fuera de toda la acción, por lo que buscó en sus bolsillos algo que le pudiera servir para ayudar a Gustabo.

— Yo también ayudo, para ganar tiempo — encontró un dildo en uno de sus bolsillos.

Gustabo le miró, y atónito dijo — Venga ya Horacio, ¿qué vas a hacer con eso? ¿Lanzárselo a alguien a la cabeza? No me jodas.

Horacio sintió que le retó, así que rápidamente lanzó el dildo por la ventana, atinando en la cara de uno de los policías que iban en moto, provocando que no viera por donde iba y perdiera el control estrellándose.

— Ah, pues sí.

— ¿¡Qué coño ha sido eso!? — gritó Conway por radio.

— Al parecer fue un dildo, señor — aclaró uno de los agentes, con vergüenza.

— ¿Un dildo? ¿¡Estás de puta coña!? — no daba crédito a lo que acababa de suceder. De verdad acababan de abatir a uno de sus oficiales con un dildo.

Gustabo no perdió más tiempo, sabiendo que en cualquier momento empezarían a dispararles. Así que él se adelantó, empezando a gastar balas contra las ruedas de los vehículos de la policía. Se acabó librando de todos menos de Conway.

— Me cago en la puta... — Conway empezó a frenar, hasta que finalmente derrapó un poco y se quedó mirando como el coche se iba alejando. Pensó que sería mejor dejarles escapar, ayudaría a Gustabo y Horacio para ganarse la confianza de los de la mafia si se escapaban del atraco siendo todo un éxito. Activó la radio — Los sujetos han escapado. He perdido visual de ellos.

— ¿El abuelo se rindió? — dejó el arma en el suelo del coche, viendo como el mencionado daba media vuelta para retirarse de allí.

— ¡Otro éxito más! — Horacio la chocó con Gustabo, formando una amplia sonrisa.

— Muy buen tlabajo, chico' — los felicitó el chino.

— Pues sí, ni tan mal. Lo del dildo fue lo mejor — seguidamente soltó una fuerte carcajada, siendo acompañado por los otros tres.

— Voy a avisa' a Nadando — sacó la radio — Nadando, no hace falta hace' ya lo del camió', todo ha sido un éxito. Gustabo y Holacio los han abatido a todo'.

¿En serio? Pues perfecto. Buen trabajo, a todos. Ahora os voy a pasar una ubicación, id allí. Tenemos una reunión con otra mafia, y creo que después ya es hora de que Gustabo y Horacio conozcan la sede.

Pogo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora